DIARIO DE UN OCIOSO
Jueves, 7 de mayo de 2020
Leo la noticia en el twitt de un político (“Dark wings, dark
words”). Mazazo. Ana Alba ha muerto. Un cáncer ha acabado con ella demasiado
pronto. Tuve la suerte de trabajar con ella hace muchos años y, últimamente, seguía su carrera con admiración. Ana seguía haciendo lo que le gustaba y
lo hacía con la pasión, la entrega y ese positivismo que ya le caracterizaba
cuando la conocí. Siempre es demasiado pronto, pero algunas veces duele más.
Gervasio Sánchez se despedía hoy de
Ana en El Periódico. Sirva el homenaje de un amigo como tarjeta de presentación
para todos aquellos que no la conocíais. Y para los que tuvimos la suerte de cruzarnos en su camino - aunque fuera efímeramente - una manera de recordarla y sonreír desde la tristeza.
Querida Ana que en paz descanses
“Eras la mejor. Créeme. Eras imbatible cuando te
encaramabas a la vida. Actuaste con una gran fortaleza mental y nos
diste grandes lecciones de pundonor y dignidad hasta que te quedaste sin
fuerzas a todas las personas que te seguimos queriendo.
El día que te visité supe nada más verte que tú sabías
que ibas a morir después de tres años de combate diario contra un cáncer
mortífero. Grabé media hora de nuestra conversación sin que te dieses cuenta o
eso me pareció. Quería que tu dulce voz me sirviera de sonajero para
relativizar el dolor de ver tu cuerpo consumido por "ese monstruo que te
va comiendo sin piedad", tal como tú misma lo definiste.
Fue muy duro verte tan deteriorada y dolorida, postrada
en la cama con dificultades para moverte, y sentir que estabas harta de luchar
porque "sufres tanto que al final del día te preguntas sino es mejor que
llegue la muerte cuando ya no hay solución", aunque un segundo después
rectificabas y asegurabas que "yo no quiero morir y seguiré luchando por
la recuperación milagrosa".
Lloré por dentro a punto de derrumbarme. Hubiera querido
abrazarte, besarte, acariciarte, pasar mis dedos por tus partes más dañadas
para calmarte todo ese dolor injusto que sentías. "Es como si estuviera en
un callejón sin salida, sabes. Si no me recupero físicamente no me pueden poner
la quimio y, sin ella, mira cómo estoy", me dijiste señalándote unos
brazos de alambre.
Hablamos de tus planes de futuro, del documental que
estabas haciendo con Beatriz Lecumberri en los territorios ocupados,
de la cantante palestina del conservatorio de Ramala que os iba a prestar la
música para la banda sonora. No paraste de trabajar hasta el final de tu vida.
"Siempre estamos enganchados como si necesitásemos el trabajo
intravenoso", te comenté. "Exacto, como el suero", me
respondiste.
Estabas preocupada por ver llorar a tu madre y a tu
hermana Amaya aunque reconociste que "yo también soy muy
llorona". Me pediste el oxígeno porque mejoraba tu respiración.
"Nunca me habías visto así, sin pelo", me comentaste. "No me
importa. He visto a….", te respondí y tu acabaste la frase: "Personas
en peor situación". "Contigo no siento apuro en que veas como estoy.
Con otras personas no tengo miramientos porque así me lo han recomendado",
puntualizaste.
Todavía recuerdo nuestro primer encuentro en
Sarajevo en junio de 1997. La dulce jovencita prendada del veterano periodista
que había visto en directo la destrucción de los puentes de convivencia entre
las comunidades bajo una letal lluvia de proyectiles diarios y su cosecha
execrable de terror.
Habías llegado a la capital bosnia atraída por la leyenda
de la ciudad cercada, pero pronto percibí que tú no eras como los demás. Que
tras esa carita de ángel había una mujer con las ideas muy claras y con ganas
de trabajar mucho y quejarse poco.
Eran tiempos de silencio en una Bosnia-Herzegovina
exhausta tras tres años y medio de una brutal guerra y tú llegabas para
documentar lo que a nadie le interesa: el largo proceso de pacificación que
sigue pendiente.
Ya chapurreabas serbocroata y me acompañaste a
conocer al niño Adis Smajic, que había sido herido un año antes por
una explosión de una mina. Me sorprendió, a pesar de tu juventud, la seriedad y
el compromiso con que te implicabas en todos los proyectos en los que ya
participabas.
Eras, como yo, licenciada en Ciencias de la Información
por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en 1995, eras la actual
corresponsal 'freelance¡ en Jerusalén para El Periódico de Catalunya desde el
2011, y desde el 2014 también trabajabas para el servicio castellano de la
agencia rusa Sputnik, cubriste con gran rigor y valentía las guerras de
2012 y 2014 en Gaza, así como distintos acontecimientos en varios países de
Oriente Medio durante las primaveras árabes y la crisis del refugiados del
Mediterráneo. La primera década del siglo XXI trabajaste en la sección
Internacional del diario Avui y realizaste coberturas en Serbia, Kosovo,
Irán e Irak.
Aunque coincidimos varias veces en Bosnia-Herzegovina, me
di cuenta de lo mucho que habías madurado en Irak cuando trabajamos juntos
durante semanas y recorrimos el sur del país en busca de historias tras la
caída de Sadam Hussein. Eras capaz de trabajar sin descanso durante jornadas
maratonianas y aportabas siempre a tus crónicas ángulos que otros no
captábamos.
Hay una anécdota que destaca tu generosidad. El 6 de mayo
del 2003 visitamos junto a Guillermo Altares el hospital de Nasiriya. Un
oficial de marines nos recordó que era famoso porque en él había sido rescatada
herida la soldado Jessica Lynch y los restos de 10 soldados
estadounidenses muertos en combate. El Pentágono había presentado ese rescate
como heroico y felicitado a sus comandos públicamente por sacrificarse por
"la nueva heroína de América".
Fuiste tú la que te diste cuenta de que el relato oficial
estaba completamente manipulado y, en vez de guardarte la historia para
ti, nos invitaste a Guillermo y a mí a sumarnos a la investigación. En
unas horas pudimos hablar con decenas de testigos que nos aseguraron que “el
rescate de la soldado Lynch no tuvo nada de heroico”, tal como titulé mi
crónica en Heraldo de Aragón y Cadena Ser.
Descubrimos que los comandos entraron en el hospital sin
pegar un solo tiro, que Jessica Lynch había sido tratada con gran delicadeza
por el personal médico y que los soldados estadounidenses muertos habían sido
enterrados con gran respeto.
Sin tu perspicacia nunca hubiéramos conseguido una
historia exclusiva y descubierto uno de los mayores fraudes de aquella guerra. Un
conocido medio estadounidense dio la noticia de todas estas mentiras diez días
después de que nosotros tres publicásemos el montaje en los medios con los que
trabajábamos.
En ningún momento planteaste que era una historia
exclusiva tuya aunque tenías todo el derecho a hacerlo, y la
compartiste con dos compañeros de viaje. Luego te tuviste que pelear con
tu diario para que te dieran el espacio lógico. Pero eso es otra historia. La
otra persona presente necesitó horas de negociación para que su redactor
jefe aceptase que la historia era verdadera. Aseguraba el jefecillo, famoso por
sus enredaderas ideológicas, que los estadounidenses no eran capaces de
fabricar una mentira (¡qué gracioso!) como esa.
Quedaste finalista el año pasado en el Premio Cirilo
Rodríguez, el más importante de la prensa española para periodistas
especializados en coberturas internacionales. Ganaste este año el prestigioso Julio
Anguita Parrado, que no pudiste recibir el 7 de abril por culpa del estado
de alarma. A tus 48 años, en plena juventud laboral, en la etapa más dulce de
tu gran carrera periodística, te vas para siempre.
Te has ganado a pulso el descanso eterno. Siempre
te querré, querida Ana”
Gervasio Sánchez
El Periódico
1 comentario:
Gran retrat,no l'havia llegit però m'ha encantat
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