18 diciembre 2007

DIARIO DE UN OCIOSO
Domingo, 16 de diciembre de 2007


Sábado. Me levanto pronto, salgo con Cass a pasear y después aprovecho el madrugón para acercarme al mercado a comprar. Pese a que no voy al centro y me conformo con el mercado y las tiendas del barrio, me lo paso muy bien comprando a estas horas. Sin prisas, sin colas y con un ambiente casi festivo – todo el mundo está descansado y se nota – comprar es muy agradable.

Vuelvo a casa, desayuno con María José y entrego mis primeras horas del fin de semana a la causa de reconvertir Graceland. De un paisaje cubierto de pelos blancos pasará a ser una casa casi limpia. Cuando acabo, me da tiempo a ducharme antes de que lleguen Albert, Ester, María y Laura.

María José se ha encargado de ir a por la comida (unos fantásticos pollos a l’ast que nos rescatan de la cocina). Comemos entre amigos y, mientras las niñas dormitan unos dibujos animados en el sofá – convenientemente apartadas de Cass para evitar peleas territoriales -, alargamos la sobremesa.

Siesta. Con las fuerzas renovadas por el reparador sueño vamos al MNAC para disfrutar de la noche de puertas abiertas. Menos gente que en otras ocasiones (el frío y la lluvia seguro que han asustado a más de uno), un cuarteto de jazz tocando en la sala oval y las exposiciones abiertas hasta las 12. Aprovechamos para ver las exposiciones de Yves Tanguy, del objeto catalán a la luz del surrealismo, la de dibujos de Santiago Rusiñol, la de fotografías de Napper y, en la colección permanente, los Casas que tanto nos gustan.
Cervecita y jazz en las noches del Mnac

Al salir nos rodean largas colas de coches. El partido del Español, que juega junto al Museo, ha acabado. Decidimos volver a entrar y tomar algo en la sala Oval mientras disfrutamos de la música y del agradable ambiente.

Domingo. Tras el desayuno – deliciosos bikinis hechos al horno – cruzamos la Gran Vía para adentrarnos en el maravilloso mundo de los muebles suecos (también conocido como Ikea). Esperábamos encontrar una masa dominada por la fiebre del consumo navideño pero, a esta temprana hora, no hay demasiada gente y conseguimos lo que hemos venido a buscar sin demasiados problemas.

Por la tarde, tras la reparadora siesta, vamos al TNC para ver “La plaça del diamant”. La adaptación teatral de la obra de Mercè Rodorera es de Josep M. Benet i Jornet. I es precisamente la adaptación (o la interpretación que de ella ha hecho el director Toni Casares) lo que me parece más flojo del conjunto: demasiado narrativa, poco dramática, poco teatral y muy “televisiva”. Y es que demasiados años guionizando culebrones televisivos pasan factura.La Plaça del Diamant. David Ruano

Lo demás sensacional. Los actores están muy bien (sobretodo Sílvia Bel, Mercè Aranega y – siento debilidad por sus personajes – Carles Martínez), la escenografía (que aprovecha al máximo las posibilidades del TNC) impresionante, el ritmo (pese a que la obra dura 3 horas y 10 minutos – pausas aparte -) vivo...
No es una obra redonda, pero resulta entretenida y enriquecedora. Salgo con la sensación de que no he visto una obra de teatro, pero que he disfrutado de un buen argumento adornado con un espectacular montaje teatral (hay momentos casi mágicos). Sé que lo que digo es un poco contradictorio pero no encuentro otra manera de explicarlo, pese a que no es una buena obra de teatro, vale la pena disfrutarla.

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