DIARIO DE UN OCIOSO
Domingo, 03 de julio de 2016
Llega por fin el fin de
semana después de muchos días extraños. Días llenos de
desplazamientos dentro de la ciudad por motivos laborales y
personales. Reuniones, visitas al hospital y mucho calor. Al volver a
casa queda poco margen para todo aquello que no sea descansar. Ayudan
las cenas en el patio de casa y un rato de tele compartida (con los
últimos episodios de la sexta temporada de Juego de Tronos como
protagonistas absolutos de la semana). Poco a poco, las cosas se
ponen en su sitio y la preocupación se difumina.
Aunque en ocasiones me
queje del trabajo – de ahí el nombre de este diario – en lo
laboral soy afortunado: tengo un trabajo extraño que me suele
divertir y que me obliga a aprender constantemente. Por la naturaleza
asociativa de la institución para la que trabajo, mis jefes cambian
cada cierto tiempo y ahora estoy al final de un período. Los últimos
cuatro años he tenido la suerte de trabajar a las órdenes de Joan.
Han sido cuatro años de desafíos constantes, de proyectos que
parecían quijotescos pero que han llegado a buen puerto gracias a
una planificación brillante y a unos compañeros de viaje bien
elegidos, de éxitos brillantes, de cambios, de aprendizaje y reconocimiento...
pero también han sido cuatro años de trabajo duro, de pequeños –
y grandes - problemas que solucionar, de exigencia profesional y
entrega.
Han sido cuatro años muy
buenos y, pese a que estoy muy agradecido a Joan por todo lo que me
ha aportado tanto en lo profesional como en lo personal, ha sido él
el primero en agradecerme mi trabajo públicamente. Tengo mucha
suerte. Gràcies Joan!!
En el TNC vemos
“Daurrodó”, un espectáculo de Joan Baixas en colaboración con
Cildo Meireles. Y pese a la buena voluntad y a algún hallazgo
escénico, la colaboración entre dos universos creativos tan
diferentes - entre el teatro y el arte - no acaba de cuajar. Teatro y
arte tienen tempos distintos o el teatro debe tener un tempo, un
ritmo, que el arte no precisa. Ese es uno de los errores de
“Daurrodó”, seguramente no el único. Pese a todo, no es un
error su programación en el TNC. Una de las funciones del teatro
público debe ser potenciar la creatividad en los márgenes, la
experimentación y el mestizaje. Por desgracia, nada garantiza que la
creatividad con riesgo dé buenos resultados.
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