Domingo, 24 de septiembre de 2006
Sale el sol en Lisboa, las prometidas lluvias parecen habernos concedido una tregua. Desayunamos – un buffet escaso acompañado de un café rematadamente malo – y salimos con ganas de patear la ciudad.
Un tranvía nos sube hasta las inmediaciones del “Castelo de Sao Jorge”.


Pese a que en la ciudad hay muchos turistas, todos se concentran en los alrededores del castillo y no tengo la sensación de estar en una capital europea. El ambiente tranquilo de las calles de Lisboa, sus muchos tramos peatonales, sus jardines y sus casas bajas la convierten en una ciudad amable. No tengo la sensación de ser un turista sino más bien un paseante.

Hemos llegado de nuevo a “La baixa”, el elevador de Santa Justa nos sube a “Chiado” y de ahí, caminando sin prisas, subimos hasta el “Bairro Alto”. De nuevo las vistas de la ciudad son impresionantes, los callejones estrechos y tranquilos y todo nos sorprende (las señales, los carteles, los bares, las tiendas...).
Estamos cansados y hace rato que es hora de comer. Bajamos en tranvía hasta las

De nuevo en la calle, ha empezado a llover, en un quiosco nos compramos un paraguas y seguimos con nuestro paseo aplazado por la comida y la siesta. Subimos poco a poco por los callejones y pronto descubro que el bonito empedrado de las aceras de Lisboa no está hecho para caminar sobre el con chanclas los días de lluvia. Parece que ando pisando huevos pero nos apetece caminar y descubrimos la Lisboa otoñal con una larga caminata bajo la lluvia mientras oscurece. Nuestros pasos – irregulares, inseguros

y, al final, algo húmedos – nos llevan a casa de Antonia y Víctor.
Intercambiamos impresiones sobre la ciudad con una cerveza en la mano y – mientras acaban de preparar la cena – descansamos en su salón mientras leemos “El País” de hoy. Hemos estado sólo un día desconectados de la actualidad pero parecen muchos más.
Cenamos una ensalada buenísima y un “Bacalao espirituao”, una especie de brandada hecha con zanahoria que me gusta muchísimo.

Larga sobremesa jugando a un juego infernal en el que casi siempre pierdo.
Volvemos al hotel en taxi, por suerte con un conductor menos agresivo que el que ayer nos devolvió al hotel.
¡Ay el bacalao! ¡Es una perdición!
ResponderEliminarMe gusta mucho que pongas fotos del viaje.
ResponderEliminarLisboa es estupenda!!!