DIARIO DE UN OCIOSO
Domingo, 4 de octubre de 2015
Suena el “Adelante Bonaparte” de Standstill. Acabo de
desayunar y con el segundo café aún en la taza, me pongo a escribir. Es domingo
y, después de muchos días de tensiones, sustos, sorpresas desagradables, dormir mal y
sinsabores (todas relacionados con el trabajo) puedo relajarme un rato.
No es el único momento de calma del que he disfrutado estos
últimos días (unos diez desde que escribí la última entrada). Hace una semana
vino Alejandro a pasar un par de días con nosotros en lo que ya es una
tradición anual. Y como todas las tradiciones, esta también está cargada de
actos que se repiten: Una cena de quesos (Brillat savarín, Stilton, Tronchon,
Manchego, Comte, Zelu Koloria, Timbal y algo de embutido), una visita al Ugarit,
algo de turisteo (no demasiado), una peli… una buena manera de conversación.
El fin de semana acabó con el esperado resultado de unas
elecciones que, lejos de disipar el cansino panorama político que nos rodea, nos
deja con la incómoda sensación de que seguiremos inmersos en el día de la
marmota en el que – entre unos y otros – han decidido instalarnos.
Y el jueves, en Apolo, Standstill ponen fin a una brillante
carrera con un concierto en el que repasan su discografía ante un público
totalmente entregado. Es el penúltimo concierto. Ayer sábado, también en Apolo,
se despidieron definitivamente. Emocionantes, intensos, emotivos, brillantes,
con la precisión de las máquinas bien engrasadas… tema tras tema, Standstill
nos recordaron porqué son parte de la banda sonora de una generación. Me gustó
estar ahí, corear alguno de los temas que me acompañan y disfrutar por última
vez de su fantástico directo. Los echaremos de menos.

Lo he explicado más de una vez. Tengo suerte y, en
ocasiones, lo laboral y el ocio se funden y me permiten disfrutar mientras
trabajo. En el Teatrino del Conservatorio del Liceu disfruto del concierto que
ofrece David Carabén dentro de “La Festa
del Roser” que organiza “Amics de La Rambla. La propuesta del líder de Mishima
es ideal para un escenario pequeño y mágico como es el Teatrino. Acompañado de
Marc Lloret al piano y de Pablo Fernández a la trompeta, Carabén reinterpreta
alguno de los temas más conocidos de Mishima y otros que normalmente no
aparecen en el setlist de la banda. Junto a ellos, nos regalan sorprendentes
versiones – todas en catalán – de temas de Neil Hannon, Serge Gainsbourg y
Randy Newman y algún poema de Joan Vinyoli musicado.
Sigue sonando Standstill. Su música, quizá ya siempre, se
une a las imágenes que el concierto del jueves me dejó.