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Talking Heads |
21 diciembre 2015
05 diciembre 2014
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30 abril 2014
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11 noviembre 2013
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20 junio 2013
DIARIO DE UN OCIOSO
Miércoles, 19 de junio de 2013
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07 mayo 2012
Foto: María José |
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17 mayo 2011
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24 agosto 2010
DIARIO DE UN OCIOSO
Domingo, 22 de agosto de 2010
Vacaciones, día 1
Por fin colgamos el cartel de vacaciones. Desayunamos en el patio como cada sábado pero hay electricidad en el aire y además parece que el día nos acompañará. Cargamos las maletas en el coche y salimos con destino a casa de mis padres para dejar a Cass. Una vez abandonada empieza el viaje hacia el hotel donde pasaremos todas nuestras vacaciones. Quince minutos después llegamos a nuestro destino. Hemos reservado una noche en el hotel Eurostars Anglí (Anglí, 60, Barcelona Tel. 93 206 99 44). Llegamos pronto y no tienen todavía preparada nuestra habitación. No importa, ya veníamos preparados y bajamos a esperar en la piscina. Un poco de lectura a la sombra de un árbol (sería una mala idea quemarse en el primer día de vacaciones) y un baño que despierta el apetito.
Cerca del Hotel encontramos el Restaurant Vivanda (Major de Sarrià, 134. Barcelona Tel. 93 203 19 18). No quedan mesas en el patio pero el interior es fresco, amplio y muy agradable. La carta del restaurante ofrece platillos y tapas, pedimos consejo y nos dicen que 5-6 platos sería suficiente. Buñuelos de bacalao (buenos), verduras al wok (deliciosas de sabor y en su punto), tataki de atún (espectacular), poche con patatas y “cansalada” (correcto) y arroz de sepia (estaba bueno pero dulceaba un poco). Nos ofrecieron pan con tomate y dijimos que si (una coca de vidre muy buena) pero al revisar la cuenta vi que, a parte de cobrar este pan también nos cobraron el otro pan que también trajeron sin pedirlo (el pan de la casa), un detalle feo que no empaña el resto de la comida. Postres (un ganaché y un coulant de chocolate), aguas, cervezas, cafés y una cuenta de casi 80 €. Caro para una comida de tapas pero no desorbitado por lo que nos han ofrecido, por el servicio y el local.
Salimos satisfechos y volvemos al hotel donde nos espera una agradable sorpresa. Como tienen las demás habitaciones ocupadas, nos han preparado la suite. Altos techos, una pared llena de ovejas para contar y una escalera que sube hasta nuestro solarium privado con jacuzzi. Baño, siesta y descanso. Estamos de vacaciones.
Empieza a oscurecer cuando salimos del hotel y paseando vamos a casa de Joan María y Marta que nos han preparado una cena estupenda. Torta del casar, una crema de calabacín muy buena y un filete con cebolla caramelizada delicioso. Muchas risas, gracias. Tras los postres aparece una botella de grappa. Mi vaso nunca está vacío pese a los esfuerzos que hago por vaciarlo. Sospecho que Joan María estaba tras la operación de rellenado asesino pero no puedo asegurarlo ya que mi estado – tras una abundante consumición de cerveza, vino y cava - y el humo del puro que me estaba fumando, me impidieron ver el asunto con la claridad que sería precisa para fundamentar una denuncia como la que estoy haciendo. Marta y Juan María nos acompañan al Hotel y, tras un nuevo baño en nuestro jacuzzi, nos vamos a dormir. La sensación de vacaciones es cada vez más grande.
Vacaciones, día 2 (y último)
La cama es enorme y hemos dormido muy bien. Nos levantamos y bajamos a desayunar. Con el segundo café en la mano subimos a la habitación para disfrutar de un último baño antes de dejar la habitación. Buenas vistas, sol y mucho calor.
Tras dejar la habitación seguimos descansando en la piscina del Hotel. Nos ha gustado, han sido muy amables y, si algún día se nos ocurre repetir las vacaciones en Barcelona, repetiremos.
Vuelta a casa, comida frugal, siesta, visionado de Battlestar Galáctica y viaje a casa de mis padres para recoger a Cass y cenar con ellos. Tortilla de patatas, croquetas, gazpacho y quesos. De regalo por dejarles a Cass nos llevamos el habitual surtido de cosas buenas para comer.
Aún en casa tenemos tiempo de despedir las vacaciones con un último capítulo de Battlestar Galáctica (el final de la tercera temporada). Por la noche los dos soñaremos con cylons
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10 junio 2009
DIARIO DE UN OCIOSO
Martes, 09 de junio de 2009
Viernes noche. Nos encontramos con muchos amigos en la fiesta de cumpleaños de Patry. La larga jornada laboral – que acaba de quedar atrás – se aleja sin dejar apenas rastro (algo de cansancio, un poco de mal humor...).
Sábado. Pese a nuestras indicaciones en sentido contrario, una serie de amigos (Clara, Roger, Jordi M., Patry, Carol, Quim y Toni) decidieron regalarnos un fin de semana en una casa rural el día que nos casamos. Hoy, después de muchos meses, partimos hacia Mas Els Terrats donde disfrutaremos de nuestro regalo.
El camino se hace duro – Cass no para de moverse y ladrar, el mapa que nos hicimos no era tan exacto como sería deseable y nosotros no estamos hechos para desplazamientos fuera de la ciudad – pero cuando vemos la casa todos nuestros males desaparecen.
Mas Els Terrats (Susqueda. Girona. Teléfono: 972 430112) está en Susqueda, totalmente aislada de la civilización, a orillas del río Ter y rodeada de bosques de encinas y castaños. Nuestra habitación es impresionante: espaciosa, cómoda, con entrada independiente y un balcón con unas vistas privilegiadas (que también podemos disfrutar desde la cama). Estaremos bien aquí.
Gloria y Koldo nos enseñan la casa, nos explican cuatro cosas y nos recomiendan un restaurante cercano donde no tendremos problemas por llevar a Cass que empieza a conocerse con Betty y Muxu – las dos perras de la casa -.
Desde nuestra mesa en el Restaurant del Coll (Susqueda. Girona. Teléfono: 972 190191) disfrutamos de una vista espectacular. Carnes a la brasa y sencillos entrantes. Todo bueno y abundante. Comemos y empezamos a disfrutar del fin de semana, el cansancio del viaje pronto se olvida. Un paseo por los alrededores nos permite disfrutar todavía más del entorno.
Vuelta a casa, siestas, lectura, paseos por los alrededores de la casa y descanso. Cuando se acerca la hora de cenar nos acercamos a la puerta de la casa y conocemos al resto de inquilinos de la casa.
No hay carta (el menú es fijo) pero por suerte Koldo cocina de miedo y la cena resulta deliciosa (ensalada, un pastel de berenjena con salsa de tomate que me obliga a repetir, lenguado con salsa de gambas y un sorbete de frutas). Los cafés – con tertulia incluida - lo hacemos en el porche de entrada a la casa.
El silencio y la oscuridad nos acompañan en el camino hacia nuestra habitación. Ha sido un día largo y estamos cansados.
Domingo. Nos levantamos pronto y, antes de desayunar, salimos a pasear con Cass. Cerca de la casa el río se ensancha y corre tranquilo aprovechamos para jugar con Cass que – tras algunas dudas iniciales – no para de nadar. Desayunamos mientras planeamos la jornada. Gloria nos recomienda un paseo para hacer con Cass. Le intentamos hacer caso pero nos equivocamos y acabamos en Sant Martí Sacalm desde donde – sin saber donde vamos – empezamos a caminar hacia el Santuari de la Mare de Déu del Far. El camino no es tan fácil como al principio parecía – sube bastante – y nos demos cuenta de que nos hemos equivocado, pero decidimos continuar. El restaurante que hay en la cima nos salva y – de nuevo disfrutando de espectaculares vistas – nos tomamos una cervecita con patatas que nos hace recuperar fuerzas y fe.
El camino de vuelta es más tranquilo – es lo que tienen las bajadas – al llegar estamos tan cansados que no tenemos ganas de buscar restaurante y acabamos en un bar de Amer comiendo un bistec con patatas y una ensalada. Vuelta a casa, paseo con Cass, Muxu y Betty (con baño incluído) y descanso.
El resto de inquilinos ya han dejado la casa con lo que estamos solos con Gloria y Koldo. En el porche de la casa hablamos con ellos de todo un poco, se está muy bien y la botella de cava que hacen aparecer por arte de magia hace que todo sea todavía mejor. Como siempre que llegamos a una casa rural que nos gusta, fantaseamos con la posibilidad de vivir así. Sabemos que sólo es un fantaseo teórico pero es muy agradable.
La cena – hoy solos en la mesa gigante del comedor – resulta todavía mejor que la de ayer (ensalada, un rissotto de setas brutal, solomillo con mostaza y frutas con chocolate). Delicioso, abundante y muy agradable. María José y yo hablamos mientras disfrutamos de las últimas horas de este privilegio.
Cafés y más tertulia mientras los perros juegan a nuestro alrededor (descansan más que juegan). Gloria y Koldo nos explican historias de la casa y nos divierten con anécdotas vividas en los años que llevan viviendo aquí. Nos quedaríamos más tiempo pero, aunque ahora parece mentira, mañana hay que trabajar.
Lunes. Nos levantamos en Mas Els Terrats, paseamos y desayunamos. Después habrá que volver a casa e ir a trabajar. Pero ahora no lo parece. Hemos estado muy bien en la casa de Gloria y Koldo (seguro que volveremos). Muchas gracias (a todos) por vuestro regalo. Ha sido genial disfrutarlo.
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10 marzo 2009
DIARIO DE UN OCIOSO
Martes, 10 de marzo de 2009
Hace poco más de un año mis tíos y mis primas nos regalaron un par de talones de hotel. Buscando el plan perfecto fuimos dejando pasar el tiempo y, por fin, este fin de semana pasado decidimos disfrutar del generoso regalo. El destino: Tarragona.
Sábado: Desayunamos leyendo el periódico y empezando a hacer planes para los dos días que nos esperan. Pese a estar a poco menos de una hora y pese a ser punto de paso cada vez que vamos más al sur, hace muchos años – desde que éramos niños – que no paseamos por Tarragona, por lo que este fin de semana descubriremos una ciudad nueva.
Dejamos a Cass en casa de Eli y Cesc que una vez más se encargarán de mimarla más de lo necesario y salimos con destino a Tarragona. El hotel, el Husa Imperial Tarraco, está situado justo delante del mar y, pese a que las instalaciones no son nuevas, resulta una de las mejores opciones para disfrutar de la ciudad (con vistas espectaculares incluídas).
Nada más salir del hotel bajamos unas escaleras y nos encontramos con los restos del anfiteatro romano.
Hacemos algunas fotos y disfrutamos de las explicaciones del guía de un grupo turístico. Hemos comprado una entrada combinada que permite la entrada a diferentes edificios e instalaciones lo que nos permite organizar nuestra visita a la ciudad. El guía que está en la entrada del Anfiteatro es extremadamente eficiente y simpático. Sin que lleguemos a pedírselo nos traza en un mapa un recorrido ideal que iremos haciendo a lo largo del día. La Casa Canals es impresionante y, después de leer “Los Buddenbrock”, encontrarse con una casa burguesa decorada según la moda de la época es reencontrarse con el libro y la visita me impresiona (de nuevo los guías nos sorprenden por su entrega y simpatía).
Después de tanta cultura es imprescindible un poco de descanso. Mi intención es tomar algo en el Tòful (Arc de Sant Bernat, 4. Tarragona Teléfono: 977214216 (un histórico de la ciudad que me a recomendado Jordi G. que, todo hay que decirlo, es co-propietario del local) pero la terraza está a tope y nos sentamos en la terraza del vecino “El Vermouth del Ares”. La elección resulta un error. Caro y con uno de los peores servicios que hemos sufrido últimamente (el camarero está volcado con una mesa ocupada por turistas extranjeros que parecen tener más poder adquisitivo, olvida el resto de las mesas que nos vemos obligados a llamar su atención o prescindir de él entrando dentro del local a pedir en repetidas ocasiones) no resulta la mejor opción en la plaza. Pese a ello un aperitivo al sol siempre resulta agradable y disfrutamos de él.
Después del aperitivo seguimos nuestro paseo por las estrechas calles que rodean la Catedral y hacemos un menú en un sencillo restaurante (no cogí tarjeta y no me quedé con el nombre).
Volvemos al Hotel para hacernos con nuestra habitación – antes no la tenían preparada – y vemos que, pese a no tener balcón, si que tenemos vistas (al mar, a las ruinas del circo y a la ciudad vieja). De vuelta a la calle visitamos las ruinas de El Circo, del Pretorio (ambas a pocos metros del Hotel), las murallas romanas y la Casa Castellarnau (de nuevo una guía complementa nuestra visita con una generosa explicación sobre el ocaso de la familia, un lujo al que no estamos acostumbrados y que se agradece).
La siesta nos ayuda a recuperar fuerzas para afrontar la noche. Antes de salir aprovecho para hacer un par de fotos nocturnas de las vistas desde la habitación. Nos acercamos al Tóful para ver si nos encontramos con Jordi. En vez de él, me reencuentro con Estel, antigua compañera de trabajo que también está de visita. Hacemos una tapa y seguimos nuestro paseo descubriendo rincones, locales y calles nuevas. Al final hacemos una cena tardía en un bar de la plaza del Ayuntamiento cuyo nombre no quiero recordar.
Domingo. Hacía tiempo que no veía salir el sol. La privilegiada vista de la que disfrutamos me lo permite y es uno de esos pequeños placeres que siempre resulta extraordinario. Nos levantamos pronto y nada más salir a la calle una paloma me recuerda que hoy será un día afortunado. A partir de ahora todo irá a mejor. Compramos el periódico y desayunamos en un bar de la Rambla Nova mientras lo leemos tranquilamente (en “El País” disfruto del artículo de Mario Vargas Llosa sobre la necesidad de un Museo de la Memoria en Perú).
Visita al Foro de la Ciudad que nos deja una sensación diferente (cierto estado de dejadez, olor a orín de gato, carteles de época franquista y un aire de piedras abandonadas que no se respira en el resto de monumentos romanos). Bajamos hasta El Serrallo y damos un largo paseo por la playa.
De nuevo en el Barri Alt decidimos entrar en los Museos. Entramos en el de Art Modern y en el Arqueológic antes de sentarnos a hacer una tapa en la plaça del Fòrum.
En los alrededores de la Catedral hay un mercadillo de trastos y disfrutamos paseando y mirando.
Para comer hemos escogido “El Llagut” (Natzaret, 10 Tarragona. Teléfono: 977 228938). El restaurante es pequeño y agradable y tiene una fabulosa terraza en la calle.
Hacemos unos entrantes (mejillones y canaillas a “la llauna”) y un arroz de galeras que no resulta tan bueno como esperábamos (pese a estar especializados en arroces parece – si me equivoco lo siento – que utilizan la misma base para todos los arroces con lo que, en el nuestro no se notaba el sabor de las galeras).
Al salir nos encontramos, por fin, con Jordi G. y tomamos una cervecita en su compañía. La conversación, en la terraza del Tòful y con el sol como valor añadido, resulta el colofón ideal para la tarde.
Vuelta al hotel, siesta y lectura. No hay fuerzas para más. Salimos para cenar algo en el restaurante más cercano al Hotel. Un chino que espero olvidar pronto y del que seremos los únicos clientes del día.
Lunes. Vuelta a Barcelona, reencuentro con Cass y vuelta al trabajo. El fin de semana ha sido tan fabuloso que no cuesta volver a la rutina laboral. Las pilas están cargadas.
Gràcies pel regal. L’hem gaudit molt.
Escrito por xavi a las 9:58 a. m. 2 comentaris
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04 febrero 2009
DIARIO DE UN OCIOSO
Miércoles, 04 de febrero de 2009
Lunes. 6:15 AM. Suena el despertador y, aunque he pasado mala noche por culpa de un incipiente resfriado, me levanto de buen humor. Miramos por la ventana y disfrutamos de un paisaje totalmente nevado. Por suerte no hemos venido en coche y no tendremos que bajar la cuesta que lleva al hotel con miedo de patinar.
Dejamos el Resguard dels Vents – nuestra casa durante estos últimos dos días – agradecidos por el trato recibido y por lo mucho que hemos disfrutado (y aconsejándoles – si algún día leen esto -, que mejoren ciertos aspectos: fuera la tele del bar, un poco más de atención en el Spa y más cuidado al recoger las habitaciones – unos periódicos ordenados encima de la mesa no se pueden tirar a la basura. Por cierto, si alguien me puede dejar el Babelia del sábado que me lo guarde-).
En la puerta nos recoge el taxista – habíamos quedado previamente con él – que nos acerca a la estación. Hace mucho frío pero por suerte la sala de espera – con calefacción – esta abierta. El viaje de vuelta a Barcelona es horrible y el retraso de más de 40 minutos sobre la hora prevista. Suerte que en el Hotel nos han dejado preparado un kit de desayuno que nos comemos en el tren.
Reencuentro con Cass – que ha disfrutado durante todo el fin de semana de los mimos de Eli y Cesc - y vuelta a la rutina. Trabajo y poco ocio. De nuevo la zanahoria del fin de semana que se adivina al final del viernes, nos sirve de motivación para tirar del carro con fuerza.
Hace muchos años – supongo que fue en La Clave (cómo lo echo de menos) – vi por primera vez “Gates of Heaven” de Errol Morris y entonces me impactó por la novedad que suponía. Vista hoy – la película es de 1978 – conserva todo su valor. “Gates of Heaven” es la primera película de Errol Morris y supone una nueva manera de afrontar el género documental. “Gates of Heaven” trata el tema de los cementerios de animales pero realmente está hecha de pedazos de vida, de fragmentos de pequeñas realidades que nos muestran una sociedad, una manera de vivir y una época. Hay más verdad en cada uno de los minutos de Gates of Heaven que en todos los informativos de nuestras televisiones en una semana. Una lección para los “maestros” del “mueve más la cámara para que parezca más real”, para los adoradores de la gonzo-realidad y para todos los que creen que el ritmo del relato consiste en añadir muchos planos de corta duración. Empiezo con ella mi ciclo Errol Morris que continuará al ritmo que la mula lo permita.
Escrito por xavi a las 10:57 a. m. 0 comentaris
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01 febrero 2009
DIARIO DE UN OCIOSO
Domingo, 1 de febrero de 2009
Hoy hemos decidido disfrutar a tope del Hotel y, como en el regalo nos incluían la entrada al Spa, esa será nuestra única obligación hoy. Pero antes de empezar hay que hacer acopio de fuerzas en el buffet de desayuno mientras leemos el periódico y vemos como las nubes juegan con las montañas que nos rodean.
El Spa del Hotel está a pocos metros de nuestra habitación y, aparte de tener de todo: piscina climatizada, baño de hidromasaje, sauna, baño de vapor, ducha escocesa, pediluvio, mármoles calientes, duchas de contraste...,
tiene una pared de cristal tras la que se extiende una vista fabulosa. Tumbado en la hamaca veo como las nubes avanzan por el paisaje, es una visión hipnótica que cautiva. Un rato de lectura, un baño, un momento de encanto con el paisaje, un circuito de hidroterapia... la mañana pasa lenta y placenteramente. Disfrutamos de este paraíso del lujo solos o con muy poca compañía. A mediodía volvemos a la habitación donde también tenemos bañera de hidromasaje para seguir disfrutando de esta terapia de curación mientras en la calle llueve y hace frío.
Siestas, un rato de escritura (la conexión wifi de la que disponemos en la habitación me permite colgar este diario), lectura (sigo enredado en un “Árbol de humo”), y un pequeño aperitivo con las viandas locales que compramos ayer son las agotadoras actividades que ocupan nuestras horas hasta que decidimos volver a la zona de Spa para regalarnos otra larga sesión de cuidados intensivos. Nos volvemos a la habitación cuando la presencia de niños jugando en la piscina restan encanto y tranquilidad al local..
Tras otro rato de relax volvemos a cenar en el restaurante del hotel. Esta vez sopas de primero (la mía de cebolla, de albóndigas la de María José) y cordero al horno y pasta de segundo. De postre comemos una tarta de manzana muy buena y original (el encargado de los postres tiene pasión por la pasta brick y en esta tarta queda muy bien).
De nuevo la cena resulta muy agradable.
Mientras estábamos cenando ha empezado a nevar. Mañana, cuando salgamos muy pronto con destino a Barcelona, atravesaremos un paisaje blanco.
Moltes gracies pel regal, ha sigut fantàstic poder gaudir d’aquests dos dies en un hotel fantàstic on tot han sigut atencions. Un petó molt gran.
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DIARIO DE UN OCIOSO
Sábado, 31 de enero de 2009
Han pasado muchos años – más de 25 – desde la última vez que estuve en Ribes de Freser. Mis recuerdos de aquellos finales de verano en compañía de mis abuelos, seguramente no tendrán nada que ver con lo que voy a encontrarme. Pese a eso tengo esa extraña sensación que tenemos cuando volvemos a los lugares en los que fuimos felices.
El viaje confirma mis temores. Lo que recordaba como una aventura es ahora un rutinario viaje en un tren de cercanías. Cómodo – no tan rápido como sería deseable – y funcional, el anodino viaje nos ocupa un par de horas.
Poco después de salir de la estación y mientras empezamos a buscar la manera de llegar hasta nuestro hotel – no hay taxis, ni buses, ni ninguna indicación que nos guíe – la nostalgia me asalta al encontrar el hotel – cerrado por temporada baja – en el que pasé aquellos veranos de hace tanto tiempo. Allí está la piscina – ahora llena de bidones de plástico que la ayudarán a superar las inclemencias climáticas del invierno – y el jardín tal y como los recordaba (algo más pequeños que en mis infantiles recuerdos, pero no tan distintos pese a los años que han pasado desde entonces). También están los ventanales – cerrados como el hotel – tras los que, por las tardes, nos atrincherábamos con una Fanta en la mano para jugar a cartas y a ajedrez.
Superado el momento de nostalgia y la desorientación que tenemos, encontramos el camino hasta el hotel que no está tan cerca como creíamos. La excursión – sobretodo en su tramo final – es larga pero el esfuerzo queda recompensado al llegar a nuestra habitación.
La habitación que han reservado para nosotros (es un regalo de cumpleaños que no hemos podido disfrutar hasta cinco meses después) es una suite fabulosa en el hotel Resguard dels Vents (Cami de Ventaiola, s/n. Ribes de Freser Tel. 972 72 88 66).
Grande, espaciosa, con los techos altos y un ventanal inmenso que da a la montaña y al pueblo que se ve chiquito a nuestros pies.
Hacemos nuestra la habitación y salimos de excursión con destino a Nuria. La estación del cremallera está a los pies de la cuesta que sube al Hotel. Pocos minutos después llegamos tras ver como un trenecito salía de ella poco antes de llegar. Esperamos cincuenta minutos haciendo un aperitivo en un par cercano lleno de parroquianos.
El viaje en un Cremallera prácticamente vacío es muy agradable. En Nuria hace frío y pese a que hace tiempo que no pisamos nieve, el hambre nos aprieta y decidimos comer en el Hotel (no hay demasiadas más opciones). El buffet del Hotel Serhs Vall de Nuria parece a priori una opción válida pero el resultado no puede ser más desilusionante. Servicio casi inexistente (y cuando aparece – cosa extraña – resulta graciosillo y poco atento), comida triste (a medio camino entre la de escuela y la de hospital), un ambiente desolador y un precio insultante son las características de las que hace gala este restaurante. Nosotros no repetiremos pero espero que leer esto sirva de aviso para otros hambrientos incautos.
De nuevo en marcha – poco reconfortados por el alimento ingerido – decidimos coger el telecabina que sube hasta el albergue del Pic d’Aguila. La meteorología nos ha dejado sin vistas y tras pisar la nieve y tirarnos un par de bolas, emprendemos el largo camino de vuelta a Ribes. Allí damos una vuelta, compramos alguna cosa por si el hambre aprieta en la habitación del hotel y me reencuentro con otros paisajes urbanos que me traen recuerdos de mi infancia: el paseo junto al río, el cine que ahora parece cerrado pese a que mantiene las carteleras – vacías – junto a la puerta, alguno de los bares a los que mis abuelos me llevaban a hacer el aperitivo...
Llamamos al taxista (el único del pueblo) para que nos suba al hotel pero no está en Ribes. Está lloviendo y la subida hasta el hotel es larga y pronunciada. Llamamos al Hotel y nos envían un coche que nos rescata y nos devuelve a nuestra habitación.
El día se apaga y, estirado en el sofá veo como las luces del pueblo se van encendiendo. Como en todo el pueblo se oye ruido de agua y el lejano silbido del cremallera que llega cargado con los últimos esquiadores.
Cenamos en el Hotel. De primero verduras a la brasa que no pasan del correcto. María José ha elegido mejor y su revuelto de ajos tiernos, espárragos y gambas está muy bueno. Pero cuando parece que las expectativas depositadas en la cocina del Hotel no se van a cumplir, aparecen los segundos y empezamos a disfrutar de verdad. La merluza de María José está de miedo pero mi atún a la plancha – con dos mermeladas y aromatizado con sal maldon tostada – es de los mejores que nunca he comido. Espectacular.
Acabamos compartiendo un postre con mucho chocolate que sirve de colofón para una buena cena.
Hora de ir a dormir. Estamos cansados después de muchas horas y muchas actividades. Mañana más.
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07 noviembre 2008
DIARIO DE UN OCIOSO
Sábado, 1 de noviembre de 2008
CRÓNICAS MEXICANAS IX
Por la mañana, y gracias a María José, recupero el ánimo que durante algunos momentos de la larga noche me ha faltado y me dispongo a seguir disfrutando del viaje. La incertidumbre aprieta y – de tanto en tanto volverán las preocupaciones por los – ocho- compañeros despedidos y por mi propio – incierto – futuro.
Pero hoy salimos para hacer una de las etapas del viaje que más ilusión nos hace: Patzcuaro en el día de muertos.
Amador nos deja un coche para hacer el viaje. El coche – algo sucio y un poco cascado nos recuerda a nuestro coche (que, quiero recordar, no es nuestro pese a que hace más de tres años que lo cogimos prestado). La marcha atrás se sale sola y – cuando intentamos poner el aire acondicionado somos semienterrados por una nube tóxica. Pese a eso el viaje es muy tranquilo. Buenas carreteras y poca gente en ellas. Casi cuatro horas después de salir (horas amenizadas por la selección musical de un cd que ya está en el equipo del coche y que nos permite cantar temas de Bee Gees, Boney M, Demis Roussos, Baccara, Neil Young, Stones, Carpenters, The Mamas and the Papas...) llegamos muy cansados.
Por suerte aparcamos en la puerta del hotel (La Parroquia. Plaza Gertrudis Bocanegra, 24 Patzcuaro)
situado en el centro de la población. El hotel es precioso y todas las habitaciones dan a un patio interior con fuente. Dejamos los trastos y salimos a comer; antes de sentarnos a la mesa del restaurante atravesamos el ruidoso mercado que está junto al hotel y otro de artesanía que ocupa toda la Plaza Grande (la plaza donde está nuestro hotel es conocida también como la Plaza Chica).
Comemos – estupendamente bién – en el restaurante La Surtidora (Portal Hidalgo, 71 Patzcuaro).
La surtidora es una mezcla de restaurante y tienda de abarrotes (junto a nuestra mesa, en las altas estanterías, hay botellas de tequila, vinos, otros licores y conservas de todo tipo). La comida – típica mexicana – es muy buena y el local – situado en una casa del siglo XVII – es encantador.
Después de comer – y delante de la larga noche que nos espera – nos regalamos una larga siesta en el Hotel.
El ambiente en Patzcuaro es impresionante. Todo el pueblo es un enorme mercadillo lleno de vida.
Ha oscurecido ya pero las calles siguen igual de llenas, las terrazas de los restaurantes y los puestos de comida callejeros también.
Cenamos en el restaurante del Hotel (un buffet - de comida mexicana - un poco triste y que no nos satisface) y salida hacia la isla de Janitzio. La isla, en el centro del lago Patzcuaro, es el lugar donde – tradicionalmente – más se celebra la noche de muertos.
Llegamos al muelle en un pesero (camioneta–autobús cuyo billete – que no pagamos por descuido – cuesta 5 pesos). El muelle está lleno de gente, música y fiesta. Hacemos cola para comprar el pasaje y abordamos una gran barca (con 70 personas más). Hace frío junto al lago pero por suerte hemos venido preparados con ropa de abrigo. Media hora después – rodeados de adolescentes que ya están de fiesta – llegamos a Janitzio. La isla está llena de puestos de comida, bebida y – sobretodo – de fiesta.
Empezamos a subir por las empinadas calles hasta el panteón donde los indígenas están empezando a llegar con sus ofrendas. La flor cempasúchil es la base de las bonitas ofrendas que llenan de color la noche. Olor a copal, a humo de velas y solemnes velatorios que – por desgracia – contrasta con la fiesta de algunos que no quieren respetar esta bella tradición indígena purepecha (que dice que en esta noche las almas de los familiares fallecidos tienen licencia para bajar a la tierra. Durante dos noches (la del 31 para los niños y la del 1 para los adultos) los purepechas velan a sus familiares en los cementerios compartiendo con ellos sus alimentos preferidos).
El cementerio está a rebosar. Hubiera sido mejor buscar un cementerio menos famoso – en cualquiera de las pequeñas poblaciones que rodean el lago - para poder vivir más esta noche ya que aquí en Janitzio nos mezclamos los que queremos ver y experimentar una tradición ancestral y los que han venido a beber y bailar y se han encontrado con esto. Los dos somos invasores de un ritual que no nos pertenece pero la actitud es diferente.
Dejamos el cementerio y – sin saber bien porqué – subimos al monumento que corona la isla. Aquí la fiesta es total y, como no es lo que buscábamos esta noche – pese a que el ascenso ha sido largo, volvemos a bajar inmediatamente.
Ahora el cementerio está algo más tranquilo y el ambiente es más respetuoso. Las velas iluminan la escena llenando de magia la noche. El olor del humo del copal sigue dominando el ambiente. Pasamos un buen rato respirando su aroma mientras imaginamos lo que sería la celebración sin tanto espectador ocioso como nosotros.
Volvemos al hotel rehaciendo el camino (esta noche funcionan los transportes ininterrumpidamente) y – esta vez si – pagando el “pesero”. La experiencia ha sido maravillosa pero mi recomendación para todos los que quieran vivirla es que se alejen de Janitzio y busquen un cementerio más recogido.
Escrito por xavi a las 9:54 a. m. 0 comentaris
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