02 septiembre 2015

DIARIO DE UN OCIOSO
Miércoles, 2 de septiembre de 2015

No es lo mismo.

No es igual de placentero ver amanecer desde la playa que hacerlo mientras te rompes por dentro en el gimnasio. No es más agradable desayunar en el patio de Graceland, mientras los mosquitos se ceban en tu sudado cuerpo, que hacerlo en el balcón de S’Agaro. Me gusta más ir con las ventanas abiertas – y disfrutando de la brisa – hasta la playa, que compartir andén y vagón, calor y frío, con un montón de caras malhumoradas.

Tengo la creencia, quizá infundada, que es mejor estar tumbado en la playa que sentado en una silla delante del ordenador mientras el teléfono no deja de sonar. Prefiero las cenas con amigos – abundantes en delicias gastronómicas, ricas en risas y generosas con el alcohol – a las magras cenas postvacacionales en las que hay que someter el cuerpo a privaciones para devolverlo a los límites de los que no debería haber salido. Echo de menos las largas sobremesas, trasnochar y no preocuparme por el día de mañana.


Llevo dos semanas aquí. Quedan unas 46 para las próximas vacaciones.

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