DIARIO DE UN OCIOSO
Jueves, 12 de marzo de 2009
He llegado al final de la segunda entrega de la serie “Millenium” de Stieg Larsson con la misma impresión que me dejó la primera. Los libros de Stieg Larsson son buenos “best seller” pero están lejos de esa pátina de literatura de calidad que algunos se han empeñado en otorgarles. Si lo que se anda buscando es diversión y entretenimiento sin más, tanto “Los Hombres...” como “La chica...” cumplen totalmente su propósito. Y pese a su acercamiento a las películas de George A. Romero tengo ganas de leer la tercera y última entrega.
Y empiezo “Lo que sé de los vampiros” con una sensación agridulce.
Es la última vez que me enfrento a una novela nueva de Francisco Casavella. Nunca más tendré esta sensación con un libro suyo y sé que la voy a echar mucho de menos. Durante años he esperado sus novelas y las he disfrutado página a página. Saber que no habrá más, amarga el deslumbrante inicio de “Lo que sé de los vampiros”. Me quedará – eso siempre – la relectura de todas sus novelas, cosa que estoy seguro que haré en un futuro no muy lejano.
El otro día, paseando por Tarragona – poco antes de la hora del aperitivo – encontramos encima de un container un número considerable de ejemplares de La Vanguardia del día. No cogimos ninguno porque en el Museu Nacional Arqueològic de Tarragona acabábamos de coger uno de otro montón dispuesto con esa función.
Siempre había oído hablar de subvenciones encubiertas en forma de compra de ejemplares pero nunca me había encontrado con un ejemplo tan claro. Me parece un gasto inútil que un Museo (o la Generalitat que es la responsable de su gestión) regale ejemplares de un periódico y aún me parece más inútil el dinero gastado en los ejemplares que – a la hora de comer – adornaban un container de Tarragona.
No sé si los dos episodios tienen relación o no. Si que coincide el periódico subvencionado y la desproporción de la compra. Un ejemplo más de como se malgasta el dinero público en la compra de voluntades.
12 marzo 2009
10 marzo 2009
DIARIO DE UN OCIOSO
Martes, 10 de marzo de 2009
Hace poco más de un año mis tíos y mis primas nos regalaron un par de talones de hotel. Buscando el plan perfecto fuimos dejando pasar el tiempo y, por fin, este fin de semana pasado decidimos disfrutar del generoso regalo. El destino: Tarragona.
Sábado: Desayunamos leyendo el periódico y empezando a hacer planes para los dos días que nos esperan. Pese a estar a poco menos de una hora y pese a ser punto de paso cada vez que vamos más al sur, hace muchos años – desde que éramos niños – que no paseamos por Tarragona, por lo que este fin de semana descubriremos una ciudad nueva.
Dejamos a Cass en casa de Eli y Cesc que una vez más se encargarán de mimarla más de lo necesario y salimos con destino a Tarragona. El hotel, el Husa Imperial Tarraco, está situado justo delante del mar y, pese a que las instalaciones no son nuevas, resulta una de las mejores opciones para disfrutar de la ciudad (con vistas espectaculares incluídas).
Nada más salir del hotel bajamos unas escaleras y nos encontramos con los restos del anfiteatro romano.
Hacemos algunas fotos y disfrutamos de las explicaciones del guía de un grupo turístico. Hemos comprado una entrada combinada que permite la entrada a diferentes edificios e instalaciones lo que nos permite organizar nuestra visita a la ciudad. El guía que está en la entrada del Anfiteatro es extremadamente eficiente y simpático. Sin que lleguemos a pedírselo nos traza en un mapa un recorrido ideal que iremos haciendo a lo largo del día. La Casa Canals es impresionante y, después de leer “Los Buddenbrock”, encontrarse con una casa burguesa decorada según la moda de la época es reencontrarse con el libro y la visita me impresiona (de nuevo los guías nos sorprenden por su entrega y simpatía).
Después de tanta cultura es imprescindible un poco de descanso. Mi intención es tomar algo en el Tòful (Arc de Sant Bernat, 4. Tarragona Teléfono: 977214216 (un histórico de la ciudad que me a recomendado Jordi G. que, todo hay que decirlo, es co-propietario del local) pero la terraza está a tope y nos sentamos en la terraza del vecino “El Vermouth del Ares”. La elección resulta un error. Caro y con uno de los peores servicios que hemos sufrido últimamente (el camarero está volcado con una mesa ocupada por turistas extranjeros que parecen tener más poder adquisitivo, olvida el resto de las mesas que nos vemos obligados a llamar su atención o prescindir de él entrando dentro del local a pedir en repetidas ocasiones) no resulta la mejor opción en la plaza. Pese a ello un aperitivo al sol siempre resulta agradable y disfrutamos de él.
Después del aperitivo seguimos nuestro paseo por las estrechas calles que rodean la Catedral y hacemos un menú en un sencillo restaurante (no cogí tarjeta y no me quedé con el nombre).
Volvemos al Hotel para hacernos con nuestra habitación – antes no la tenían preparada – y vemos que, pese a no tener balcón, si que tenemos vistas (al mar, a las ruinas del circo y a la ciudad vieja). De vuelta a la calle visitamos las ruinas de El Circo, del Pretorio (ambas a pocos metros del Hotel), las murallas romanas y la Casa Castellarnau (de nuevo una guía complementa nuestra visita con una generosa explicación sobre el ocaso de la familia, un lujo al que no estamos acostumbrados y que se agradece).
La siesta nos ayuda a recuperar fuerzas para afrontar la noche. Antes de salir aprovecho para hacer un par de fotos nocturnas de las vistas desde la habitación. Nos acercamos al Tóful para ver si nos encontramos con Jordi. En vez de él, me reencuentro con Estel, antigua compañera de trabajo que también está de visita. Hacemos una tapa y seguimos nuestro paseo descubriendo rincones, locales y calles nuevas. Al final hacemos una cena tardía en un bar de la plaza del Ayuntamiento cuyo nombre no quiero recordar.
Domingo. Hacía tiempo que no veía salir el sol. La privilegiada vista de la que disfrutamos me lo permite y es uno de esos pequeños placeres que siempre resulta extraordinario. Nos levantamos pronto y nada más salir a la calle una paloma me recuerda que hoy será un día afortunado. A partir de ahora todo irá a mejor. Compramos el periódico y desayunamos en un bar de la Rambla Nova mientras lo leemos tranquilamente (en “El País” disfruto del artículo de Mario Vargas Llosa sobre la necesidad de un Museo de la Memoria en Perú).
Visita al Foro de la Ciudad que nos deja una sensación diferente (cierto estado de dejadez, olor a orín de gato, carteles de época franquista y un aire de piedras abandonadas que no se respira en el resto de monumentos romanos). Bajamos hasta El Serrallo y damos un largo paseo por la playa.
De nuevo en el Barri Alt decidimos entrar en los Museos. Entramos en el de Art Modern y en el Arqueológic antes de sentarnos a hacer una tapa en la plaça del Fòrum.
En los alrededores de la Catedral hay un mercadillo de trastos y disfrutamos paseando y mirando.
Para comer hemos escogido “El Llagut” (Natzaret, 10 Tarragona. Teléfono: 977 228938). El restaurante es pequeño y agradable y tiene una fabulosa terraza en la calle.
Hacemos unos entrantes (mejillones y canaillas a “la llauna”) y un arroz de galeras que no resulta tan bueno como esperábamos (pese a estar especializados en arroces parece – si me equivoco lo siento – que utilizan la misma base para todos los arroces con lo que, en el nuestro no se notaba el sabor de las galeras).
Al salir nos encontramos, por fin, con Jordi G. y tomamos una cervecita en su compañía. La conversación, en la terraza del Tòful y con el sol como valor añadido, resulta el colofón ideal para la tarde.
Vuelta al hotel, siesta y lectura. No hay fuerzas para más. Salimos para cenar algo en el restaurante más cercano al Hotel. Un chino que espero olvidar pronto y del que seremos los únicos clientes del día.
Lunes. Vuelta a Barcelona, reencuentro con Cass y vuelta al trabajo. El fin de semana ha sido tan fabuloso que no cuesta volver a la rutina laboral. Las pilas están cargadas.
Gràcies pel regal. L’hem gaudit molt.
Escrito por xavi a las 9:58 a. m. 2 comentaris
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