19 febrero 2004

DIARIO DE UN OCIOSO
Miércoles, 18 de febrero de 2004


Me estoy duchando cuando salta la bomba informativa del día: en un indecente comunicado la banda terrorista ETA anuncia una tregua sólo en Cataluña reservándose el derecho de seguir matando en el resto de España. Un transistor se convertirá, a partir de este momento, en mi compañero inseparable. Con el anuncio, ETA, consigue dos cosas: reforzar la polarización de la política española dando alas al PP (enemigo con el que, no nos engañemos, se siente cómoda) y hacerse presente en una campaña en la que no tenía manera de entrar. Las reacciones se suceden y no puedo dejar de indignarme ante las posiciones de los “políticos” (Aznar, Rodríguez Ibarra, Rajoy...) que pretenden obtener réditos políticos dando crédito a un grupo de terroristas que no lo merecen. No se puede anteponer los intereses partidistas o electorales al interés común, pero nuestros “políticos” parecen haberlo olvidado hace mucho tiempo.

Escuchar la radio me permite hacer todo tipo de actividades en casa. Dedico muchos minutos al estudio de mi nueva mandolina. Es de acero inoxidable y tiene cinco cuchillas intercambiables. En cuanto pueda la empezaré a utilizar. Hoy no he comprado El País (es miércoles y toca comprar La Vanguardia por el suplemento “Culturas”) pero me apetece hacer un crucigrama. Me lanzo, por primera vez en muchos años se la pego a los crucigramistas de El País, a por el Fortuny. No estoy acostumbrado y mi avance, sobretodo al principio, es lento. Finalmente consigo solucionarlo pero, quizás sea la costumbre, me sigue gustando más el de Mambrino. El próximo día intentaré el de Marius Serra (nunca he hecho crucigramas en catalán y puede convertirse en un reto nuevo).

Por la noche voy con María José al cine. Vemos “Lost in Translation”, una gran película.

LOST IN TRANSLATION
Sofia Coppola

“Lost in translation” es la historia de dos personas perdidas en un mundo que no entienden. Primero Coppola nos muestra los personajes: un veterano actor que está de vuelta de todo (Bill Murray, sensacional como siempre que el guión se lo permite) y la joven esposa de un fotógrafo que aún no ha encontrado su lugar en el mundo (Scarlett Johansson, todo un descubrimiento). Ambos son náufragos en una isla –un hotel de Tokio- por la que deambulan sin rumbo. Condenados a encontrarse, a reconocerse y a comprenderse entre la marea humana que les rodea, Bob y Charlotte iniciarán una relación en la que ambos saldrán beneficiados y fortalecidos.
La película confirma a Sofia Coppola, que ya apuntaba maneras en la balbuceante “Las vírgenes suicidas”, como una gran realizadora. Coppola no pierde en ningún momento el ritmo de la historia evitando los tópicos que podrían convertir la historia en un caramelo empalagoso. Los personajes están solidamente construidos y la historia resulta creíble en todo momento. El final, totalmente abierto a la interpretación del espectador, es un último regalo de la realizadora en un tiempo de fáciles finales almibarados.

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