DIARIO DE UN
OCIOSO
Viernes, 19 de
mayo de 2017
Mi padre murió
hace casi medio año. Desde entonces he pasado muchas horas en su habitación
intentando poner orden a las cosas que le rodeaban. Lejos de conseguirlo, sigo navegando entre los
objetos que le hicieron feliz. Miles de objetos ordenados según un criterio
sólo inteligible para él y que, ninguno de los que lo quisimos, somos capaces
de descubrir. Bajo el aparente caos, sé que había un orden. Pero era un orden
personal que se fue con su creador.
Ante la tentación
de no tocar nada y dejarlo todo como un homenaje, surge la certeza de que, sin
él, sus objetos dejan de tener sentido. Naturalmente conservaremos aquello que
tiene valor sentimental para nosotros: ese libro que nos hizo pasar un buen
rato, aquel cómic con el que aprendimos más que con una semana de clases en el
colegio, sus dibujos, algunos objetos de escritorio… el resto de objetos –
vendidos, regalados…- espero que acabe en manos que sepan apreciarlo tanto como
él lo hizo.
Tras escribir,
hace ya más de una semana, mi última crónica hasta hoy, me encontré con Toni y
con Oscar en Sant Boi para comernos y bebernos el mundo en la Brasería Nicasio.
Calamares deliciosos, mucha carne a la brasa y muchas risas.
Fin de semana
familiar para celebrar el aniversario de Pepe y Lidu. Comidas abundantes, poco
ejercicio y muchos ratos de descanso.
Me lo he pasado
bien leyendo “La Criolla. La puerta dorada del Barrio Chino” de Paco Villar. Descubro
un chino – el primero, el que primero que desapareció – que no conocía. Lo
alterno con la relectura de los Blueberry y de los cómics de Will Eisner (“Último
día en Vietnam”, “El Soñador”, “Una cuestión de familia”…).
El resto es
trabajo y poco más. Y hoy, por fin, es viernes.
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