14 febrero 2010

DIARIO DE UN OCIOSO
Sábado, 13 de febrero de 2010


Febrero de 1970. Nace Jordi R. y, dos semanas después, nace Albert.

Febrero de 2010. Nos invitan a la fiesta sorpresa que están preparando para celebrar el cumpleaños de Albert. Confirmamos asistencia. Pocos días después nos invitan a la fiesta sorpresa que están preparando para celebrar el cumpleaños de Jordi R.
Pese a que el azar, riéndose en nuestra cara, ha hecho que ambas fiestas coincidan en día y hora, también confirmamos la asistencia.
Por suerte el azar ha decidido aflojar un poco el lazo que nos aprieta y sitúa las dos fiestas a poca distancia.

Sábado 13. Empieza nuestro maratón festivo. La fiesta de Albert es un restaurante de Horta. Salimos de casa y a los pocos minutos nos damos cuenta de que nos hemos dejado los regalos en casa. Vuelta a casa para recoger los regalos. Pese al despiste llegamos al restaurante pronto y, antes de que llegue el protagonista, nos reencontramos con muchos amigos comunes. Llega Albert, ¡Sorpresa!, estamos un ratito y nos vamos hacia la fiesta de Jordi. Llueve pero por suerte encontramos aparcamiento a pocos metros de la casa de los padres de Jordi (que es donde se celebra la fiesta). Estamos casi en la puerta cuando nos damos cuenta de que nos hemos dejado el regalo en el coche. Vuelta al coche.
Ya en la fiesta felicitamos por fin a Jordi y nos encontramos con muchos de sus amigos que, el tiempo y las actividades compartidas a lo largo de los años, también han hecho un poquito nuestros. Un rato hablando con todos y con nadie y es hora de volver a la fiesta de Albert antes de que se acabe.
Al salir, el azar, que hoy nos ha dado la espalda, nos deja encerrados sin poder salir a la calle ni poder volver al local donde se celebra la fiesta. Hace frío, llueve y nadie contesta a nuestras llamadas por teléfono. Al final alguien oye los golpes en la puerta y nos rescatan.
De nuevo en el restaurante llegamos a tiempo para el pastel.
En el salón de al lado nos encontramos con Javi (que estudió con María José, Jordi R y conmigo hace ya muchos años). Nos sentamos a su mesa y compartimos también con el un rato recordando aquellos años y repasando la lista de conocidos comunes.
Al final se acaba la fiesta. Hemos estado en dos fiestas y, a la vez, en ninguna. La sensación es extraña y estamos muy cansados, pero lo hemos pasado bien.

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