28 junio 2016

DIARIO DE UN OCIOSO
Domingo, 26 de junio de 2016

Noche de San Juan. La celebramos, como todos estos últimos años, rodeados de amigos en el patio de Graceland. Y pese a que echamos de menos a los que este año no han podido venir y las bajas en hora temprana reducen significativamente nuestro número, alargamos la noche hasta que el silencio ocupa el lugar que han ocupado las explosiones pirotécnicas durante toda la cena. La conversación de las últimas horas– algo extraña y demasiado exaltada – nos deja preocupados.

Normalmente aquí acabaría el fin de semana. Tras una noche así se impone un periodo de recuperación que suele alargarse hasta el siguiente día laborable (quede lo lejos que quede).  Pero Núria y Jordi R. nos han invitado a pasar el fin de semana en su casa. Conseguimos levantarnos pronto y llegar a Cadaqués justo a tiempo para sentarnos a la mesa para disfrutar del “suquet” que Núria nos ha preparado.

Fin de semana de vacaciones, de paseos matutinos con Cass por un pueblo que despierta y por una playa casi desierta, de poca ropa en el cuerpo y de abarcas en los pies, de largos paseos por escenarios naturales impresionantes, de baños en calas recónditas, de desayunos generosos (con cannoli incluido) en el balcón, de un paseo en cayac (con rescate por parte de Jordi R), de cenas fantásticas (en un chiringuito o en casa), de hacer – poco – de tío adoptivo de Elna y Arlet, de conversaciones, buenos momentos  y muchas cervezas.



Quiero dejar al margen de esta apretada agenda festiva la comida que hicimos en Es Grec (Unió 11, Cadaqués). Y quiero hacerlo como agradecimiento por el excelente trato, por la mejor materia prima y, sobretodo, por uno de los mejores arroces que he comido. Yo me decanté por el de “garotes” (erizos de mar) pero me gustó tanto o más el de plancton que pidieron Jordi y Pere. Saliendo por la puerta ya buscaba excusas para volver.


Núria, Jordi… Gràcies per regalar-nos aquests tres dies i per tractar-nos tant bé!


21 junio 2016

DIARIO DE UN OCIOSO
Domingo, 19 de junio de 2016

Sábado. Última jornada del Sónar 2016. Las fuerzas están justas con lo que decido adoptar una posición conservadora que me garantice llegar en condiciones a la noche. Antes de que llegue la tormenta, aprovecho para hacer las últimas fotos, las últimas cervezas y disfrutar del fantástico ambiente. Sólo me paro en el escenario en el que actúa Yung Lean y aunque su propuesta me parece floja, creo que su programación es todo un acierto. Los festivales necesitan rejuvenecer su público para no convertirse en un cementerio de elefantes (cada vez nos acercamos más a eso) y artistas como Yung Lean hacen esa necesaria función.


Y tras la tormenta y un descanso en casa, vuelvo al Sónar noche para echar el resto. El arranque de New Order me tienta pero consigo resistir sus cantos de sirena para poder ver a Mura Masa. Me encanta, no ha sido un error.

También divertido resulta el concierto de Santigold, está siendo una buena noche. A estas alturas, no obstante,las fuerzas ya están muy justas. Acabo mi noche – más pronto de lo esperado – en el SonarCar que Laurent Garnier ha puesto patas arriba.


Hora de cortarse la pulsera y hacer un balance que sólo puede ser positivo. El Sónar es un festival imprescindible. He visto buenos conciertos, he descubierto, he aprendido y lo he pasado bien. No se puede pedir más... quizá más resistencia física.


Domingo. María José y yo celebramos 26 años juntos. Lo hacemos en la playa, con amigos y sin el curso de paddle surf que habíamos planeado. No es una celebración especialmente romántica pero a los dos nos gusta. Ahora ¡a por 26 más!

18 junio 2016

DIARIO DE UN OCIOSO
Sábado, 18 de junio de 2016

Viernes hawaiano y de festival, nada puede ir mal. Llego pronto al recinto del Sónar Día para poder ver a Sobrenadar. No es fácil arrancar un escenario del Festival. El poco público que asiste a los primeros temas (poco a poco se irá llenando), consciente de eso, se acerca al escenario para arropar a la artista. Buena actuación. La falta de presencia escénica de la argentina queda suplida por altas dosis de talento y por temas que deambulan en los límites del pop y la electrónica.

Me encuentro con Jordi P. y – a veces con él y a veces sólo – paseo entre escenarios (algo de El Guincho que no me convence, un poco de Lloret Salvatge que sí que lo hace, una pizca de Ata Kak…), hago fotos, me como un arroz con curry de Massala 73, me encuentro con la dosis habitual de amigos, conocidos y saludados… en fin, lo habitual del Sónar Día.

En el Sonar Complex vemos la espectacular puesta en escena de Golden Bug & Desilence. Su V.I.C.T.O.R. es uno de esos espectáculos visuales que fascinan y que raramente se ven fuera del festival.

Y también en el Sonar Complex, tras una cola larga, llega el momento de volver a disfrutar de El Niño de Elche y Los Voluble. El nivel de expectativas, marcado por su actuación en la pasada edición del festival, está por todo lo alto. “En el Nombre de” arranca reivindicativo y en su primera parte te aprieta el corazón y la conciencia centrándose en el triste papel de nuestra sociedad, de nuestras leyes y de nuestros gobiernos ante los refugiados – políticos, por situaciones de conflicto bélico, económicos…- que buscan un lugar donde poder vivir. El Mediterráneo – ahora frontera – es también – debería decir todavía – campo de intercambio cultural y la música de todas sus orillas se alimenta de la de las otras.  El Niño de Elche, que recoge también esta tradición de influencias cruzadas, es grande generando emociones. Su cante atípico sale de dentro y su uso del micro como un elemento creativo añade registros insólitos a su actuación. La segunda parte de “En el Nombre de” no abandona la reivindicación pero adopta un tono más festivo. El público, entregado, lo agradecemos puestos en pie, bailando y pidiendo más. Un grandioso espectáculo que obliga a El Niño de Elche a volver el año que viene con una nueva y valiente propuesta… ahí estaremos para escucharlo.

Vuelvo a casa para cenar, ver un poco de fútbol y recuperar fuerzas.

Me acerco caminando al recinto del Sónar noche. Cruzo por el escenario donde Jean Michel Jarre arranca su actuación. Arqueología.


Anohni arranca su “Hopelessness” de la peor de las maneras. Ser artista debe ser fantástico, pero no justifica el maltrato al público. Sólo la paciencia de ese público maltratado, evito que la proyección de un larguísimo video introductorio no acabara en revuelta (poco faltó). Nada justifica esos quince incómodos minutos de espera. ¿Es parte del espectáculo? Pues, señora, el espectáculo es una mierda. Tras este irritante arranque, la cosa no remonta pese a las excelentes canciones y la fabulosa interpretación (que podría haber sido grabada y nadie hubiera notado la diferencia). Quizá me perdí algo importante, pero no me quedé hasta el final. Los espectáculos deben crearse pensando también en el público.

Ahogo las penas descubriendo el nuevo Sonar Car, una mega discoteca ochentera que hoy está en manos de Four Tet. Dará mucho juego. Mañana en manos de Laurent Garnier puede ser una bomba.



Y me voy al escenario grande para ver  el que será mi último concierto de hoy, James Blake. Acompañado en esta ocasión por dos músicos, James Blake nos regala un concierto impecable lleno de emotividad y fuerza. Uno de esos conciertos que se disfrutan de principio a fin. El listón de la noche está en lo más alto. No es cuestión de bajarlo. Hora de dejarlo hasta mañana.


17 junio 2016

DIARIO DE UN OCIOSO
Viernes, 17 de junio de 2016

Entrar en el recinto de un Festival al que ya has asistido tiene algo de Dejà Vu. Ha pasado un año y han cambiado cosas, pero de cierta manera tú no te has ido. Eso paso incluso cuando el Sónar – hace tres años – decidió cambiar su recinto por este nuevo y espacioso que ocupa ahora. Los primeros minutos son de reconocimiento, un paseo perimetral para interiorizar distancias, ubicaciones y contingencias.


Las primeras horas en el Sónar también son las ideales para visitar Sónar Planta. El proyecto de la Fundació Sorigué se ha convertido en tan sólo dos años en un enlace imprescindible entre el arte y el festival. Earthworks – título de la obra que proponen el colectivo británico Semiconductor (Ruth Jarman i Joe Gerhardt) – impresiona. La representación gráfica del sonido de la tierra en pantallas gigantes resulta una experiencia sensorial única. Una buena manera de empezar el festival. Seguro que volveré en más de una ocasión.



Los escenarios ya funcionan tímidamente. Paseo, veo fragmentos de actuaciones (The Spanish Dub Invasion, John Grvy, Strand…), me como un buen ceviche en la furgoneta de Ceviche 103, me encuentro a amigos, conocidos y saludados, descubro las propuestas tecnológicas del Sónar +D – parte esencial ya del Sónar - hago fotos y disfruto de la felicidad ajena que me rodea.

En el Sónar Complex veo el Field de Martin Messier. Arte, música, experimentación, tecnología… impactante. Actuaciones como esta convierten al Sónar en un festival único, en un festival imprescindible para entender presente y futuro de la música. También lo hacen actuaciones como la de James Rhodes. Con Chopin i la Chaconne de Bach en el programa, la música clásica se hace un lugar en el Sónar en una actuación emotiva que impacto por su delicadeza a un público festivalero acostumbrado a otros estímulos visuales y auditivos.

Recupero fuerzas, tras pasar por casa, cenando una pizza con María José en un restaurante del centro comercial que queda en el medio del camino que me lleva de casa al recinto del Sónar noche.

Me parece que en alguna ocasión ya lo he contado. Jordi P. es un tío de costumbres arraigadas y, por eso, encontrarlo en un concierto es fácil. Da igual que la asistencia sea masiva, no importa si el concierto ya esté empezado y Fatboy Slim lo esté petando en una sesión llena de subidones… yo sé dónde está Jordi y no me cuesta llegar hasta él. Más difícil me resulta llegar con la cerveza intacta.

Fatboy Slim sabe cómo hacer que la gente se lo pase bien. Su sesión es una explosión de felicidad medida al milímetro, una traca de música, ritmo e imágenes totalmente eficiente. La gente – con o sin ayudas químicas – parece feliz dejándose llevar por la fiesta que Fatboy Slim propone. Yo también lo disfruto, pero con poco más de una hora, yo ya tengo suficiente. Mañana será otro día y el Sónar promete otro saco de emociones.


16 junio 2016

DIARIO DE UN OCIOSO
Jueves, 16 de junio de 2016

Los hechos pre-diario (anteriores a julio de 2003) no suelen ocupar un lugar destacado en esta narración. No obstante, y llevado por la nostalgia, me dejo llevar en ocasiones para, con ayuda de la memoria, explicar momentos vividos y matizados por el tiempo y el autoengaño.

Hoy empieza el Sónar. Entro en la máquina del tiempo y me remonto a 1994 para empezar a recordar mi relación con este festival. El Sónar no era entonces el gigante en el que se ha convertido, más bien era un proyecto quijotesco que pretendía universalizar un tipo de música en ese momento encerrado en las salas de baile. Entré en el recinto del CCCB con curiosidad, descubriendo que detrás de la “música disco” (hasta entonces, en mi ignorancia, únicamente un producto de consumo fácil) había mucho más. El motivo principal de mi visita era la feria discográfica, pero acabé descubriendo todo un mundo.

Tras este primer enamoramiento, repetí  los años siguientes. La pasión por descubrir nuevas propuestas se mezclaba con una concesión al hedonismo. Pasear por el recinto del CCCB era agradable, hundirse en las catacumbas donde se exhibían extrañas propuestas tecnológicas toda una tradición, las cervezas al sol una delicia y escuchar buena música rodeado de gente feliz era totalmente adictivo. En el Sónar – muchas veces junto a Jordi P. con el que todavía hoy compartimos muchas horas de concierto – descubrí intérpretes, tendencias, estilos,  ritmos y conceptos hoy totalmente universalizados (como el “chill out” en aquel entonces una extravagancia curiosa pero muy placentera). Pese a todo, mi relación con el Sónar era casi profesional.

Años después – la memoria es frágil y engañosa – descubrí también el Sónar Nit (entonces no se llamaba así). Recuerdo la sensación de entrar en el Pavelló de la Nova Mar Bella y descubrir una gigantesca rave donde casi todo estaba permitido, la felicidad era intensa y las sensaciones vibrantes.
Llegó un momento en que mi carrera profesional me alejó del Sónar. Durante varios años lo tuve que seguir con interés desde la distancia con cierta envidia y con ganas de volver. Y fue el trabajo, de nuevo, el que me volvió a acercar al Sónar tras este paréntesis obligado.

Vuelvo al principio de esta concesión a la nostalgia: Hoy empieza el Sónar. Empiezan tres días de descubrimiento y diversión, tres días de concesión al hedonismo y al conocimiento, tres días mágicos para disfrutar de uno de los mejores festivales del mundo.  Habrá crónicas, pero hoy quiero aconsejaros que os acerquéis al Sónar con mente abierta y ganas de pasarlo bien.


13 junio 2016

DIARIO DE UN OCIOSO
Domingo, 12 de junio de 2016

La batería del móvil dice basta en el taxi que me devuelve a casa. Es una metáfora, un reflejo del estado de mi propia energía. Han sido cuatro días intensos trabajando en el Tast a La Rambla. Más de doce horas diarias rodeado de personas increíbles que lo han hecho fácil. Trabajar así, animado por sonrisas constantes, constantes atenciones, entrega y profesionalidad, es una delicia.

La tercera edición del Tast a La Rambla ha sido un éxito gracias a la profesionalidad del equipo de gsr grup, a la entrega y ilusión de los alumnos del CETT-UB y del Casal dels Infants y a los barceloneses que han creído en el proyecto y lo han hecho suyo tomando La Rambla para degustar la mejor gastronomía. Me gusta pensar que, con mi participación, he podido añadir mi granito de arena para hacerlo posible.

Pese a que he pasado más de 40 horas en el recinto, no he tenido tiempo de catar la totalidad de la amplia oferta que 43 restaurantes, 7 pastelerías y un buen número de patrocinadores han ofrecido en el Tast a La Rambla. Por lo tanto mi valoración es parcial, tremendamente subjetiva y nada profesional.

Por segundo año consecutivo, la propuesta del Mano Rota ha conseguido cautivarme. Su “Pop rostit amb cansalada, chimichurri picant i quinoa vermella” se lleva el título de mejor tapa. Lo acompañan en el pódium el “Guisat de mongeta i costella “Joselito” del Bar Bas (impecables) y el sorprendente “Escabetx de mar i muntanya” del Elephant, Crocodile and Monkey.

También me han gustado mucho la “Chincha” de l'Eggs by Paco Pérez, el “Bao” del Kao Dim Sum, el “Taco de cochinita pibil amb salsa xnipec” del Oaxaca y los “Gnoquis de patata i formatge ecològic de Varé amb tòfona d'estiu” del Llamber. La nueva sección de bocadillos (Sagàs, Tanta, Roca Bar, Bodega la Puntual, Carles Abellan, Casa Pepe...) ha funcionado bien y ha tenido un muy buen nivel y los arroces (Petit Comitè, Semproniana, Ca la Nuri y Amaya) también estaban muy buenos.

Me dejo algunos platos que estaban deliciosos: el Cebiche del Espai Kru, el “Pao de Qeijo” del Alquimia Fogo, el huevo del Caelis, el salmón del Loidi, las mollejas del Ofis-sifO...

Llego a casa con la batería fundida. Ya es lunes y dentro de un rato sonará el despertador.


10 junio 2016

DIARIO DE UN OCIOSO
Miércoles, 10 de junio de 2016

Estaba preocupado. La temperatura, la gente en manga corta, la aparición de calzados más ligeros y de gazpachos en los menús de los restaurantes, el desembarco en la ciudad de los festivales musicales y del Tast a La Rambla... todo parecía indicar que estábamos en verano. Pero faltaba la señal definitiva, la confirmación inapelable.

Ya está aquí la pastilla de fogo que marca el inicio de la temporada estival.

Quiero aprovechar, una vez más, para remarcar la fidelidad a las tradiciones incívicas, a un sistema antimosquitos obsoleto y a una marca, que demuestra, año tras año, el vecino o vecina responsable del lanzamiento .

Hoy ya es verano.

Acabo con un histórico del día de aparición de la primera pastilla de fogo a lo largo de los años para amantes de las cifras, las fechas y las casualidades (coincidencias en un par de días).

Año           Día de aparición

2016           10 de junio
2015           28 de mayo
2014           21 de junio
2013           19 de julio (la más tardía)
2012           28 de mayo (la más temprana, la fecha se repite en 2015)
2011           5 de junio
2010           ???
2009           21 de junio ( la fecha se repite en 2014)




08 junio 2016

DIARIO DE UN OCIOSO
Miércoles, 8 de junio de 2016

Domingo. El Primavera Sound pasa factura en forma de lesión. Poco a poco, con reposo y medicación, la cojera – alarmante a primera hora de la mañana – remite. Comida familiar para celebrar el primer cumpleaños de Núria y perezas y series al volver a casa.

En literatura hay algo peor que un pesado: un pesado que sabe escribir. Y es peor ya que, si escribe bien, es probable que su escritura te atrape pese a que evidencie un cuñadismo galopante enardecido por dosis de ego generosas. Con esta introducción ya podéis suponer que el “Reyes de Alejandría” de José Carlos Llop no me ha gustado pese a que venía avalado por muy buenas críticas... cuestión, supongo, de piel…  de filias y de fobias.

Me recuperaré leyendo a Karl Ove Knausgard. El arranque de “Un hombre enamorado” es brutal. Disfrutaré leyendo el resto.

El “2” de León Benavente se incorpora desde hoy a mi banda sonora. Conocía un par de temas (“California” y “Tipo D”), los dos brillantes, pero nada en el disco tiene desperdicio.  Buenos temas que estoy seguro que funcionarán en uno de los mejores directos que he visto en los últimos años. Deseo verlos pronto. Si es en sala pequeña, mejor.

06 junio 2016

DIARIO DE UN OCIOSO
Sábado, 4 de junio de 2016

Nos ha costado un poco aparcar y llegamos al recinto del Primavera Sound un poco más tarde de lo esperado. Cass McCombs está acabando su concierto y no quedan entradas para Bob Mould. Veo los primeros temas del concierto de Joana Serrat y me acerco a Siberia (una zona del festival caracterizada por el clima frío, las superficies duras, los escenarios pequeños y los sonidos extremos) para ver, una vez más a The Saurs. Prefiero verlos en sala pequeña y quiero escuchar a Pajaro Jack que actúan en el otro escenario de Siberia. Pese a que, entre tema y tema, sigo escuchando a The Saurs (un tema a solucionar, señores del Primavera), disfruto mucho del concierto.



Hora de pasear hasta Mordor. Empieza a dolerme el pie (ayer empezó a molestar… hoy es mucho peor… y empeorará mañana) y las largas caminatas, los conciertos, las esperas de pie y el movimiento provocado por la música (llamarlo baile es faltar al respeto a miles de personas que han dedicado su vida y engrandecido el arte de la danza) no ayudarán a que la cosa mejore.

En Mordor vemos a Manel que, una vez más, no consiguen emocionarme. Lo paso bien con la pasión que trasmiten a muchos de los que disfrutan de sus conciertos, pero no consigo entrar.



Pero el verdadero motivo de estar hoy en Mordor es el concierto de Brian Wilson. Pocos días después del cincuenta aniversario de Pet Sounds, Brian Wilson, rodeado de buenos músicos, revisa el disco más arriesgado de los Beach Boys.  Plasmar el disco en directo es una tarea hercúlea, la voz de Wilson no ayuda demasiado y el sonido evidencia al principio algunos desajustes. Pero por suerte el concierto remonta y poder escuchar una de las cumbres del pop en directo acaba siendo una gozada. El buen rollo se contagia y cuando acaban la revisión del Pet Sounds consiguen la catarsis con verdaderos himnos populares como Good Vibrations, Surfer Girl o Surfin U.S.A.

Los conciertos en Mordor siguen (Deerhunter, Pj Harvey, Sigur Rós y Moderat) pero consigo escapar de sus cantos de sirena. La promesa de una cena y la compañía de María José consiguen arrancarme de un incierto futuro en esta tierra árida. Llego a tiempo para escuchar el último tema del concierto de Richard Hawley (me dicen María José y Jordi que me he perdido un gran concierto).

Tras la cena, un último trallazo de punk con The Meanies y, aunque apetece seguir, mi pie dice basta y me aconseja una retirada a tiempo. El camino hasta el coche es largo.



Un año más, lo he pasado muy bien. He visto buenos conciertos (algunos de ellos en buenas condiciones, otros no tanto) y sobretodo he disfrutado de todo lo que el Primavera Sound también ofrece a quien quiera cogerlo (ambiente, un marco agradable, sensaciones, vivencias, imágenes…). Seguiré prefiriendo ver buenos conciertos en salas pequeñas (de hecho mejor en salas medianas y bien acondicionadas tanto técnicamente como en comodidades) pero un festival como el Primavera ofrece mucho más que música… sólo hay que querer disfrutarlo. Un año más, gracias. Por poco que pueda, volveré.

05 junio 2016

DIARIO DE UN OCIOSO
Viernes, 3 de junio de 2016

Sol, gente feliz y buen ambiente nos reciben al llegar al recinto donde se celebra el Primavera Sound. Empezamos con la revisión de la tradición que hacen los Hermanos Cubero. Al escuchar sus canciones te das cuenta que nunca hemos hecho lo que han hecho otras culturas y que nuestro pop y nuestro rock pocas veces beben de nuestras raíces musicales. Escucharles es un placer y una buena manera de empezar la jornada festivalera.

María José y Jordi P. no me dejan quedar en el escenario en el que empiezan a tocar los Viva Belgrado  (volveremos a vernos pronto) y acabamos recabando en el concierto de Ben Watt. No es mal sustituto. Con Bernard Butler a la guitarra, nos regala un buen concierto repleto de buenos temas. Hoy he decidido renunciar a los grandes conciertos que hacen en Mordor (una zona del Festival salvaje, inhóspita y llena de orcos y conciertos estrella. Si entras en ella es muy difícil salir, conozco a gente que ha perdido días de festival atrapados entre sus dos escenarios), los substituyo por un pequeño sustitutivo del Sónar. Primero con Cabaret Voltaire en un Auditori oscuro y peligroso y después en la playa que debuta este año.


Hora de reponer fuerzas (con Jordi R y Núria en una zona de comidas extrañamente desierta) para enfrentarse a un poco de guitarreo. Empezamos con el punk de Aliment en el pequeño escenario patrocinado por Ray-Ban (donde siempre hay conciertos intensos y cercanos), continuamos con Dinosaur Jr  y rematamos con los clásicos del Primavera Sound: Shellac (un año más, uno de los conciertos del Festival).



Aún queda mucho rock, pero no la necesaria energía para disfrutarlo. Esperamos a Jordi P. (que ha podido salir finalmente de Mordor) viendo a Tortoise. Un final relajado para una larga jornada de Primavera Sound.

03 junio 2016

DIARIO DE UN OCIOSO
Jueves, 2 de junio de 2016

Primavera Sound. Sensación de Deja Vu cuando cruzo la puerta que me da acceso al recinto por primera vez, cuando recorro los caminos entre escenarios,  cuando pido la primera cerveza y cuando, después de bebérmela, giro el vaso en el suelo antes de pisarlo. Como cada año, hay novedades, pero sobre todo, hay elementos que se repiten e, incluso, rutinas.

Empiezo con Autumn Comets bajo un sol abrasador. Contundente directo rematado con un homenaje a Jason Molina en el mismo escenario en el que actuó en 2009. En el Heineken Hidden Stage, uno de los mejores del festival, disfruto del conciertazo de Lee Ranaldo & El Rayo. No sé cómo se lo hace Refree para conseguir colarse cada año en uno de los conciertos del festival, pero una vez más lo ha conseguido. Uno de esos conciertos que justifican la compra del abono.



Me encuentro con Jordi P. y compartimos una cerveza mientras vemos la actuación de The James Hunter Six.  Soul de alto voltaje de impecable ejecución, da gusto escuchar a bandas así. También veo el inicio de actuación de Daughter pero tengo una cita con Dan Bejar y, poco después, cruzo el recinto del Fórum en bus para acercarme al escenario donde actúa Destroyer. No descubro nada nuevo, pero Destroyer siempre emociona. Buenos temas, bien defendidos (con una potente sección de viento y seis músicos en el escenario) y público entregado. Está siendo una muy buena primera jornada.


Más canadienses. Suuns suenan potentes. Su mezcla de electrónica y rock industrial me distrae hasta que María José llega con la cena – los tradicionales libritos del Primavera Sound –. Tras la cena intentamos ver la actuación de John Carpenter. No pasa de la anécdota y decidimos dar un paseo descubriendo nuevos espacios (El nuevo Beach Club con el renovado escenario Bowers & Wilkins es todo un descubrimiento que explotaremos mañana y pasado).



Hora de volver a casa. Los años no pasan en balde y llego a casa muy cansado. He disfrutado mucho.

02 junio 2016

DIARIO DE UN OCIOSO
Miércoles, 01 de junio de 2016


30 años separan los dos objetos de la foto. Compré el más grande de los objetos, el L.P. “Edades de óxido” de Mar Otra Vez, en el 86. Lo escuché, lo presté, lo puse en programas de radio y obligué a mis amigos a escucharlo (algunos de ellos siguen, a día de hoy y pese al trato recibido, siendo amigos míos). Pero nunca vi a Mar Otra Vez en directo. Su vida efímera  me lo impidió. Seguí la carrera de Javier Corcobado pero siempre me quedó el resquemor de no haberlos visto defender un trabajo impecable encima de un escenario. El segundo objeto, comprado en 2016, es el abono del Primavera Sound que me ha permitido, por fin, poder ver a Mar Otra Vez en el escenario de la Sala Apolo. Rodeado de muchos fans – la edad delata – y pocos despistados, disfruté de un gran concierto en el que la energía demostrada en el escenario dejo poco lugar para la nostalgia estéril.  Gran Concierto, gran banda, gran disco… y un poco de nostalgia buena.


No pensaba quedarme a ver el siguiente concierto (Psychic Tv) pero Jordi R. i Cesc consiguen convencerme. Gracias, se me hizo corto. Buen arranque de un festival que, como siempre, promete.

Ante la huelga de los trabajadores del metro – que han decidido putear impunemente (cuando no hay huelga alargan las esperas en cada parada con la intención de producir el efecto contrario al que producen) y tomar como rehenes a los ciudadanos de Barcelona – voy caminando al trabajo. Me planteo hacerlo con más frecuencia. No hay mal que por bien no venga. 

01 junio 2016

DIARIO DE UN OCIOSO
Domingo, 29 de mayo de 2016

Domingo. Incomprensiblemente, la nevera sigue vacía. Volvemos al Hotel Sant Pol para desayunar pero antes cruzamos la calle para que Cass pasee por la playa en un aperitivo de lo que nos gustaría que fueran nuestras vacaciones de verano.


Tras el paseo, y ya instalados en el que se ha convertido en una prolongación del comedor de casa, leemos el periódico frente al mar. Pese a la lluvia de la noche, ahora hace sol y la ubicación privilegiada se disfruta aún más.


Somos animales de costumbres, y tras el desayuno, volvemos a nuestra rutina habitual (establecida ayer): siesta del carnero (también conocida como “canóniga”). A mediodía quedamos con mi tía Lluisa, con Marta, con Anna y con David para hacer el aperitivo. Terraza, sol y cervecitas. También se apunta – aunque sólo un rato – Núria que vive dos pisos arriba. No hay tiempo para más. Hora de recoger, volver a casa y preparar la dura vuelta al trabajo (que seguro que costará más que otros lunes). Ha sido un buen fin de semana... de hecho ha sido estupendo. Gracias a todos los que lo habéis compartido con nosotros.