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01 noviembre 2008

DIARIO DE UN OCIOSO
Martes, 28 de octubre de 2008
CRÓNICAS MEXICANAS V


Salimos del hotel y desayunamos en un bar camino del bosque de Chapultepec. Es temprano y somos los únicos clientes. El bar es muy agradable y el frío de primera hora de la mañana queda suavizado por una estufa de exterior puesta dentro del local. Repito molletes que aquí también están muy buenos.
Después de desayunar volvemos a Reforma donde están expuestos los alebrijes que vimos desfilando hace un par de días y también una muestra de bancos que están más cerca del arte que del mobiliario urbano (la muestra se llama "diálogo entre bancas" o algo parecido).
Ya en el bosque nos acercamos al Museo de Antropología. Es inmenso y cuesta decidir por donde empezar la visita. Al final nos decidimos por la sala que contiene la excavación de Teotihuacan para así completar la visita de ayer.María José dibujando en el Museo
Aztecas, mayas, Olmecas, Toltecas... de todas las culturas precolombinas hay muchísimo. Demasiado para un sólo día. Un poco saturados (y muy impactados por alguna de las piezas expuestas)de tanta escultura, decidimos dejarlo después de tres o cuatro horas.

A pocos metros cruzando el parque está el museo de arte contemporáneo Rufino Tamayo. Por un lado vemos la exposición de las obras finalistas de la XIV bienal Tamayo (estructurada como un concurso de pintura). La mayoría de los cuadros expuestos son notables pero hay algunos que nos gustan mucho: las dos pinturas hiperrealistas de Adrian Procel González, el trabajo - más allá de la pintura - de Gabriel de la Mora con su obra "Pedro García Guzmán", el "Al dente" de Santiago Corral, la poderosa pintura expresionista de Fernando Aceves Humana y los apuntes de Hugo Lugo.
La otra muestra, bajo el nombre genérico de "Apariciones fantasmales. Arte después del movimiento chicano", muestra obras conceptuales, algunas de ellas muy interesantes. Es una suerte haber topado con estas dos muestras que nos han permitido tener un contacto variado con la escena artística mexicana actual.

Al salir nos vemos rodeados de ardillas que nos rodean buscando algo que comer. Acostumbradas a la presencia humana no nos tienen ningún tipo de miedo.

Vuelta al hotel cruzando la Zona Rosa - un barrio lleno de restaurantes y locales de todo tipo - y, de nuevo en Reforma, una muestra de ofrendas que calientan motores para el día de los muertos. Ya en el Hotel descansamos un rato y vuelta a la calle. María José quiere comer algo ligero después de tantas comidas copiosas y decidimos volver al café de chinos (que se llama La Nacional) para comer un bisquet con jamón. Pero cuando nos sentamos nos plantan delante una carta con menú y canviamos de planes. Por 35 pesos (poco más de 2 euros) nos ofrecen un primero, un segundo, café y postre. Sencillo pero bueno, yo como una sopa de lentejas, un plato de arroz y cecina (es carne de ternera cortada muy fina, no tiene nada que ver con nuestra cecina pero también es muy sabrosa). La comida en general es un poco más barata que en España, pero esto - que equivaldría a un menú en muchos de nuestros restaurantes - es económico incluso aquí.

Cerca del restaurante está la Torre Latinoamericana y decidimos subir al mirador desde donde tenemos una impresionante vista de DF que se extiende hasta donde alcanzan nuestros ojos. Hacemos fotos que no brillarán como el panorama lo merece debido al oscuro día y a la polución que oculta algunos barrios de la ciudad. Pese a todo es espectacular estar solos en el mirador del edificio contemplando la ciudad.

Vuelta a casa con parada para hacer una foto en el barrio chino y descanso. Mañana salimos hacia León.

31 octubre 2008

DIARIO DE UN OCIOSO
Lunes, 27 de octubre de 2008
CRÓNICAS MEXICANAS IV


Hoy María y Amador vuelven a León y nos dejan sólos en la gran ciudad. Sin su guía de estos primeros días, estos "paco-martínez-soria" que estamos hechos ahora andarían mucho más perdidos y no sabrían que hacer ni como moverse con algo de soltura.
Nos despedimos con un desayuno - otra vez generoso - en un "café de chinos". Yo pruebo los molletes (con queso y frijoles) que me encantan y a los que volveré - seguro - en más de una ocasión.
Hoy nuestro destino es Teotihuacan. Primero cogemos el metro (he de reconocer que con algo de aprehensión al principio por lo que indican las guías que hemos leído. Pero como el trayecto es tranquilo a los pocos minutos nos sentimos más cómodos)y después, en la central del norte, un autocar hasta nuestro destino.
Desde el viejo autobús vemos los barrios periféricos de DF - caóticos, inmensos, hechos a base de construcciones de una o dos plantas sin ningún tipo de planificación urbanística - y constatamos las diferencias sociales que hasta ahora sólo podíamos intuir. El contraste con los edificios lujosos del DF donde nos hospedamos sorprende y nos hace sentir vergonzosamente privilegiados. Son dos extremos demasiado separados entre ellos.

Tras una hora de camino - y una pequeña siesta - llegamos a las ruinas de Teotihuacan. Hace mucho viento y tenemos que improvisar ropa de abrigo con un poncho de plástico que hace años llevo en la mochila sin utilidad aparente; hasta hoy.

Teotihuacan
No hay palabras para descubrir Teotihuacan. Todo allí impresiona. Subimos a las pirámides y paseamos boquiabiertos por todo el recinto mientras nos pelamos de frío. A la vuelta, cuando subimos al autobús, no queda ningún asiento libre. María José se sienta en un escalón que hay junto al conductor y yo junto a ella en un pequeño taburete que el conductor me presta. No es seguro, pero así es México (la última vez que hice un viaje así, fué en agosto de 1976 cuando nació mi primo Albert y mi madre y yo bajamos de S'Agaró a Barcelona sentados junto al conductor del autocar, entonces España también era así).

Volvemos al Hotel en metro y, antes de entrar en nuestra habitación para reponernos del intenso día y del ejercicio físico, comemos unos tacos en una taquería que está a pocos metros. Aún es pronto pero será nuestra cena. Después - en este desorden de comidas y sueños en el que estamos viviendo - hacemos la siesta, vemos un rato la tele, leemos y - agotados - nos vamos a dormir.

30 octubre 2008

DIARIO DE UN OCIOSO
Domingo, 26 de octubre de 2008
CRÓNICAS MEXICANAS III


Nos levantamos pronto - ayer se cambió la hora y yo lo hice mal en el despertador de la habitación - y salimos a dar una vuelta por los alrededores del hotel. Compramos unas galletas para picar algo mientras esperamos el desayuno y nos conectamos a internet.
Ya con Amador y María, salimos con destino a Coyoacan. Para ser domingo el tráfico es igual de caótico que la ciudad que lo contiene. Pararía en cada esquina a hacer una foto, a ver con calma una tienda, a entretenerme con una pintada o un cartel... pero DF no parece una ciudad pensada para caminar. En Coyoacán - una antigua población hoy engullida por la metrópoli - nos encontramos con Checo y Ceci que nos llevan al mercado a desayunar.
El barrio es encantador y pasear por sus calles de casas bajas - llenas de árboles, paraditas de comida y de artesanía y pequeñas tiendas - es muy agradable. El mercado de Coyoacán sólo difiere de los nuestros en la estrechez de los pasillos y en la mezcla de locales de todo tipo. mercado de Coyoacan
Al final llegamos a una zona donde hay varios "locales" dedicados a la restauración. Los olores se mezclan y la actividad es frenética. Zumos de frutas naturales, tacos de barbacoa (cordero asado en tierra)impresionantemente buenos y una quesadilla de chicharrón son mi completísimo desayuno.
Después de tanto comer, cosa que los mexicanos hacen a todas horas y que nosotros no hemos parado de hacer desde que llegamos, toca algo de cultura. La casa de Frida Kalho y Diego Rivera (curiosa pero con menos obra de la que esperábamos)y el campus de la UNAM (impresionante, nos hemos quedado con ganas de visitarlo con calma en un día de clase) son nuestras visitas de hoy.

Por la tarde - y después de sufrir el tráfico intensísimo de la ciudad y de un rato de descanso en la habitación del hotel- hemos decidido ir al Arena Coliseo para ver un espectáculo de lucha libre. Avisados de la peligrosidad de la zona por todo el mundo - familia de nuestros amigos, guías de la ciudad y el taxista que nos lleva - dejamos todo lo que no sea imprescindible en el Hotel y cogemos un taxi. El taxista nos deja en la misma puerta y entramos rápido. Tras el cacheo - se quedan con mi cámara y me dan un papel para recogerla a la salida)entramos y seguimos al acomodador (muy viejito) hasta nuestros asientos donde, sin darme cuenta, ya tengo una cerveza en la mano. Vendedores de todo tipo vocéan sus mercancías: postales de luchadores, patatas fritas, máscaras, bebidas, tortas (bocadillos), revistas de lucha, sopas, palomas de maiz... el desfile es inacabable y pese al desorden aparente todo está muy ordenado y sigue un guión preestablecido(este comentario podría aplicarse a toda la ciudad). Una pequeña propina nos deja cerca del ring cuando empieza la primera lucha. El espectáculo está tanto en las gradas como en el ring. Familias enteras - algunas con niños muy pequeños - disfrutan del espectáculo mientras comen, beben y gritan sin parar. Los gritos son parte del espectáculo y permiten al público interactuar con los luchadores que se indignan o celebran los más graciosos. Máscaras, llaves, merito atlético y espectáculo teatral con un guión muy básico. Lo pasamos como niños mientras los "técnicos" dan lo suyo a los rudos.

Al salir recupero la cámara mientras Amador llama al Hotel para pedir un Taxi (no es seguro parar un taxi en la calle). El protocolo de seguridad no tiene nada que envidiar a una película de espías. Ya de vuelta en el Hotel, cenamos algo ligero en un Vips antes de irnos a dormir.

29 octubre 2008

DIARIO DE UN OCIOSO
Sábado, 25 de octubre de 2008
CRÓNICAS MEXICANAS II


Hemos dormido como troncos y parece que el cansancio nos ha dejado un poco. Hace sol. Nos encontramos con María y Amador en el hall del hotel y caminamos hacia el centro. Por el camino los acosamos con preguntas ya que todo es nuevo para nosotros y todo nos sorprende.

Desayunamos en Sanborns (Av. Fco. Madero, 4 DF). La cadena de tiendas y restaurantes - presente en todos los rincones de la ciudad - ocupa aquí una casa del siglo XVI conocida como "la casa de los azulejos".La casa de los azulejos, la foto es de María José
En un impresionante patio desayunamos. No es un desayuno frugal: huevos divorciados, zumos de frutas, tostadas con mermelada... mejor imposible.

Después del copioso desayuno, toca caminar un poco para bajarlo. Paseamos hasta el Zocalo donde, a parte de la catedral y de las ruinas del Templo Mayor de Tenochtitlan, me llama la atención la gente, el ambiente, los olores... absolutamente todo. Mientras decidimos hacia donde seguir nuestro paseo por delante nuestro atraviesa la plaza un desfile de Alebrijes (bestias de gran colorido y fantásticas formas).

Paseo por la ciudad donde sigo disfrutando de cada esquina, de cada cartel, de cada frase cogida al vuelo, de los olores inexplicables, de los voceos de los vendedores, de la luz, del sol que me quema la frente. Sólo paramos para tomar una cervecita y recuperar fuerzas. Recorrer así la ciudad, con dos pacientes guías que contestan a todas nuestras absurdas dudas, es todo un lujo.

Junto a la Torre Latinoamericana vemos una exposición de esculturas de la artista mexicana Angela Gurria que me gusta mucho.

Pese al impresionante desayuno empezamos a tener algo de hambre. "El Cardenal" (Palma, 23 DF. Tel. 55213080)es un bonito restaurante situado en el centro de DF. Empezamos con un tequila... y después otro mientras atacamos los tacos que nos traen para hacer boca. Después el festival gastronómico sigue con un plato de huilacoche (un hongo del maiz que con su peculiar sabor es todo un descubrimiento) y queso con flor de calabaza. De segundo yo me pido un filete con salsa y frijoles pero pruebo los platos de los demás (unos chiles en nogada y lengua) y todo me parece delicioso.
El servicio es muy atento (una de las características de todos los locales en los que he estado hasta ahora. Aún hay tiempo para un postre: una sensacional crep de cajeta (dulce parecido al dulce de leche, hecho con leche de cabra).

El Palacio de Bellas Artes
Felices después de comer muy bien, volvemos a la calle para visitar el edificio de correos y el Palacio de Bellas Artes (con un fantástico interior de estilo Art Decó.

Estamos cansados de tanto caminar pero, de vuelta al hotel, aún tenemos tiempo de visitar un mercado callejero en la Alameda Central mientras a pocos metros rugen los motores de los participantes en la Panamericana.

Mientras María José duerme un poco, leo el periódico Reforma donde - a parte de sorprenderme la manera de redactar los titulares (incomprensibles algunos para mí: "Sugiere Fox partirle el queso a Amlo", "Chocan en Vallarta por tiradero", alarmantes otros: "encuentran decapitado", "Hallan cabeza con mensaje") me encuentro con un lúcido artículo firmado por Carlos Fuentes sobre la situación del México actual cercado por la lacra del narcotráfico.

Después de la siesta salismos con destino a Condesa donde nos encontramos con Checo y Ceci. En uno de los muchos bares de la zona (llena de locales de todo tipo con cierto aire europeo) tomamos unas copas mientras comentamos las diferencias y similitudes entre nuestros paises. Voy con cuidado con la bebida porque me han dicho que aquí las resacas - debido a la altitud (2200 metros)- son terribles. El momento surrealista de la noche llega cuando un tipo, armado con dos hierros conectados a una batería con potenciómetro nos ofrece sus servicios. Todos nos damos la mano, yo cojo un fierro y Checo otro y entonces el tipo nos suelta un calambrazo que - teóricamente tenemos que resistir. La verdad es que no duramos mucho pero María José y yo aún ahora no acabamos de creernoslo.

Reventados después de un intensísimo día decidimos retirarnos sin cenar. Sólo llevamos 24 horas en DF pero parece que llevamos mucho más. Lo estamos pasando genial.

26 octubre 2008

DIARIO DE UN OCIOSO
Viernes, 24 de octubre de 2008
CRONICAS MEXICANAS I


Duermo poco y mal. Las emociones del día se suman a las del viaje para producirme insomnio. Parece un viernes normal... pero no lo es, a la una tenemos que volar con destino a Mexico DF.

Y después de casi diez horas de viaje, durante las que acumulo cansancio mientras juego al Zuma, llegamos a Atlanta donde tenemos que esperar poco más de una hora hasta que salga nuestro vuelo con destino a DF.

No conseguimos arrancarle ni una pequeña sonrisa al policía de aduanas que nos trata como delinquentes. Desagradable.

Ahora, sentado en la sala de espera, mientras María José intenta dormir sentada ante un ventanal que nos muestra un panorama desolador de niebla, lluvia y oscuridad, me pregunto ¿Qué estoy haciendo en Atlanta? ¿Y a la gente le gusta viajar?

Viernes noche, casi sábado. Nuevo vuelo - con retraso incluído - de Atlanta a México DF. Cuando llegamos - tras más de 16 horas de viaje - son las once de la noche (en casa deben ser las 6 de la madrugada). Frontera amable y trámites fáciles, en comparación con el trámite en Atlanta es una delicia. En la puerta nos esperan María y Amador que, tras los abrazos, besos,felicitaciones y alegrías por el reencuentro nos llevarán a cenar algo y al hotel.

La primera imagen que hemos tenido de DF - desde el avión - ha sido una inmensa - si no la has visto no te la puedes imaginar - alfombra de luz. Curiosamente, ahora desde tierra, se me antoja poco iluminada (al día siguiente descubriré que los cristales tintados de mi ventanilla son, en parte, culpables de esta sensación).

Atravesamos una ciudad caótica, hecha de retazos, que no deja de sorprenderme hasta llegar a una taquería. La Casa del Pastor (Av Alfredo Musset, 3 DF Tel. 52818813) está llena pese a lo avanzado de la hora. Tacos de pastor, de costilla, de chorizo... todo buenísmo y con salsas muy picantes.

Es tarde y estamos muy cansados. Es hora de ir a dormir.