19 mayo 2015

DIARIO DE UN OCIOSO
Viernes, 15 de mayo de 2015

Cambios.

Los cambios siempre conllevan efectos secundarios. Algunos son buenos y María José y yo nos encontramos con unas breves vacaciones. Son sólo dos días, pero el hecho de ir contra corriente magnifica sus efectos beneficiosos.

Miércoles noche. Llegamos a S’Agaro y, embutidos de espíritu vacacional, cogemos comida china (en un chino con más aceite que garantías). Cenamos tranquilamente mientras empezamos a planificar estas breves vacaciones.

Jueves. A las 7 decido levantarme. Desde hace más de una hora Cass me lo está pidiendo y al final cedo ante sus bailoteos pedigüeños. Hay niebla pero, tras el conclave familiar, decidimos ir a la playa. En la playa de Sant Pol no están los señores que caminan y hoy no bajará el señor que se baña… la playa es nuestra. Paseamos y jugamos con Cass. La soledad y la luz cambiante compensan el madrugón y la climatología incierta.



Compramos el pan en la Ibicenca (deliciosos panecillos de viena) y desayunamos en el balcón de casa. La rutina vacacional – adquirida sin esfuerzo – la rematamos en la Conca (también casi desierta) y en Little Odesa (que nos sorprende con plena actividad pese a ser un jueves de mayo) con la primera cerveza de la temporada (¿pre-temporada?).

Leer, pasear, descansar, un paseo por Platja d’Aro, un poco de lectura… vacaciones.

Viernes. Otro madrugón, otra mañana en la playa, otro desayuno en el balcón… ¿rutina vacacional completa? No. En este punto hoy introducimos una pequeña variación y volvemos con Cass a la Playa. No hay gente a quien molestar y podemos disfrutar de la playa con perro.


Comemos en El Remei, recogemos la casa y volvemos a Graceland con la sensación de haber disfrutado de unas largas vacaciones – han sido menos de 48 horas -. Pilas cargadas.

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