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17 junio 2018


DIARIO DE UN OCIOSO
Domingo, 17 de junio de 2018

Cass me despierta y salgo a comprar el periódico y el desayuno. En mi paseo me encuentro con varios walking deads recién salidos de los últimos conciertos del Sónar. Yo no estoy mucho mejor, soy un señor mayor y las fuerzas ya empiezan a estar justas.

Sónar 2018. Sábado, día 3

Cuando llego al recinto del Sónar día, Ydvst han transformado el SonarVillage. Ambiente acogedor. Apetece un aperitivo a la sombra.

Sigo con ritmos tranquilos de la mano de la francesa Oklou y rompo el entorno acogedor con la apuesta oscura y reivindicativa de Pina + Gnomalab. Buena sesión reforzada por una de las mejores visuales que veré en esta edición del Sónar.

También reivindicativo es pasarse por el escenario donde está anunciada la actuación de Valtònyc. No me interesa nada su música, pero es necesario pasar por delante del escenario vacío que el festival ha tenido a bien mantener. Echo en falta una declaración, un mensaje claro para despistados y no informados.

Vuelvo al mismo escenario, poco después, para ver a Mow. Sus temas suenan a banda sonora de David Lynch… me gustan.



Reservo fuerzas para poder ir por la noche a disfrutar de unos LCD Sondsystem pletóricos. Pese a que me están gustando mucho, abandono el concierto un rato para ver a Lanark Artefax en el escenario vecino. Ya de vuelta en el escenario principal, veo el final del concierto de LCD Soundsystem y me doy un paseo hasta casa.

Ha sido un buen festival. Felicidades por el aniversario y espero seguir cumpliendo años con vosotros.

16 junio 2018


DIARIO DE UN OCIOSO
Sábado, 16 de junio de 2018

Sónar 2018. Viernes, día 2

Han hecho falta 25 ediciones para que finalmente consiga arrastrar a María José al Sónar. El entusiasmo que transmito cuando lo explico, finalmente la ha convencido pese a que la música electrónica no está entre sus preferencias.

Con ella y con Jordi P. recorremos el recinto del Sónar día sin un objetivo concreto: recorremos escenarios, testeamos intervenciones del Sonar+D, vemos un poco de Refree, nos estiramos en una cúpula para ver un espectáculo de luces y sonido, entramos en el decorado de una película espacial (ser astronauta está sobrevalorado, son pobre gente metida en un zulo inmundo), nos encontramos con amigos, conocidos y saludados, intentamos ver – sin éxito – a Rosalia, vemos fragmentos – breves - de las actuaciones de Sophie y Liberato, nos comemos una crepe – María José – y unas patatas – yo - , subimos a una plataforma para hacer una foto decepcionante, chocamos a oscuras con más gente desorientada en Despacio, caminamos, hablamos, reímos, hacemos fotos…


No la he convencido. El año que viene, Jordi P. y yo volvemos a estar solos. Quizá en 25 años lo vuelva a intentar.

Por la noche, ya sólo, me acerco al Sonar Noche para ver el concierto de Gorillaz. Empiezo lejos pero, poco a poco, me acerco al escenario. En las distancias cortas es donde los conciertos se viven con más intensidad y el de Gorillaz se acaba convirtiendo en una fiesta tremenda. Derroche de medios y de talento. El concierto de los de Damon Albarn, a cara descubierta y con invitados de lujo como los De La Soul, entra de lleno en mi top ten particular de conciertos del Sónar noche.


Después del concierto, pletórico, contento… con Clint Eastwood todavía metido en la cabeza…  toca deambular un poco con una cerveza en la mano. Es pronto, pero ya tengo mucho que llevarme a casa. Lo dejo por hoy. Dicen que ha empezado el Mundial… ya habrá tiempo para todo.



15 junio 2018


DIARIO DE UN OCIOSO
Viernes, 15 de junio de 2018

Sónar 2018. Jueves, día 1

Ser el primero en actuar en un festival no es fácil. Cuando el primero de los músicos de The Venopian Solitude sube al escenario, delante del mismo sólo hay cuatro personas (y no es un decir). Show must go on… el concierto arranca y el público empieza a llegar y en el segundo tema, ya somos muchos los que disfrutamos de una propuesta fresca, sorprendente y tremendamente divertida. Primeros bailes, felicidad expansiva… ha empezado el Sónar… y gracias a este grupo de Malasia… ha empezado muy bien.

Tengo algunos conciertos marcados… pero hoy es un día de pasear por los escenarios y descubrir propuestas en el Sónar+D. Un poco de Oscar Mulero, una pizca de Yuzo Koshiro i Motohiro Kawashima, algo de Little Simz, unos cuantos temas de Putochinomaricón y un concierto de Jenny Hval en el SonarComplex y sus cómodas y mullidas butacas.



Pero el concierto del día, del Sónar de este año y, si me apuráis, de los 25 años de festival… vuelve a estar protagonizado por El Niño de Elche. En ediciones anteriores, también en el SonarComplex, ya he disfrutado de dos actuaciones antológicas – una más festiva, otra más reivindicativa, ambas brillantes – de  El Niño de Elche. Este año, como venía acompañado del bailador Israel Galván, me esperaba algo más tranquilo, más ortodoxo… 



...pero El Niño de Elche es único y sus actuaciones son siempre sorprendentes. Flamenco, electrónica, baile, plataformas vibradoras,  María de la O,  ironía, reivindicación, duende, Antonio Machado, fuerza, magia, dildos que también vibran y sirven para marcar ritmo, baile, intensidad, carcajadas y pelos de punta… un concierto único, irrepetible, impresionante… una maravilla más que añadir a las muchas cosas buenas que le debo al Sónar. Salgo impactado y tremendamente agradecido… el Sónar ha enviado en esta edición un mensaje al espacio exterior, pero el marciano lo tienen en casa desde hace años… y que siga.



No me quedo a ver a Laurent Garnier… después de El Niño de Elche & Israeel Galván, todo será pequeño.




14 junio 2018


DIARIO DE UN OCIOSO
Miércoles, 14 de junio de 2018

Hoy empieza la 25 edición del Sónar.

Lo malo de los aniversarios con números redondos, es que nos obligan a hacer balance. Seguramente, ya he contado esto mil veces (con matices, contradicciones y cierta pesadez de abuelo contando batallitas pasadas), pero como el Sónar cumple 25 años, la nostalgia me empuja a escribir con cariño sobre él.

Aterricé en el Sónar por casualidad. El festival incluía una feria discográfica y me interesaba contactar con los sellos para una emisora de radio que habíamos montado con unos amigos. La música electrónica me parecía entonces algo ajeno, algo relacionado con la fiesta, las drogas, Ibiza y las macrodiscotecas. Esa primera edición me descubrió que la música electrónica era mucho más, que también era cultura,  y consiguió que empezara a considerarla como un género musical rico y lleno de matices.

Tras la primera edición vinieron años de descubrimientos portentosos: Las exposiciones en el CCCB (precursoras de lo que ahora es Sonar+D), los conciertos en el pabellón de la Marbella (no fui al Sonar noche cuando se hizo en Apolo pero en aquel pabellón junto a la playa, vi que el Sónar, aparte de cultura, también era fiesta… y que fiesta), los primeros chill-outs como algo exótico, lujoso y casi incomprensible, grupos, bandas, dj’s, artistas sónicos y visuales… y un buen día,  tras seis o siete ediciones,  me cansé y dejé de ir (otros intereses, otras rutinas… la vida).

El trabajo me hizo volver hace 12 años (en 2007)… y descubrí que todo seguía – evolucionado, mejorado, sobredimensionado – donde lo había dejado. Recuperé sensaciones y vivencias en un recinto de día que, poco a poco, se nos quedaba pequeño. El Sonar noche sí que tenía un marco nuevo que funcionaba y era cómodo. (y ahora no vivo lejos y voy caminando). Viví con escepticismo al principio, y con entusiasmo después, el traslado del Sonar de día a un marco más frío, pero mucho más funcional y cómodo. Estoy viviendo la eclosión del Sonar+D que un buen día fagocitará al Sónar. Y ahí sigo, año tras año, disfrutando de un festival que es mucho más que música.

Sólo tengo agradecimiento para el Sónar: para los tres locos que se lo inventaron (y que demostraron que no era locura sino visión de futuro), para el personal de prensa y el resto de personal del festival, para los artistas que me han hecho vivir momentos intensos y para los que, con su actuación desastrosa, me han dado tema de conversación… ¡Gracias por estos 25 años! ¡He aprendido mucho y me he divertido más!

No puedo acabar esta crónica sin dejarme a un elemento que ha estado presente en la mayoría de mis Sónar. Le he llamado elemento (y según como, no es una mala definición) pero es una persona: Jordi P. Con él hemos vivido conciertos, horas de trabajo, muchas cervezas, comidas malas en el recinto y mejores fuera, fotografías, incursiones en las exposiciones y en el Sónar+D, conversaciones sobre música y sobre el universo y sus contingencias… y este año, seguro, volveremos a compartir buenos momentos. Ens veiem demà Jordi!

31 mayo 2018


DIARIO DE UN OCIOSO
Jueves, 31 de mayo de 2018

En el Centre d’Art Tecla Sala el Sónar repasa 25 años de imagen corporativa. “Ni flyers ni posters” es un viaje alucinante, nostálgico e irónico a 25 años de nuestra historia. La  visita, guiada por Sergio Caballero – codirector del Sónar y responsable de la icónica imagen del festival -, me trae recuerdos cercanos y lejanos. Una exposición que, lejos de centrarse en el producto, es una invitación a disfrutar del proceso creativo y su evolución. Se puede visitar hasta el 23 de junio. Y vale la pena. 

También cargado de nostalgia – sobre todo para María José – ha sido el último viaje a Albocàsser- La excusa era vaciar un trastero lleno de viejas cajas. El resultado, un viaje hacia atrás en el tiempo lleno de sorpresas y dulces recuerdos compartidos por toda la familia. El resto del tiempo del viaje, como suele ser habitual, estuvo marcado por las comilonas excesivas y a todas horas.

He leído la segunda entrega de Episodios de una Guerra Interminable, el lector de Julio Verne, de Almudena Grandes. Fantástica novela. Seguiré.

19 junio 2017

DIARIO DE UN OCIOSO
Sábado, 17 de junio de 2017
Sónar, día 3

Tras una mañana de perezas – yo – y de mucho dormir – Alejandro – nos acercamos, de nuevo pronto, al recinto del Sónar. Antes de entrar visitamos el Pabellón Mies Van der Rohe para ver – sobretodo escuchar y sentir - la instalación de Mark Bain. El artista capta con sensores sísmicos las microvibraciones que recorren los materiales con los que está hecho el Pabellón. Estas vibraciones son amplificadas – mucho – y reproducidas por un sistema de altavoces. Esto también es Sónar y es una de las cosas que lo convierten en un festival único en el mundo.

Las primeras horas siempre son tranquilas. Primera cerveza con Jordi P, comida en el Village, algún vistazo a los escenarios que ya están funcionando… Un poco de Animic, una pizca de Joe Goddard… y, en una actuación que prometía más de lo que nos ofrece, vemos a Oblique con Carlos Bayona. Su sonido ochentero no nos aporta demasiado y, tras unos cuantos temas, nos vamos a ver a Gaika. Pese a que abusa del autotune, su actuación es contundente. Dancehall y hip hop de alto voltaje con un sonido crudo e industrial. Pese a que se pueden encontrar paralelismos por los parámetros musicales en los que se mueven, Gaika está a años luz de la actuación de CTangana (a la que me arrastra Alejandro, demasiado tarde descubro que es uno de los Agorazein que ya sufrí en el Primavera Sound de este año  ). En Gaika todo es profesionalidad, preparación y talento, en CTangana  es vacío. Debo decir que entre el numeroso público, soy el único que lo ve así y el resto de la gente se lo pasa en grande.

Tras él tenemos una cita en la zona de realidad virtual donde me convierto en un dinosaurio, en un gorila, en un mono con cartera, en un dragón… y disfruto como un enano en un entorno virtual.


Queda ya poca energía. Fantástica actuación de Sohn para quemar las últimas reservas y vuelta a casa. Estoy agotado y, tras cenar, me retiro a dormir. Evidentemente, tampoco hoy habrá Sónar noche.

16 junio 2017

DIARIO DE UN OCIOSO
Viernes, 16 de junio de 2017
Sónar, día 2

Este año se nos ocurrió invitar a Alejandro a vivir el Sónar. No sé si podré llegar hasta el final pletórico de energía, pero seguro que será divertido. Llegamos pronto y aprovechamos las primeras horas para visitar Sonar Planta y la zona del Sónar+D que cada año ocupa más espacio y tiene más peso en el Festival. Aprovechamos también para hacer el primer recorrido de tanteo por los diferentes escenarios que empiezan perezosamente a despertar. Un poco de Juan Ingaramo (me gusta lo que escucho) y algo de SonarDome… no sabría decir quienes eran. La primera sorpresa musical nos la regala Jacques y su extraño peinado. Divertido, sorprendente e intenso nos ofreció uno de los conciertos del día.

Alejandro me arrastra a escenarios que no pisaría sin su compañía. Así acabo viendo a Bad Gyal. Su actuación, sin ser el despropósito de lo que me encontré ayer en este mismo escenario, no la guardaré entre mis mejores recuerdos musicales del Sónar. Recupero sensaciones – intensas, rozando lo salvaje - con la brutal agresión sónica y lumínica de Evian Christ. Su actuación en la edición de este año se recordará como una de las gozosas salvajadas del Sonar día.


Nos trasladamos al SonarComplex para ver la actuación de Nonotak. El dúo tiene un montaje impactante – en blanco y negro –. Alejandro se deja tentar por las mullidas butacas de la sala pese a que los decibelios y la fuerza de la actuación son notables. Rematamos, ya agotados, en el Village con Craig Richards. María José nos espera en casa con unas reparadoras pizzas. No habrá Sonar noche debido a la falta de fuerzas.

DIARIO DE UN OCIOSO
Jueves, 15 de junio de 2017
Sonar, día 1

Primeras horas en el Sónar. Primera cerveza (cara) y toma de contacto con la habitual sensación de día de la marmota que acompaña a las primeras jornadas de un festival conocido. Aprovecho para pasear entre escenarios y para convencer a amigos, conocidos y saludados (y a algún desconocido también) que no se pierdan la Phosphere de Daito Manabe.

Escucho a RayRay en el SonarDome y, pese a que la oferta gastronómica del Festival es muy decente, prefiero salir del recinto para comer en Il Golfo di Napoli. La pizza sigue siendo tan buena como siempre.

Vuelta al recinto para ver Entropy, un interesantísimo proyecto que une músicos, artistas y científicos. Me encuentro con Jordi P. Un poco de Daniel Brandt & Eternal Something, una pizca de Princess Nokia… con incredulidad asisto a la performance bizarra de Yung Beef (bases y voces pregrabadas bajo gritos que pretenden ser la actuación. Cero preparación, menos calidad... y sin embargo éxito de público. Debo estar haciendome viejo. Creo que, ante la posibilidad de disfrutar con semejante engendro, me alegro) y acabo la jornada con el sonido denso de Andy Stott, sin duda, lo mejor del día.


El Sonar es un excelente generador de endorfinas, una bomba de conocimiento que va directo a los centros de placer del cerebro. Una gozada única que tengo la suerte de tener en mi ciudad.

15 junio 2017

DIARIO DE UN OCIOSO
Miércoles, 14 de junio de 2017

Desde hace años, uno de los puntos imperdibles del Sonar es Sonar Planta, una instalación artística de gran formato que cada año sorprende. Este año se llama Phosphere.

Asisto a la presentación del artista japonés Daito Manabe y quedo fascinado. La instalación es interactiva y, en ciertos momentos del día, se reforzará con un espectáculo de danza que exprime hasta el límite las posibilidades tecnológicas de la instalación. Es una lástima que sólo esté disponible durante cuatro días y sólo para asistentes al Festival. Si eres uno de ellos, no dudes en visitarla.



María José no llega a tiempo tras un día complicado y asisto sólo al estreno de “Bodas de Sangre” en la Biblioteca de Catalunya / La Perla 29. Lo siento por ella, me lo paso genial.


Y tras tiempo sin hacerlo, vuelvo a introducir una de esas críticas – a lo Bret Easton Ellis en “American Psycho” – que rompen el ritmo y que son absolutamente prescindibles. Pero es que la obra lo pedía a gritos.

21 junio 2016

DIARIO DE UN OCIOSO
Domingo, 19 de junio de 2016

Sábado. Última jornada del Sónar 2016. Las fuerzas están justas con lo que decido adoptar una posición conservadora que me garantice llegar en condiciones a la noche. Antes de que llegue la tormenta, aprovecho para hacer las últimas fotos, las últimas cervezas y disfrutar del fantástico ambiente. Sólo me paro en el escenario en el que actúa Yung Lean y aunque su propuesta me parece floja, creo que su programación es todo un acierto. Los festivales necesitan rejuvenecer su público para no convertirse en un cementerio de elefantes (cada vez nos acercamos más a eso) y artistas como Yung Lean hacen esa necesaria función.


Y tras la tormenta y un descanso en casa, vuelvo al Sónar noche para echar el resto. El arranque de New Order me tienta pero consigo resistir sus cantos de sirena para poder ver a Mura Masa. Me encanta, no ha sido un error.

También divertido resulta el concierto de Santigold, está siendo una buena noche. A estas alturas, no obstante,las fuerzas ya están muy justas. Acabo mi noche – más pronto de lo esperado – en el SonarCar que Laurent Garnier ha puesto patas arriba.


Hora de cortarse la pulsera y hacer un balance que sólo puede ser positivo. El Sónar es un festival imprescindible. He visto buenos conciertos, he descubierto, he aprendido y lo he pasado bien. No se puede pedir más... quizá más resistencia física.


Domingo. María José y yo celebramos 26 años juntos. Lo hacemos en la playa, con amigos y sin el curso de paddle surf que habíamos planeado. No es una celebración especialmente romántica pero a los dos nos gusta. Ahora ¡a por 26 más!

18 junio 2016

DIARIO DE UN OCIOSO
Sábado, 18 de junio de 2016

Viernes hawaiano y de festival, nada puede ir mal. Llego pronto al recinto del Sónar Día para poder ver a Sobrenadar. No es fácil arrancar un escenario del Festival. El poco público que asiste a los primeros temas (poco a poco se irá llenando), consciente de eso, se acerca al escenario para arropar a la artista. Buena actuación. La falta de presencia escénica de la argentina queda suplida por altas dosis de talento y por temas que deambulan en los límites del pop y la electrónica.

Me encuentro con Jordi P. y – a veces con él y a veces sólo – paseo entre escenarios (algo de El Guincho que no me convence, un poco de Lloret Salvatge que sí que lo hace, una pizca de Ata Kak…), hago fotos, me como un arroz con curry de Massala 73, me encuentro con la dosis habitual de amigos, conocidos y saludados… en fin, lo habitual del Sónar Día.

En el Sonar Complex vemos la espectacular puesta en escena de Golden Bug & Desilence. Su V.I.C.T.O.R. es uno de esos espectáculos visuales que fascinan y que raramente se ven fuera del festival.

Y también en el Sonar Complex, tras una cola larga, llega el momento de volver a disfrutar de El Niño de Elche y Los Voluble. El nivel de expectativas, marcado por su actuación en la pasada edición del festival, está por todo lo alto. “En el Nombre de” arranca reivindicativo y en su primera parte te aprieta el corazón y la conciencia centrándose en el triste papel de nuestra sociedad, de nuestras leyes y de nuestros gobiernos ante los refugiados – políticos, por situaciones de conflicto bélico, económicos…- que buscan un lugar donde poder vivir. El Mediterráneo – ahora frontera – es también – debería decir todavía – campo de intercambio cultural y la música de todas sus orillas se alimenta de la de las otras.  El Niño de Elche, que recoge también esta tradición de influencias cruzadas, es grande generando emociones. Su cante atípico sale de dentro y su uso del micro como un elemento creativo añade registros insólitos a su actuación. La segunda parte de “En el Nombre de” no abandona la reivindicación pero adopta un tono más festivo. El público, entregado, lo agradecemos puestos en pie, bailando y pidiendo más. Un grandioso espectáculo que obliga a El Niño de Elche a volver el año que viene con una nueva y valiente propuesta… ahí estaremos para escucharlo.

Vuelvo a casa para cenar, ver un poco de fútbol y recuperar fuerzas.

Me acerco caminando al recinto del Sónar noche. Cruzo por el escenario donde Jean Michel Jarre arranca su actuación. Arqueología.


Anohni arranca su “Hopelessness” de la peor de las maneras. Ser artista debe ser fantástico, pero no justifica el maltrato al público. Sólo la paciencia de ese público maltratado, evito que la proyección de un larguísimo video introductorio no acabara en revuelta (poco faltó). Nada justifica esos quince incómodos minutos de espera. ¿Es parte del espectáculo? Pues, señora, el espectáculo es una mierda. Tras este irritante arranque, la cosa no remonta pese a las excelentes canciones y la fabulosa interpretación (que podría haber sido grabada y nadie hubiera notado la diferencia). Quizá me perdí algo importante, pero no me quedé hasta el final. Los espectáculos deben crearse pensando también en el público.

Ahogo las penas descubriendo el nuevo Sonar Car, una mega discoteca ochentera que hoy está en manos de Four Tet. Dará mucho juego. Mañana en manos de Laurent Garnier puede ser una bomba.



Y me voy al escenario grande para ver  el que será mi último concierto de hoy, James Blake. Acompañado en esta ocasión por dos músicos, James Blake nos regala un concierto impecable lleno de emotividad y fuerza. Uno de esos conciertos que se disfrutan de principio a fin. El listón de la noche está en lo más alto. No es cuestión de bajarlo. Hora de dejarlo hasta mañana.


17 junio 2016

DIARIO DE UN OCIOSO
Viernes, 17 de junio de 2016

Entrar en el recinto de un Festival al que ya has asistido tiene algo de Dejà Vu. Ha pasado un año y han cambiado cosas, pero de cierta manera tú no te has ido. Eso paso incluso cuando el Sónar – hace tres años – decidió cambiar su recinto por este nuevo y espacioso que ocupa ahora. Los primeros minutos son de reconocimiento, un paseo perimetral para interiorizar distancias, ubicaciones y contingencias.


Las primeras horas en el Sónar también son las ideales para visitar Sónar Planta. El proyecto de la Fundació Sorigué se ha convertido en tan sólo dos años en un enlace imprescindible entre el arte y el festival. Earthworks – título de la obra que proponen el colectivo británico Semiconductor (Ruth Jarman i Joe Gerhardt) – impresiona. La representación gráfica del sonido de la tierra en pantallas gigantes resulta una experiencia sensorial única. Una buena manera de empezar el festival. Seguro que volveré en más de una ocasión.



Los escenarios ya funcionan tímidamente. Paseo, veo fragmentos de actuaciones (The Spanish Dub Invasion, John Grvy, Strand…), me como un buen ceviche en la furgoneta de Ceviche 103, me encuentro a amigos, conocidos y saludados, descubro las propuestas tecnológicas del Sónar +D – parte esencial ya del Sónar - hago fotos y disfruto de la felicidad ajena que me rodea.

En el Sónar Complex veo el Field de Martin Messier. Arte, música, experimentación, tecnología… impactante. Actuaciones como esta convierten al Sónar en un festival único, en un festival imprescindible para entender presente y futuro de la música. También lo hacen actuaciones como la de James Rhodes. Con Chopin i la Chaconne de Bach en el programa, la música clásica se hace un lugar en el Sónar en una actuación emotiva que impacto por su delicadeza a un público festivalero acostumbrado a otros estímulos visuales y auditivos.

Recupero fuerzas, tras pasar por casa, cenando una pizza con María José en un restaurante del centro comercial que queda en el medio del camino que me lleva de casa al recinto del Sónar noche.

Me parece que en alguna ocasión ya lo he contado. Jordi P. es un tío de costumbres arraigadas y, por eso, encontrarlo en un concierto es fácil. Da igual que la asistencia sea masiva, no importa si el concierto ya esté empezado y Fatboy Slim lo esté petando en una sesión llena de subidones… yo sé dónde está Jordi y no me cuesta llegar hasta él. Más difícil me resulta llegar con la cerveza intacta.

Fatboy Slim sabe cómo hacer que la gente se lo pase bien. Su sesión es una explosión de felicidad medida al milímetro, una traca de música, ritmo e imágenes totalmente eficiente. La gente – con o sin ayudas químicas – parece feliz dejándose llevar por la fiesta que Fatboy Slim propone. Yo también lo disfruto, pero con poco más de una hora, yo ya tengo suficiente. Mañana será otro día y el Sónar promete otro saco de emociones.


16 junio 2016

DIARIO DE UN OCIOSO
Jueves, 16 de junio de 2016

Los hechos pre-diario (anteriores a julio de 2003) no suelen ocupar un lugar destacado en esta narración. No obstante, y llevado por la nostalgia, me dejo llevar en ocasiones para, con ayuda de la memoria, explicar momentos vividos y matizados por el tiempo y el autoengaño.

Hoy empieza el Sónar. Entro en la máquina del tiempo y me remonto a 1994 para empezar a recordar mi relación con este festival. El Sónar no era entonces el gigante en el que se ha convertido, más bien era un proyecto quijotesco que pretendía universalizar un tipo de música en ese momento encerrado en las salas de baile. Entré en el recinto del CCCB con curiosidad, descubriendo que detrás de la “música disco” (hasta entonces, en mi ignorancia, únicamente un producto de consumo fácil) había mucho más. El motivo principal de mi visita era la feria discográfica, pero acabé descubriendo todo un mundo.

Tras este primer enamoramiento, repetí  los años siguientes. La pasión por descubrir nuevas propuestas se mezclaba con una concesión al hedonismo. Pasear por el recinto del CCCB era agradable, hundirse en las catacumbas donde se exhibían extrañas propuestas tecnológicas toda una tradición, las cervezas al sol una delicia y escuchar buena música rodeado de gente feliz era totalmente adictivo. En el Sónar – muchas veces junto a Jordi P. con el que todavía hoy compartimos muchas horas de concierto – descubrí intérpretes, tendencias, estilos,  ritmos y conceptos hoy totalmente universalizados (como el “chill out” en aquel entonces una extravagancia curiosa pero muy placentera). Pese a todo, mi relación con el Sónar era casi profesional.

Años después – la memoria es frágil y engañosa – descubrí también el Sónar Nit (entonces no se llamaba así). Recuerdo la sensación de entrar en el Pavelló de la Nova Mar Bella y descubrir una gigantesca rave donde casi todo estaba permitido, la felicidad era intensa y las sensaciones vibrantes.
Llegó un momento en que mi carrera profesional me alejó del Sónar. Durante varios años lo tuve que seguir con interés desde la distancia con cierta envidia y con ganas de volver. Y fue el trabajo, de nuevo, el que me volvió a acercar al Sónar tras este paréntesis obligado.

Vuelvo al principio de esta concesión a la nostalgia: Hoy empieza el Sónar. Empiezan tres días de descubrimiento y diversión, tres días de concesión al hedonismo y al conocimiento, tres días mágicos para disfrutar de uno de los mejores festivales del mundo.  Habrá crónicas, pero hoy quiero aconsejaros que os acerquéis al Sónar con mente abierta y ganas de pasarlo bien.


21 junio 2015

DIARIO DE UN OCIOSO
Domingo, 21 de junio de 2015

Última jornada del Sónar de este año, las fuerzas ya están justas. Empiezo con El Niño de Elche vs. Los Voluble que se arrancan con una declaración de principios dedicándole el espectáculo a Guillermo Zapata. El Niño de Elche me deslumbró hace unas semanas cuando apareció en la actuación de Rocío Márquez en el Primavera Sound y se convirtió en uno de mis imprescindibles (habían pocos) en el cartel del Sónar. Y las expectativas creadas no se vieron defraudadas ayer. El Niño de Elche, acompañado por los Dj/vj Los Voluble, el guitarrista Raul Cantizano  y  Pablo Peña (Pony Bravo, Fiera) montó una “raverdial” (mezcla de rave y del flamenco tradicional de los Verdiales) intensa y cautivadora: música electrónica, flamenco, humor, recitados, crítica social, guitarra flamenca, posicionamientos políticos, experimentación, tradición reinterpretada, fiesta, modernidad, ranciedad, desfase y duende… “raver is the last man”. Sin lugar a dudas, mi concierto del Sónar 2015.


Con el trabajo ya hecho es hora de hacerse con una cerveza, encontrarse con Jordi P. y disfrutar del ambiente.

En el SonarHall (ese escenario en el que esperas que tras la cortina aparezca el enano bailarín de Twin Peaks) Evian Christ ofrece una actuación espectacular en la que los efectos visuales comparten protagonismo con la música.


Vuelta a casa y descanso antes de enfrentarme a la última sesión de noche.

Cuando llego al recinto del Sónar (caminando, como estos últimos años) Duran Duran están acabando su actuación, una especie de Karaoke gigantesco con la participación de un público entre nostálgico y desconcertado. El SonarCar es un escenario pequeño (situado junto a los imprescindibles autosdechoque) donde una actuación de Camela no desentonaría. Nunca hay demasiada gente y las fiestas que se organizan son notorias. Ayer disfruté con las actuaciones de dos Dj: por un lado Will Blake, impecable y tremendamente bailable y por otro Southern Hospitality que ofreció una selección de hip hop fiestero muy divertida.  Y antes del último concierto de la noche, tengo tiempo de ver parte del show de Flying Lotus.

Tras escucharlos en el “Hoy empieza todo” de Radio 3, tenía ganas de escuchar y ver a los PXXR Gvng. Y, aunque me hicieron reír y lo pasé muy bien, me decepcionó un poco un directo poco trabajado que sólo pudo convencer a conversos. Creo que no aprovecharon la plataforma para abrirse a nuevos públicos que supone uno de los mejores festivales a nivel mundial. Espero que mejoren y consigan acercarse en los directos al sonido que reflejan sus grabaciones.



Cierro una nueva edición del Sónar pronto mientras la fiesta aún continuará hasta que salga el sol. Paseando entre latas y botellas abandonadas por el público antes de entrar al recinto del Festival, pienso que han sido tres días intensos de descubrimientos musicales, buenos conciertos, organización impecable y buen ambiente. Me gustará volver el año que viene.

20 junio 2015

DIARIO DE UN OCIOSO
Sábado, 20 de junio de 2015

Empiezo el día – como contaba ya ayer – con mi primera visita al gimnasio en muchos años. Rodeado de extraños aparatos de uso incierto y aspecto amenazador, ando muy perdido. Por suerte es muy pronto y mi perplejidad pasa desapercibida para los habituales. María José acude en mi ayuda y me dirige hacia una máquina llena de botones y mecanismos. Subir y empezar a hacer ejercicio es ya para mí un extenuante ejercicio.

Sin embargo – y contra todo pronóstico – consigo hacerme con la maquina (o la máquina se hace conmigo) y, sin pena ni gloria, consigo mi objetivo (salir sin un rasguño de la experiencia).

Tras tareas de intendencia doméstica – largamente abandonada  por trabajo y por pereza -, como con María José en el Japonés de la puerta de al lado y me acerco al recinto del Sónar día. Mucha más gente que ayer – por desgracia muchos de ellos sin camiseta -, felicidad en el ambiente, mucho sol y calor. Lo de Vessel es una agresión que, como primer plato, cuesta digerir. En otro momento seguro que los disfrutaré, pero a estas horas y con los nigiris todavía en el estómago, necesito algo más suave.

Me lo ofrece Owen Pallett que, a pleno sol y armado con un violín, ofrece un concierto que destila talento a medio camino entre el pop de autor y  la electrónica. Ya preparado para sonidos menos fáciles, me encierro en el SonarComplex para escuchar a KTL. Sorprendentemente adictivos pese a que no son fáciles.

Llega la noche. Cena con María José en el Cañete Mantel. Ambiente de restaurante viejuno, una mesa agradable, buena comida (hicimos un completo menú de tapas) y la mejor de las compañías para celebrar una cena de hace 25 años en un restaurante ya desaparecido hace mucho (quizá, precisamente por eso, el recuerdo permanece sin interferencias ni ruidos).

Remato el día (de hecho ya es sábado) con un conciertazo de Die Antwoord. Poligoneros, sucios, musicalmente previsibles… grandiosos en directo. Los disfruté hace un par de años y no quería perdérmelos. Su directo se ha pulido y han cambiado un poco de salvajismo por trucos escénicos que funcionan como un cañón. Nada que objetar, el escenario principal del Sónar noche – muy lleno para verlos – vibró y bailó desde el primer al último tema de un concierto memorable.  



Queda mucho por ver y escuchar… pero el día ha sido muy intenso y es hora de volver a casa. 


19 junio 2015

DIARIO DE UN OCIOSO
Viernes, 06 de junio de 2015

Hoy hace veinticinco años que María José y yo decidimos que hacer este viaje juntos podía ser divertido. Y lo está siendo mucho.



Lo celebramos levantándonos a las seis para ir a nuestro nuevo gimnasio. De la experiencia – no tan traumática como algún desalmado puede pensar – de mi primera visita a un gimnasio en muchos años ya hablaremos otro día.

Jueves. Las mejores horas para disfrutar del Sónar siempre son las primeras. El Festival arranca perezosamente, hay poca gente y apetece pasear descubriendo las novedades que este año no son pocas. El Sónar +D poco a poco gana peso específico y tamaño. Una de las principales novedades es la implementación de un nuevo sistema de pago (una pulsera recargable cuyo uso resulta extremadamente cómodo y funcional).

Hora de descubrir las maravillas tecnológicas que se presentan en el Sónar +D, de embobarse en el montaje RGB / CMY Kinetic que Art + COM presentan en Sónar Planta gracias a la Fundació Sorigue, de hacerse con las primeras (y caras) cervezas y de deambular por los escenarios en busca de algo que destaque y me lo haga pasar bien.

Primera parada en la oscura sala del Sónar Complex para ver el espectacular montaje de Exotèric Continent. Continuo con el primer conciertazo del festival de la mano de Jupiter Lion que, a medio camino de la electrónica y el rock, nos lo hacen pasar muy bien. Recupero fuerzas con un bocadillo (de butifarra con kimchi) del Yango y acabo mi primera jornada del Sónar día en el escenario de la Red Bull Academy viendo a Courtesy y La Mvuerte.



Tras un paréntesis laboral, vuelvo a la carga por la noche después de cenar con María José. Encontrar a Jordi P. en un concierto no es muy difícil. Son muchos años y muchos conciertos y ubicarlo no es una tarea compleja. Nada más entrar, lo encuentro en su lugar habitual y, juntos, vemos el eficiente directo de The Chemical Brothers. Con el soporte de unos espectaculares audiovisuales, el nuevo show de The Chemical Brothers – con el que ayer empezaban gira mundial – es impresionante. El sábado repiten.