24 julio 2017

DIARIO DE UN OCIOSO
Domingo, 23 de julio de 2017

Jueves. Acabo la jornada laboral y pocas horas después aterrizo en Belloch abriendo la casa de Marta y JoanMa. Primer baño de Cass en la piscina a los pocos minutos de llegar. Marta y Marga llegan un poco después y cenamos en el jardín. La desconexión es total. Hace poco más de un año salimos a navegar con un velero y decidimos repetirlo. Mañana es el día. Todos nos hemos cogido el día libre menos JuanMa y Toni que no han podido venir. Después de cenar pasan Esther y Albert camino de su casa. Nosotros dormiremos aquí.

Viernes. Nos levantamos pronto, desayunamos en la cocina. Pan tostado con tomate, queso, longaniza y jamón. Hace sol. Alargaríamos más… pero tenemos una cita en Palamos y un patrón – Mía, el mismo del año pasado – que nos está esperando. El barco es el mismo y también tenemos, como el año pasado, un poco de mar de fondo que hace la navegación más entretenida, pero más difícil el rato de fondeo. Durante la jornada tendremos lluvia, viento, nubes y sol… muchas conversaciones y viejas anécdotas. También tenemos pinos tocando al mar, grillos y olas… Acabamos fondeando en la bahía de Palamós. El sol nos acompaña durante el aperitivo que se convierte en comida. Tras la siesta es hora de volver al puerto. Foto de grupo y promesa de volver el año que viene. Empezamos a recoger el dinero para hacerlo posible.



Esto de navegar es más cansado de lo que parece. Los planes que habíamos hecho (yo ya veía que eran muy optimistas) se deshacen como un castillo de naipes y son sustituidos por una casera y una sobremesa tranquila.

Sábado. El desayuno en la cocina es casi perfecto. Falta café. Lo hacemos en Santa Cristina y aprovechamos para comprar los periódicos y un montón de revistas. Vuelta a casa, baños y aperitivos. Conversaciones. Sol. Tranquilidad. Vacaciones sin serlo. Comemos pollo a l’ast en la cocina. Marta y Marga vuelven a Barcelona y nosotros nos quedamos con la casa… y con su piscina. La casa era casi perfecta el año pasado. Ahora, con wifi, tendrán problemas para echarnos.

Recuperando el plan previsto para ayer, decidimos acercarnos a la Santa Market. Por comodidad, dejamos el coche en una de las áreas de aparcamiento (la Santa Market está en el medio de la puta nada… pero pese a eso te cobran el aparcamiento. Si estás dispuesto a pagar el doble, el acceso es más fácil). En el aparcamiento de 5 euros la vigilancia es menos estricta que en el aparcamiento de 10 euros (esa es una de las diferencias que nos comenta el personal). El nivel de polvo y de suciedad que acumulará el coche es, no obstante, el mismo. Al menos en suciedad no somos clasistas. Decidimos aparcar por 5 euros. Muchos deciden dejarlo a las puertas del cementerio, unos metros más allá pero gratuito.

El invento está bien organizado. Personal amable, espacio cómodo, marcas patrocinando, muchas mesas, foodtrucks y tiendas presuntamente artesanales. Echo de menos que en las barras sirvan cerveza de verdad (sólo tienen esa bebida de una marca que empieza por M y acaba por Z) porqué sé que, pese a que la oferta es totalmente prescindible y con la primera visita yo ya he tenido bastante, corro el riesgo de acabar más de un día aquí (y la cerveza ayudaría a hacerlo soportable).

Damos una vuelta, me bebo una clara (mezcladas con limonada, todas las cervezas y similares son parecidas) y decidimos prescindir de la oferta gastronómica (sin sorpresas en lo que a foodtrucks se refiere… si no vives aislado en las montañas ya sabes lo que te vas a encontrar) y cenar en el jardín de casa (me permitiréis que la llame así). Estrellas y buena compañía. La banda sonora, pese a la distancia, la pone la Santa Market. No es desagradable… pero estamos muy lejos (algún kilómetro nos separa… no sabría deciros exactamente) y no la hemos pedido (igual va incluida en el precio del parking y sólo la escuchamos los que hemos asistido). Me gustaría saber que piensa el Ayuntamiento de la Santa Cristina de esta oferta complementaria que ofrecen a todos los vecinos).


Domingo. Desayuno en la cocina y, previo paso por nuestra casa a dejar algunos trastos, café en un bar de S’Agaró. Vuelta a Belloch, piscina, aperitivos, descanso y desconexión total. Cass y María José disfrutan de la piscina (yo también, pero en la foto sólo salen ellas). El primer intento de salir cuando empieza a oscurecer fracasa (demasiados coches en la carretera). Volvemos al porche de la casa de Marta y JoanMa y a la seguridad del wifi mientras llueve y dejamos pasar el tiempo y los coches. Pensamos en abandonar el trabajo y quedarnos a vivir ocupando la casa. Lo pensamos seriamente pero finalmente se impone la insensatez. Volvemos de noche, contentos y cansados tras tres días de intensas pre-vacaciones.



Gracias a Marta y a JoanMa por su generosidad. Gracias a Albert, Esther y Marga por su compañía. Gracias también a Toni (te hemos echado de menos) y a Mía (por llevarnos a buen puerto). Y gracias a María José (y a Cass) por ser la mejor compañía posible. Ha sido un gran fin de semana.

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