27 octubre 2019


DIARIO DE UN OCIOSO
domingo, 27 de octubre de 2019

Seguí La Movida a distancia (por edad y por ubicación geográfica sobret odo). Primero en las páginas de Star, después gracias a los discos de las bandas que empezaron a conseguir cierta notoriedad y, finalmente, por su omnipresencia en los medios de comunicación convencionales. Siempre me pareció que había más pose que contenido, más ruido que nueces… pero el tiempo pone todo en su lugar y tras cualquier fuego, aunque sea más vistoso que real, siempre deja rescoldo. Y ese poso es el que sigue iluminando algunos de los pasajes musicales que acompañan – aún hoy, aunque sea de manera esporádica – mis paseos en coche o las cenas en Graceland. También es lo que recoge la exposición “La Movida. Crònica d’una agitació” que se puede ver en Foto Colectania. La muestra recoge fotografías de Ouka Leele (la más artista, las mejores fotos, las más interesantes y las que mejor expresan la creatividad de un momento), Alberto García-Alix (un cronista de un mundo al margen incluso de la propia movida… su foto “el novio” es una de las maravillas de la exposición), Miguel Trillo (otro cronista o, quizá, un documentalista de lo que se vivió en las calles) y Pablo Pérez-Minguez (quizá el que mejor refleja – aunque sea involuntariamente – el vacío que al principio comentaba). La exposición – fotografías, portadas de discos, actuaciones musicales, publicaciones…- permite recuperar o descubrir uno de los movimientos sociales con más repercusión – muchas veces injusta – mediática.

En HBO ha empezado la emisión de Watchmen. El piloto es una delicia llena de homenajes al cómic en el que se inspira. Una excusa para releerlo una vez más. Lo tengo en formato grande y eso garantiza una lectura placentera pero complica su lectura en la cama. También nos hemos adentrado en la cuarta temporada de Gomorra, la segunda de Mayans y la primera de Sucesión… la violencia llena nuestros momentos de ocio.

También la violencia campa a sus anchas por Mythos. Stephen Fry hace fácil la lectura de la base de nuestra cultura, injusta e incomprensiblemente relegada al ostracismo en nuestra educación. Los clásicos no están presentes – ni lo estuvieron en el pasado, ni creo que lo estén en el futuro – en nuestra deficiente educación. Y son básicos para entender nuestra cultura, nuestro legado y el porqué de muchas de las cosas que decoran nuestro presente.

Finalmente, aún con más trabajo del que soy capaz de gestionar e intentando ponerme al día, no he tenido tiempo para mucho más. El nuevo Asterix (“Astérix y la filla de Vercingetòrix”) y una comida con María José en el Changarrito (tacos espectaculares, volveremos) y algunas cosas pendientes en Graceland.


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