29 noviembre 2022

DIARIO DE UN OCIOSO
Martes, 29 de noviembre de 2022


Fin de semana con muchas visitas en Graceland. Con Bimbo como perro residente, hemos celebrado un par de comidas con mi madre, mi tía y Digna y con Pablo y Elena. Paso el fin de semana junto a los fogones y sentado a la mesa. No está nada mal compartir comida y Graceland con familia y amigos.

Sigo recibiendo herencias vinílicas. En este caso, Digna me deja una pesada bolsa que tendré que ir escuchando las próximas semanas. Ahora mismo suena el “Stay tuned” de Chet Atkins. 

16 noviembre 2022

DIARIO DE UN OCIOSO
Miércoles, 16 de noviembre de 2022


Pese a que llevo días sin escribir, estoy contento con el ritmo de posteo de este año. Algún periodo de silencio más largo de lo que me gustaría, cosas que se quedan en el tintero, historias que me gustaría desarrollar más y no se o no quiero dedicarle el tiempo preciso… La posibilidad de un final abrupto planea de tarde en tarde. Superaré las crisis hasta que, un día, dejaré de hacerlo… y de escribir aquí.

He recuperado la lectura de “Los vencejos” de Fernando Aramburu. Su lectura quedó pausada el día que murió mi anterior libro electrónico. Cuando recuperé el libro, tiempo después, ya estaba leyendo otro y fui postergando el momento de reemprender la lectura (que me obligaba, primero, a buscar el punto exacto en el que la tecnología me dejó colgado). Aramburu escribe muy bien y, en algunos momentos, su lectura me ha fascinado. En otros momentos, he sentido que el libro me llevaba sin rumbo fijo. Y al final, la sensación que me deja es de cierto vacío. Más bien escrito, que buen libro.

Días también de reencuentros con amigos. Reencuentros que apetecían. Con Yoli y Rafa. Con David, Iola, Víctor, Laura, Jordi P., María, Àlex “el Niño”, Maika y Quim.

Días, por último, de mucho trabajo. Los descansos se alternan con periodos laborales que me hacen desear otras vacaciones. La rueda del hámster, o la rueda de la fortuna de Ignatius J. Reilly.

01 noviembre 2022

DIARIO DE UN OCIOSO
Martes, 1 de noviembre de 2022


Viernes. María José me regalo un viaje para mi cumpleaños. Salimos de Barcelona con destino a la primera parada: Colera. Dejamos las cosas en el Hotel y salimos a comer algo. La mayoría de restaurantes ya han cerrado y, los que no lo han hecho, no son capaces de prepararnos nada. Tras un paseo intentando que nos den algo para comer, tenemos que acercarnos a Llança para hacernos con un bocadillo.

En el Hotel La Gambina (Passeig Marítim, 5. Colera. Teléfono 972128112) tenemos una habitación con terraza frente al mar. Leo mientras María José dibuja. Calma. Antes de cenar en el mismo hotel, damos un paseo por la playa. Y tras la cena, un paseo por un pueblo en el que todo el mundo parece dormir.

Sábado. Desayuno frente al mar antes de salir de ruta. La idea es ir bordeando la costa hasta llegar a Gruissan. La primera parada, Portbou, nos ocupa mucho más de lo esperado. Paseamos por la playa, por la decadente estación y por el, no menos decadente, pueblo. Edificios que reflejan tiempos mejores, cierto caos constructivo… disfrutamos paseando sin prisas.



Seguimos por la costa parando en algún mirador y dejando pueblos para una ocasión mejor. En Banyuls-sur-Mer hacemos una parada. Adaptarse a los horarios de comidas es imprescindible, pero nos cuesta. Paseamos y buscamos donde comer. Lo haremos (muy bien) en Le Quintessence (2 rue Edouard Branly. Banyuls-sur-mer). No hay local al margen de la cocina, las mesas están en una estrecha calle y el chef se encarga de todo (tomar nota, cocinar, servir…) y, pese a eso, todo fluye a buen ritmo. Producto de temporada y de cercanía, bien tratado y con presentaciones atractivas. Somos los últimos clientes de la temporada. Tras servirnos los cafés, Le Quintessence cierra por vacaciones (o eso entendemos).

De vuelta al coche, decidimos dejar la costa para llegar a Gruissan.

Nuestro hotel, Sunrise Beach Hotel (1 Avenue des Courlis. Gruissan) también está frente al mar. La playa está llena de Kite surfers. Hace calor. Parece verano. Paseos por Gruissan, lectura en nuestra terracita frente al mar, cena en Le Breizh d’Oc y copa en el bar del Hotel. La sensación de vacaciones no puede ser más grande.

Domingo. Las nubes no nos dejan disfrutar de lo que el nombre del hotel anuncia. Salimos a pasear por la larga playa. Nos cruzamos con algún corredor, unas bañistas valientes, gente que pasea perros y perros felices. Empezar así el día es un lujo al que no siempre tenemos acceso. Al volver de nuestro paseo, nos espera un buen desayuno.



Vuelta a la carretera. Parada en Narbona para visitar la inacabada catedral y dar un paseo por callejuelas desiertas. Seguimos por carreteras secundarias y paramos en Capendu. El pueblo está prácticamente desierto pero encontramos un delicioso café (Café de la terrasse. Capendu) donde – previo aviso de que hoy no sirven comida – nos sirven una cerveza. En la terraza que da nombre al café, dibujamos y leemos mientras a nuestro alrededor no pasa absolutamente nada. En la única mesa ocupada, a parte de la nuestra, un par de parroquianos (uno parece ser del café) hablan tranquilamente. Estamos bien. Cae una segunda cerveza y en la calle sigue sin pasar nada.

Arrancamos de nuevo tras un paseo por las calles del pueblo. Llegamos a Carcassonne, dejamos los trastos en el hotel (Hotel du Pont Vieux. 32 Rue Trivalle. Carcassonne) y salimos a hacer de turista. Subimos al castillo. Demasiada gente, demasiadas tiendas… el lugar es fantástico y una visita guiada seguro que nos gustaría mucho… pero no es lo que nos apetece.

A cambio, damos un paseo por el cementerio que resulta mucho más tranquilo. Tras una siesta reparadora, cenamos (jodidamente pronto) en el Restaurant le 37 (37 Rue Trivalle. Carcassonne). Después decidimos pasear por la otra orilla del río. Calles desiertas y poco a ver. Pese a eso disfrutamos del paseo.
 

 
Lunes. Hemos dormido con la ventana abierta (en noviembre, en Carcassonne). Silencio casi absoluto sólo roto por la fuente que hay en el patio del hotel y el viento moviendo el bambú del jardín. Decidimos desayunar en el jardín en vez de hacerlo en el pequeño comedor. El día no puede empezar mejor.

Es hora de iniciar el retorno a casa. Volvemos por autopista y, poco después de cruzar la frontera, paramos en Camallera. Paseo y parada técnica en el Bar Lluís (que es estanco, quiosco, bar, el local para hacer la primitiva, punto de encuentro…). Nuestra intención era comer algo en Camallera, pero el restaurante está cerrado y salimos a buscar algo por los alrededores… Sant Mori, Saus… acabamos de nuevo en Camallera haciendo un menú en un bar de carretera. Volvemos al coche para poner punto y final a nuestro viaje y a mi regalo.

Martes. Ya de vuelta en Graceland, montamos el altar de muertos. Hoy pasaremos el día con Tony, con Hernan y con Cass.