DIARIO DE UN OCIOSO
Viernes, 15 de mayo de 2015
Cambios.
Los cambios siempre conllevan efectos secundarios. Algunos
son buenos y María José y yo nos encontramos con unas breves vacaciones. Son
sólo dos días, pero el hecho de ir contra corriente magnifica sus efectos
beneficiosos.
Miércoles noche. Llegamos a S’Agaro y, embutidos de espíritu
vacacional, cogemos comida china (en un chino con más aceite que garantías).
Cenamos tranquilamente mientras empezamos a planificar estas breves vacaciones.
Jueves. A las 7 decido levantarme. Desde hace más de una
hora Cass me lo está pidiendo y al final cedo ante sus bailoteos pedigüeños.
Hay niebla pero, tras el conclave familiar, decidimos ir a la playa. En la
playa de Sant Pol no están los señores que caminan y hoy no bajará el señor que
se baña… la playa es nuestra. Paseamos y jugamos con Cass. La soledad y la luz
cambiante compensan el madrugón y la climatología incierta.
Compramos el pan en la Ibicenca (deliciosos panecillos de
viena) y desayunamos en el balcón de casa. La rutina vacacional – adquirida sin
esfuerzo – la rematamos en la Conca (también casi desierta) y en Little Odesa
(que nos sorprende con plena actividad pese a ser un jueves de mayo) con la
primera cerveza de la temporada (¿pre-temporada?).
Leer, pasear, descansar, un paseo por Platja d’Aro, un poco
de lectura… vacaciones.
Viernes. Otro madrugón, otra mañana en la playa, otro
desayuno en el balcón… ¿rutina vacacional completa? No. En este punto hoy
introducimos una pequeña variación y volvemos con Cass a la Playa. No hay gente
a quien molestar y podemos disfrutar de la playa con perro.
Comemos en El Remei, recogemos la casa y volvemos a
Graceland con la sensación de haber disfrutado de unas largas vacaciones – han sido
menos de 48 horas -. Pilas cargadas.
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