09 abril 2011

DIARIO DE UN OCIOSO
Sábado, 09 de abril de 2011


Escuchando a Aias (¡Cuánto cuesta estar al día!) espero a que llegue la hora del aperitivo semanal y entonces me doy cuenta de que ya ha pasado toda una semana y que se impone – una vez más – una crónica de aliño que resuma estos siete días que han pasado volando.


Nos quedamos en el tren. Al final María José despertó y pasamos el fin de semana en Castellón. Familia, fiesta, comida (mucha comida), tracas, paseos... y vuelta en tren a Barcelona.

Semana de trabajo con tiempo para visitar, en la Sala Pares, la excelente exposición de Alejandro Quincoces. Paisajes con luces huidizas que retratan una ciudad que son todas las ciudades, fuerza, intensidad, abstracción y realismo. De verdad, vale la pena.


Entonces llegamos al final” es una novela de Joshua Ferris que retrata las relaciones laborales. Llega la crisis y en una agencia de publicidad empiezan los despidos y con ellos los rumores, las paranoias, los miedos por perder un trabajo que se detesta... Ferris reconstruye con maestría y mucho sentido del humor un universo – el laboral - en el que muchos nos sentiremos reflejados. Quizá tu seas Lynn Mason, o Joe Poppe, o el Viejo Brizz, o Hank Neary... quizás tu compañeros de trabajo se parecen a Genevieve Latko-Devine, a Marcia Dwyier, a Jim Jackers o a Amber Ludwig... seguro que también te ríes con las anécdotas que cuenta Benny Shassburguer o has ido a un nuevo restaurante por la recomendación de Karen Woo. Quizá tu también creías que Tom Mota volvería para vengarse o te has deprimido como Chris Yop... en la novela de Ferris, lo queramos o no, estamos todos, para lo bueno y para lo malo. Y es una gozada poder reírte de todo ello – tú incluído -.

“Estábamos malhumorados y demasiado bien pagados. Nuestras mañanas carecían de alicientes. Quienes fumábamos por lo menos teníamos algo que esperar a las diez y cuarto. A la mayoría nos caía bien casi todo el mundo, unos pocos detestábamos a determinadas personas, a uno o dos les gustaba todo, querían a todos y por eso eran objeto del unánime vilipendio. Nos encantaban los bollos que, de tarde en tarde, nos daban gratis por la mañana. Nuestros privilegios eran asombrosos por su cobertura y calidad. A veces nos preguntábamos si merecían la pena. Pensábamos que quizá sería mejor marcharnos a la India, o volver al parvulario. Hacer algo con los disminuidos físicos o trabajar con las manos. Nadie se dejó llevar jamás por tales impulsos, pese a sus crispaciones cotidianas, en ocasiones constantes. En lugar de eso, nos reuníamos en salas de conferencias para hablar de los asuntos de la jornada. “
Joshua Ferris. Entonces llegamos al final

Y acabo la crónica y me voy al aperitivo. Es sábado y hay que disfrutar de este verano que nos han adelantado.

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