11 mayo 2013


DIARIO DE UN OCIOSO
Sábado, 11 de mayo de 2013

Llibertat” en el TNC. Crítica feroz a la incomprensión y la hipocresía de la sociedad ante la diferencia (ya sea por racismo, por xenofobia o por miedo al diferente). Buen texto (la crítica de Santiago Rusiñol sigue sonando hoy, casi 100 años después y por desgracia, igual de actual), buenos actores, buen ritmo y un error mayúsculo en el acto final. Es innecesario el salto del tiempo que el director nos propone. Supone una redundancia innecesaria (el espectador, aunque el director de la obra no lo crea, es suficientemente inteligente para llegar por el mismo a la conclusión a la que el salto de época nos quiere llevar), provoca desconcierto y corta el ritmo fluido conseguido hasta el momento.  Una lástima ya que el primer acto (festivo, jovial, divertido, ácido…) y el segundo (donde desaparecen las caretas y se expone la realidad) prometían una gran tarde de teatro… y se quedó sólo en una tarde de teatro.

Desde pequeño, alimenté cierta obsesión por las máquinas. Una de las más que más fascinación me provocaban eran las máquinas de discos. Poder elegir tus propias canciones y hacerlas sonar pulsando unos botones, siempre me pareció fascinante. La estética de las máquinas – grandes trastos que nada tenían que ver con las estilizadas máquinas que salían en las películas americanas – siempre me gustó. Desde el miércoles, una Sinfonola Gedasa 2000 ocupa un espacio importante – no estamos hablando de una máquina pequeña – en el salón de Graceland. Actualmente no funciona  y, tras las primeras operaciones de restauración (apresuradas y superficiales) empieza a lucir un poco más que hace un par de días.

Tras contactar con el comprador por internet, pasarme hace un par de semanas a verla y decidirme a adquirirla, tocaba la operación transporte. Convencí a Marta i a Albert (no costó mucho) que me ayudaran y que trajeran su furgoneta. Poco a poco nos fuimos encontrando con los desafíos que supone mover un armario no demasiado voluminoso pero que pesa más de 120 kilos y que es incómodo de transportar. Con ingenio, fuerza bruta, largas sesiones de brainstorming y alguna inesperada ayuda (Ivan el vendedor nos echó una mano y, en el taller Pneumàtics Puig de El Prat de Llobregat nos ayudaron a cargar la Sinfonola en la furgoneta con su elevador… gracias) conseguimos llegar hasta casa.

Bajarla de la furgoneta y entrarla en casa supuso una nueva sesión de brainstorming, la llegada de María José y Esther y en el último momento, de Joan María i Xavi, supuso el último empujón. Este es el aspecto que tenía al llegar a casa:




Y tras las primeras operaciones de recuperación, está así. Espero, poco a poco, poderle devolver su antiguo esplendor. Si consigo que funcione, será genial. Si no lo consigo, me habré obsesionado durante un tiempo y estaré más preparado para la próxima restauración. Espero  que sea divertido.


Gracias por ayudarme. La primera audición será para vosotros.

La noche acabó con una cena en la plancha del Sakuraya. 

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