Martes, 26 de diciembre de 2006
Mi anterior post ha provocado reacciones que no esperaba y que han hecho que me cueste sentarme a escribir de nuevo. Pero recordando cual es el motivo por el que escribo esto, aquí tenéis un resumen – intentaré que sea breve – de estos últimos días.
El domingo por la mañana (día 24) – como marca la extraña tradición que nos hemos inventado – María José y yo nos damos los regalos. A María José le encantan los suyos, a Cass los papeles que los envuelven y yo soy el orgulloso propietario de un tirador de cerveza que hará las delicias de los habituales de Graceland (la inauguración será la noche de fin de año, no faltéis). A parte del sueño hecho realidad, un fabuloso disco de flamenco (Qawwali Flamenco con Duquende, Miquel Poveda, Faiz Ali Faiz y Chicuelo) y otras pequeñas delicias que harán más sabrosa mi vida son los regalos que me tocan en suerte
Después paseamos por el Born, descansamos en casa y, finalmente, cogemos los regalos y vamos a casa de mis padres.
El habitual caos familiar de la noche de nochebuena cuenta este año con una espectadora de excepción. Kyol es la nueva incorporación a la familia y durante la cena no deja de sonreír pese a la locura que le rodea: su suegro es Santa Claus y su nueva familia (en total somos 17 a la mesa) grita, se pelea – también a gritos -, ríe, se abraza, bebe mucho y come sin moderación y se hacen regalos al acabar la cena.
En el reparto de regalos soy afortunado: música, juegos, libros, una lámpara para Graceland... no me puedo quejar.
A las 4:00, y con gran alegría de nuestros vecinos, decidimos dejarlo para otro día. Para pasado mañana para ser más exactos.
Lunes. Los excesos se pagan y duermo mal mientras mi estómago reclama un poco de atención y cuidados.
Cogemos el coche y nos acercamos a Alella a casa de los padres de María José. Este año, en la habitual comida navideña, me modero ya que mi estómago sigue en un estado lamentable.
No perdono – no obstante – la ya tradicional siesta de navidad. Siesta realizada con el run-run de la sobremesa como hilo musical.
Alejandro se viene con nosotros a Graceland y se pasa el resto del día jugando con Cass. Por la noche no conseguimos separarlos y duermen, agotados, uno junto al otro.
Martes. Me despierto, paseo a Cass y, con Alejandro, preparamos el desayuno antes de despertar a María José. No cansados con los juegos de ayer, Alejandro y Cass siguen su guerra.
A mediodía la familia pasa a recoger a Alejandro y abrimos los regalos que Papa Noel dejó para él y para Joanna.
Después, en casa de mis padres, llega el momento del esperado “Mar i Muntanya” de mi madre. Placer anual al que me veo obligado a renunciar (sólo me como una albóndiga) con gran dolor y muchas lágrimas. Pese a la renuncia, la comida resulta tan divertida y agradable como suele ser habitual.
Volvemos a Graceland y nos ponemos a dormir.
Mientras esto pasaba he acabado “Los girasoles ciegos” de Alberto Méndez y he empezado “La danza de la muerte” de Douglas Preston y Lincoln Child que me regaló Eli.
LOS GIRASOLES CIEGOS
ALBERTO MÉNDEZ

Desde entonces el boca a oreja y un puñado de buenas críticas han convertido la novela de Alberto Méndez en un éxito editorial.
“Los girasoles ciegos” es una novela de perdedores. Cuatro historias – enlazadas entre ellas con pequeños detalles de artesano – protagonizadas por los derrotados por el franquismo. Son historias contadas en voz baja, sufridas en silencio y fruto de la derrota espiritual. Son historias tristes, pero Alberto Méndez consigue llenarlas de luz pese a la oscuridad que rodea a los protagonistas.
“Los Girasoles ciegos” es un homenaje a la memoria. Un libro delicioso que se lee con facilidad..
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