DIARIO DE UN OCIOSO
Sábado, 18 de junio de 2016
Viernes hawaiano y de festival, nada puede ir mal. Llego
pronto al recinto del Sónar Día para poder ver a Sobrenadar. No es fácil
arrancar un escenario del Festival. El poco público que asiste a los primeros
temas (poco a poco se irá llenando), consciente de eso, se acerca al escenario
para arropar a la artista. Buena actuación. La falta de presencia escénica de
la argentina queda suplida por altas dosis de talento y por temas que deambulan
en los límites del pop y la electrónica.
Me encuentro con Jordi P. y – a veces con él y a veces sólo –
paseo entre escenarios (algo de El Guincho que no me convence, un poco de
Lloret Salvatge que sí que lo hace, una pizca de Ata Kak…), hago fotos, me como
un arroz con curry de Massala 73, me encuentro con la dosis habitual de amigos,
conocidos y saludados… en fin, lo habitual del Sónar Día.
En el Sonar Complex vemos la espectacular puesta en escena
de Golden Bug & Desilence. Su V.I.C.T.O.R. es uno de esos espectáculos
visuales que fascinan y que raramente se ven fuera del festival.
Y también en el Sonar Complex, tras una cola larga, llega el
momento de volver a disfrutar de El Niño de Elche y Los Voluble. El nivel de expectativas,
marcado por su actuación en la pasada edición del festival, está por todo lo
alto. “En el Nombre de” arranca reivindicativo y en su primera parte te aprieta
el corazón y la conciencia centrándose en el triste papel de nuestra sociedad,
de nuestras leyes y de nuestros gobiernos ante los refugiados – políticos, por
situaciones de conflicto bélico, económicos…- que buscan un lugar donde poder
vivir. El Mediterráneo – ahora frontera – es también – debería decir todavía –
campo de intercambio cultural y la música de todas sus orillas se alimenta de la
de las otras. El Niño de Elche, que
recoge también esta tradición de influencias cruzadas, es grande generando
emociones. Su cante atípico sale de dentro y su uso del micro como un elemento
creativo añade registros insólitos a su actuación. La segunda parte de “En el
Nombre de” no abandona la reivindicación pero adopta un tono más festivo. El
público, entregado, lo agradecemos puestos en pie, bailando y pidiendo más. Un
grandioso espectáculo que obliga a El Niño de Elche a volver el año que viene
con una nueva y valiente propuesta… ahí estaremos para escucharlo.
Vuelvo a casa para cenar, ver un poco de fútbol y recuperar
fuerzas.
Me acerco caminando al recinto del Sónar noche. Cruzo por el
escenario donde Jean Michel Jarre arranca su actuación. Arqueología.
Anohni arranca su “Hopelessness” de la peor de las maneras.
Ser artista debe ser fantástico, pero no justifica el maltrato al público. Sólo
la paciencia de ese público maltratado, evito que la proyección de un
larguísimo video introductorio no acabara en revuelta (poco faltó). Nada
justifica esos quince incómodos minutos de espera. ¿Es parte del espectáculo?
Pues, señora, el espectáculo es una mierda. Tras este irritante arranque, la cosa no
remonta pese a las excelentes canciones y la fabulosa interpretación (que
podría haber sido grabada y nadie hubiera notado la diferencia). Quizá me perdí
algo importante, pero no me quedé hasta el final. Los espectáculos deben
crearse pensando también en el público.
Ahogo las penas descubriendo el nuevo Sonar Car, una mega
discoteca ochentera que hoy está en manos de Four Tet. Dará mucho juego. Mañana
en manos de Laurent Garnier puede ser una bomba.
Y me voy al escenario grande para ver el que será mi último concierto de hoy, James
Blake. Acompañado en esta ocasión por dos músicos, James Blake nos regala un
concierto impecable lleno de emotividad y fuerza. Uno de esos conciertos que se
disfrutan de principio a fin. El listón de la noche está en lo más alto. No es
cuestión de bajarlo. Hora de dejarlo hasta mañana.
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