DIARIO DE UN OCIOSO
Sábado, 26 de abril de 2014
Hoy toca ponerse el disfraz de turista. Subimos a Montmatre
bajo la lluvia y damos una vuelta primero por la zona más turística y luego, ya
solos, por el otro Montmatre. Bajamos paseando y acabamos con visita al cementerio
Saint Vicent de Montmatre y al cementerio de Montmatre. Lluvia y cementerios…
nuestros viajes son cada vez más alegres.
Nos reponemos en el metro camino de Le Marais. Paseamos
entre tiendas modernas y escaparates creativos, entramos en el pequeño mercado
de Les Enfants Rouges y empezamos a buscar un lugar donde comer. Le Carreau du Temple
es un antiguo mercado reconvertido en espectacular y polivalente centro
cultural. Acaban de abrir y su restaurante, Le Jules (2 rue Perrée. París),
abre hoy por primera vez. Todavía no tienen carta definitiva y la que nos
entregan se anuncia como de pre-apertura. La comida está buena y el marco es
espectacular. El servicio es amable pero poco profesional… hoy es el primer día…
seguro que aprenden. En París las mesas
suelen estar muy juntas – excesivamente juntas en muchos casos – y aquí la
separación entre ellas es la adecuada, se agradece. Un lugar “cool” para comer
en París. El único pero es que, mientras comemos, escuchamos las pruebas de
sonido del concierto de jazz de esta noche mezcladas con la música ambiental
del bar. La mezcla resulta desagradable ya que no te permite escuchar bien
ninguna de las dos músicas.
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Al salir seguimos nuestro paseo hasta la hora de la siesta.
Salimos del Hotel con la intención de hacer fotos “de
turista” para instagramar. Y el lugar de París ideal para hacerlo es la Tour
Eiffel. Al salir del metro nos sorprende un espectacular arcoíris y una de
aquellas luces que mejoran cualquier foto. Momento de locura espectacular,
carreras de un lado a otro para conseguir el mejor encuadre… felicidad
turística.
Cruzamos el Sena para continuar haciendo fotos, el día lluvioso ha
dejado paso a una luz espectacular, hemos tenido suerte.
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En el Palais de Tokio Thomas Hirshchorn ha realizado una
gigantesca obra de arte. Flamme Eternelle es una instalación que durará 52
días. Olor a neumáticos (hay 15.000 utilizados para diferenciar diferentes
espacios), aire viciado, espacios cambiantes por la participación del público,
artistas invitados que intervienen en la obra de Hirshchorn, filósofos
invitados a hacer aportaciones en los debates que se organizan diariamente, un
bar, un teatro-agora donde tienen lugar discusiones, un micrófono donde
diferentes lectores leen un libro, sofás envueltos con cinta de embalar
situados delante de televisiones donde ver películas sacadas de una videoteca,
la redacción de la publicación diaria que se distribuye gratuitamente, caos y
orden, una biblioteca, rotuladores a disposición del público, grandes placas de
poliuretano donde esculpir, conciertos y actuaciones… una locura que,
naturalmente, nos encanta. Espectacular, imprescindible.
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Volvemos caminando por unos Champs Elysees con las tiendas
ya cerradas y vacíos de gente. Seguimos hablando de la exposición que acabamos
de visitar, de arte y – influenciados por alguno de los lujosos escaparates que
nos rodean – de las marcas que tienen tienda aquí.
Vuelta al Hotel. Decidimos cenar en el Hotel pero el comedor
está a tope y nos ofrecen sentarnos en la barra del bar. Dudamos, pero el
cansancio es tal, que al final decidimos quedarnos. El Restaurant Edgar (Rue
d’Alexandrie, 31 París) tiene una carta extraña en la que se mezclan platos,
platillos y tapas. Todo – incluso una gigantesca morcilla que esconden bajo el
pseudónimo de pudin vasco está delicioso. El restaurante está decorado con un
aire vintage en el que el lujo y lo cotidiano se mezclan con gusto. El servicio
es joven, divertido y muy amable. El ambiente es fenomenal con más público
local que “guiris” como nosotros. El precio es medio-alto… pero estamos de
vacaciones. Hora de ir a dormir.