01 mayo 2014

DIARIO DE UN OCIOSO
Sábado, 26 de abril de 2014

Hoy toca ponerse el disfraz de turista. Subimos a Montmatre bajo la lluvia y damos una vuelta primero por la zona más turística y luego, ya solos, por el otro Montmatre. Bajamos paseando y acabamos con visita al cementerio Saint Vicent de Montmatre y al cementerio de Montmatre. Lluvia y cementerios… nuestros viajes son cada vez más alegres.

Nos reponemos en el metro camino de Le Marais. Paseamos entre tiendas modernas y escaparates creativos, entramos en el pequeño mercado de Les Enfants Rouges y empezamos a buscar un lugar donde comer. Le Carreau du Temple es un antiguo mercado reconvertido en espectacular y polivalente centro cultural. Acaban de abrir y su restaurante, Le Jules (2 rue Perrée. París), abre hoy por primera vez. Todavía no tienen carta definitiva y la que nos entregan se anuncia como de pre-apertura. La comida está buena y el marco es espectacular. El servicio es amable pero poco profesional… hoy es el primer día… seguro que aprenden.  En París las mesas suelen estar muy juntas – excesivamente juntas en muchos casos – y aquí la separación entre ellas es la adecuada, se agradece. Un lugar “cool” para comer en París. El único pero es que, mientras comemos, escuchamos las pruebas de sonido del concierto de jazz de esta noche mezcladas con la música ambiental del bar. La mezcla resulta desagradable ya que no te permite escuchar bien ninguna de las dos músicas.



Al salir seguimos nuestro paseo hasta la hora de la siesta.

Salimos del Hotel con la intención de hacer fotos “de turista” para instagramar. Y el lugar de París ideal para hacerlo es la Tour Eiffel. Al salir del metro nos sorprende un espectacular arcoíris y una de aquellas luces que mejoran cualquier foto. Momento de locura espectacular, carreras de un lado a otro para conseguir el mejor encuadre… felicidad turística. 


Cruzamos el Sena para continuar haciendo fotos, el día lluvioso ha dejado paso a una luz espectacular, hemos tenido suerte.


En el Palais de Tokio Thomas Hirshchorn ha realizado una gigantesca obra de arte. Flamme Eternelle es una instalación que durará 52 días. Olor a neumáticos (hay 15.000 utilizados para diferenciar diferentes espacios), aire viciado, espacios cambiantes por la participación del público, artistas invitados que intervienen en la obra de Hirshchorn, filósofos invitados a hacer aportaciones en los debates que se organizan diariamente, un bar, un teatro-agora donde tienen lugar discusiones, un micrófono donde diferentes lectores leen un libro, sofás envueltos con cinta de embalar situados delante de televisiones donde ver películas sacadas de una videoteca, la redacción de la publicación diaria que se distribuye gratuitamente, caos y orden, una biblioteca, rotuladores a disposición del público, grandes placas de poliuretano donde esculpir, conciertos y actuaciones… una locura que, naturalmente, nos encanta. Espectacular, imprescindible.


Volvemos caminando por unos Champs Elysees con las tiendas ya cerradas y vacíos de gente. Seguimos hablando de la exposición que acabamos de visitar, de arte y – influenciados por alguno de los lujosos escaparates que nos rodean – de las marcas que tienen tienda aquí.

Vuelta al Hotel. Decidimos cenar en el Hotel pero el comedor está a tope y nos ofrecen sentarnos en la barra del bar. Dudamos, pero el cansancio es tal, que al final decidimos quedarnos. El Restaurant Edgar (Rue d’Alexandrie, 31 París) tiene una carta extraña en la que se mezclan platos, platillos y tapas. Todo – incluso una gigantesca morcilla que esconden bajo el pseudónimo de pudin vasco está delicioso. El restaurante está decorado con un aire vintage en el que el lujo y lo cotidiano se mezclan con gusto. El servicio es joven, divertido y muy amable. El ambiente es fenomenal con más público local que “guiris” como nosotros. El precio es medio-alto… pero estamos de vacaciones. Hora de ir a dormir.


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