30 abril 2016

DIARIO DE UN OCIOSO
Sábado, 23 de abril de 2016

Viernes. Volvemos del gimnasio. Desayuno sin prisas, con periódico y segundo café, parece fin de semana. Después aún hay tiempo de perezas antes de ponerse en marcha.

Leo el Jambalaia de Albert Forns en el tren de la costa. El libro me gusta y me hace reír, pero pronto el paisaje impone su dictadura y reclama mi atención. Nubes, playas desiertas y un mar gris que impresiona. Sólo desde la atalaya privilegiada que supone la ventanilla  del tren se puede mostrar algo de comprensión por el desperdicio urbanístico y paisajístico que supone una vía del tren a escasos metros del mar. El viaje, en un vagón prácticamente vacío, no puede resultar más placentero.
Bajo en Arenys y camino hasta la Riera donde me encontraré con Óscar y Toni. Aperitivo en una terracita donde nos encontramos a viejos compañeros de diferentes trabajos del textil. Nuestra conversación se traslada de mesa – del bar del aperitivo, no sabría decir el nombre, hasta el restaurante Els Pescadors/La llotja- pero no decae en ningún momento.

Mesa al lado del mar, junto a los barcos de pesca que llegarán a puerto mientras comemos, sardinas, mejillones a la marinera y un arroz pescador buenísimo. La tertulia continúa en un chiringuito de una desierta playa vecina.

El día ha sido largo y provechoso. Toni me devuelve a casa perjudicado por la generosa ingesta de espirituosos, pero entero.

Sábado. Hoy es Sant Jordi y, pese a que trabajo, tengo la suerte de hacerlo en La Rambla. Ambiente fantástico, meteorología generosa y gente disfrutando de una jornada festiva  única en el mundo. Los barceloneses hacen suyo el espacio público y disfrutan paseando entre libros y rosas. Saltándome la tradición, prefiero no buscar libros y centro mi atención en la gente que cada año disfruta más de esta gran fiesta.  A mediodía, María José se acerca y comemos juntos en el Ocaña tras fracasar nuestra primera opción (El Cañete estaba lleno). Por la tarde trabajo un poco más y, antes de que llegue la lluvia, vuelvo a casa cansado pero muy contento.

25 abril 2016

DIARIO DE UN OCIOSO
Viernes, 22 de abril de 2016

El despertador suena a las 7, una hora más tarde de lo que suele ser habitual los viernes. La hora de regalo se debe a que hoy no trabajamos.  Hoy no tenemos que ir al trabajo, pero en un momento de poca lucidez, ayer decidimos que hoy iríamos igualmente al gimnasio… aunque una hora más tarde. Lo que parecía una transgresión gloriosa, se queda en un “lo mismo de siempre” que no nos llena de regocijo ni de felicidad. Gracias al mismo mecanismo milagroso que ha conseguido llevarnos en piloto automático hasta el gimnasio – y todas las veces vestidos correctamente y con calzado deportivo en vez de zapatillas – llegamos al gimnasio del que somos socios. Naturalmente, vamos en coche pese a que el gimnasio no está lejos de casa. En nuestro estado matutino, el paseo podría derivar en desorientaciones, pérdidas o crisis de predeterminación.

Una vez en el parking, subimos en ascensor. Es sólo una planta, pero el ejercicio ya lo empezaremos una vez estemos dentro del gimnasio, que para eso pagamos. Hoy no están todos los habituales ya que es una hora más tarde, pero sí que reconozco alguna cara.

Y aquí abandono el relato de mi día… para contar cuatro cosas del gimnasio donde tres veces por semana (o dos… o una… o ninguna) me torturo desde hace unos meses. El relato del día, lo recuperaremos otro día.


Como solemos ser bastante constantes en lo que a horario se refiere, siempre nos encontramos con la misma gente. Algunos, la mayoría, son zombis somnolientos que intentan hacer algo de ejercicio, con mucho esfuerzo, a estas tempranas horas (María José y yo creo que encajamos en esta gran mayoría, pero igual somos los destacados de alguien). Otros destacan por pequeñas cosas que los hacen especiales. Está, por ejemplo, el señor muy mayor que crees que ha venido a traerle el bocadillo a su nieta ya que su movilidad es muy reducida… muy reducida hasta que el cabrón se pone a hacer abdominales y pesas con una agilidad, potencia y soltura que sabes que jamás tendrás en la vida. También solemos coincidir con “El Kansas” al que no me extrañaría encontrármelo cualquier día con una careta de piel humana y una sierra mecánica en la mano. Hay una que no para de hacerse selfies y de grabarse en posturas y circunstancias insólitas (supongo que es un clásico de los gimnasios, pero me choca). Cada mañana llega el del “Buen rollo”. Simpático, educado y amable, no para de saludar a todo el mundo. La mayoría, con cascos aislantes y concentrados en no sucumbir al sueño, no solemos corresponder a sus muestras de educada cordialidad. En nuestro gimnasio no faltan los musculitos, los que van a lucir, los que huelen mucho y los excesivamente equipados con ropas y gadgets especializados… pero una de mis favoritas es, sin lugar a dudas, la mujer que lee el Hola mientras camina en la cinta de correr. Una crack.

21 abril 2016

DIARIO DE UN OCIOSO
Jueves, 21 de abril de 2016

Hay periodos en los que sentarse a escribir resulta una tarea hercúlea. Los que leéis con asiduidad este diario (¡Hola familia!) ya habréis notado que – sin duda – atravieso uno de esos momentos. No se trata de una falta de creatividad – Diario de un Ocioso nunca ha destacado por eso –, ni de una falta de actividades – pese a una excesiva vida laboral, no he dejado en ningún momento el ocio de lado -, tampoco hay motivos ocultos, de salud, futbolísticos (no ha sido un buen periodo para los barcelonistas), esotéricos o existenciales... mi falta de actividad escritora – mi intención era poner literaria...pero tampoco – responde únicamente a la conjunción de grandes dosis de pereza con circunstancias que me alejan de la mesa y del ordenador donde suelo escribir.

Lo que leo también influye en como escribo. Y tras leer a Karl Ove Knausgard (no se poner el circulito encima de la segunda a de knausgard) tenía la intuición de que mi escritura daría un salto cualitativo ya que “La muerte del padre”, primera parte de “Mi lucha”(6 largas novelas, más de 3000 páginas, que estoy deseando devorar) , me ha cautivado. La escritura de Karl Ove Knausgard tiene todo aquello que suele faltar en este diario: ficción – toda escritura lo es – que roza la realidad, hiperrealismo autobiográfico, sinceridad descarnada, oficio, talento...

Decía que tras leer a Karl Ove Knausgard creía haber encontrado el camino a seguir... y mientras esperaba que cayera en mis manos la segunda parte, “Un hombre enamorado”, abrí un libro que había comprado para un amigo – El “Jambalaia” de Albert Forns – y empecé a leerlo. En Jambalaia también hay autoficción, metaliteratura y reflexiones sobre el hecho de escribir (en ambos libros el escritor está escribiendo sus primeros trabajos) , egoescritura... Pero Forns le añade humor, gamberrismo intelectual y referencias cercanas... es casi lo mismo, pero a la mediterránea. Mi amigo se ha quedado sin libro y yo sin los buenos propósitos literarios. Desengañémonos, yo tampoco soy nórdico, aunque me gustaría escribir como el bueno de Karl Ove.

Y después de tantas disquisiciones que no llevan a lugar alguno, la familia estará esperando noticias frescas sobre mi devenir vital. Aquí tenéis el habitual resumen de aliño – hecho consultando el Google Calendar desde el último día que me puse a escribir – que pese a ocupar un largo periodo de tiempo, no tiene demasiadas entradas: Documental musical en el sótano de Graceland con los amigos (vimos el excelente “The Punk Singer” centrado en Kathleen Hanna), una comida con mis padres para celebrar el cumpleaños de mi madre (en el restaurante de enfrente de su casa), muchas series (en realidad no tantas), la preparación y la consumación de un aperitivo – comida y casi cena – en Graceland para celebrar el cumpleaños de María José rodeados de amigos, un poco de lectura y muchas partidas a diversos juegos online.


11 abril 2016

DIARIO DE UN OCIOSO
Lunes, 11 de abril de 2016

Me compré el primer volumen de “Mi lucha”, “La muerte del padre”, después de leer encendidos elogios. Quería leer el primer libro de los seis que forman parte de la obra de Karl Ove Knausgard… pero tenía más dudas que certezas (también por lo que decían las mismas críticas que me empujaron a él). Estoy atrapado, fascinado, entusiasmado. Iré espaciando la lectura de los diferentes volúmenes… pero estoy disfrutando mucho y todas las incertidumbres se han disuelto ante una obra impactante de la que os hablaré más de una vez. 

Celebramos el cumpleaños de María José en La Cúpula de Garraf. Una mesa con vistas al mar, el tiempo que acompaña y buena comida… un domingo fantástico.




Tras una siesta reparadora, vamos al TNC para ver el “Don Joan” de Moliere. Adaptar un clásico no es fácil y David Selvas consigue rescatar la esencia del personaje y trasladarla a nuestros días. Y, pese a algún pequeño reparo (relacionado con conceptos como el honor o la religión que no resultan creíbles en nuestros días), la adaptación funciona. Le ayuda un buen reparto, encabezado por Julio Manrique y un fabuloso Manel Sans, una escenografía llena de pequeños detalles y una buena dirección de actores. El TNC estaba lleno y las entradas agotadas antes del estreno. 

03 abril 2016

DIARIO DE UN OCIOSO
Domingo, 3 de abril de 2016

En el Victoria vemos “Carmen” de la compañía Antonio Gades. Lo paso bien gracias a la calidad de los intérpretes, pero el resultado final resulta irregular. Me desconcierta la mezcla de música en directo y música grabada me desconcierta.  El flamenco toma el protagonismo, dejando el baile en segundo lugar y es en las escenas grupales donde el espectáculo brilla más. Sin embargo salgo con la impresión de haber visto un espectáculo de flamenco domesticado y, por lo tanto, sin duende.  Seguramente el espectáculo funciona muy bien con público no habituado a ver flamenco y en paises donde el flamenco es una rareza… y yo me lo pasé bien… pero…

Y nuestra habitual cena mensual con Esther, Albert, Marta y JoanMa nos lleva al altillo del Betlem (Girona, 70 teléfono:  93 265 51 05). La comida está muy buena y el altillo es el lugar ideal para una cena tranquila con amigos. Recarga de pilas en un día en el momento en el que lo necesitaba.

Y llega un nuevo fin de semana en el que sólo apetece descansar.