URTAÍN
Juan Cavestany, dirección Andrés Lima
Dejadme que empiece esta crítica por lo que debería ser el final. Hasta el día 22 de noviembre, en el Teatre Romea de Barcelona, tenéis la oportunidad de disfrutar de una sensacional obra de teatro y, aunque parezca mentira, no hay ostias por conseguir entradas.
1992. España vive un momento de grandes fastos y euforia no contenida. Cuatro días antes de la ceremonia de inauguración de los que serán “los mejores juegos olímpicos de la historia”, José Manuel Ibar – Urtaín –, olvidado, alcoholizado y abandonado por los que lo quisieron y los que se aprovecharon de él, se suicida lanzándose al vacío.
Con su muerte como punto de partida, la obra propone un viaje hacia atrás en el tiempo que nos lleva hasta su nacimiento 49 años antes.
En el viaje, la vida de Urtaín va unida al palpitar de un país del que es imagen y reflejo a la vez. No se entendería su figura sin echar una ojeada a la historia del país. Y es que la España de Urtaín es una España cutre, una España en blanco y negro que huele a sudor, la misma España que le utilizó y le abandonó a su suerte.
Urtaín es la historia de un juguete del régimen franquista, roto y abandonado, pero es también la evolución de un país desde la oscuridad de lo rural hacia el vacío de las ciudades modernas.
Pero Urtaín es, sobretodo, intensidad. La inmersión que hace Roberto Álamo en el José Manuel Ibar persona es brutal. Vemos también en su actuación al personaje – el Urtaín boxeador – pero siempre como parte inseparable de la persona que sufre e intenta seguir luchando.
Roberto Álamo está inmenso. Hacía tiempo que un actor no me transmitía tanto, que no disfrutaba de un personaje tan bien trabajado. Y sus compañeros de reparto están también a la altura. Marc Martínez está soberbio (su Pedro Carrasco es sensacional) y también me gustaron mucho Luís Callejo y Alberto San Juan... pero todos los demás (Luis Bermejo, María Morales, EStefanía de los Santos y Luz Valdenebro) están también muy bien. Y es que, aunque la obra tiene un buen guión que actúa como perfecto hilo conductor, Urtaín es teatro de actores, lleno de pequeños detalles y de intensidad emotiva.
Acaban de completar el conjunto una sobria pero eficiente escenografía (de Beatriz San Juan) y una efectista iluminación (Valentín Álvarez y Pedro Yagüe) que crea ambientes y momentos únicos.
Hay una frase que seguirá resonando en mis oídos durante mucho tiempo y que resume muy bien lo que el Urtaín de Animalario transmite: “Que he hecho yo, para que todo lo que hago sea tan sucio”.
Grandiosa. No os la perdáis.
2 comentarios:
Hola,
Ya se que hace siglos que no dejo un comentario, pero te sigo leyendo, aunque por el Google Reader.
Yo vi esta obra de teatro en una previa y me pareció estupenda. No he parado de recomendarla, aunque a decir verdad, sin éxito.
De Animalario hasta el rabo. Vaya, que me ha gustado todo lo que he visto.
Si me permites que ponga un enlace, todavía recuerdo con fruicción esta escena de ellos en otra obra: La boda de la hija del presidente.
http://www.youtube.com/watch?v=2a5IS-AmyzA
Si es fantástica... espero que con mi comentario - y con el tuyo - consigamos que alguien no se la pierda.
Miro ahora el enlace. Gracias.
Publicar un comentario