17 septiembre 2011

DIARIO DE UN OCIOSO
Sábado, 17 de septiembre de 2011

Tengo grandes recuerdos de mis visitas infantiles al Museu Marítim de Barcelona. Algunas las hice con mis padres y otras acompañado por mis compañeros de clase. El Marítim era un museo fantástico en el que podías deambular entre naves cargadas de historia y entre promesas de viajes lejanos, aventuras y corsarios de parche en el ojo. Alejado de la rigidez de las pinacotecas, el Marítim permitía soñar y por eso, visitarlo, siempre apetecía.


Ayer tuve la suerte de volver al Marítim. Cerrado desde hace un año, el museo está en un proceso de profunda reforma. El museo de mi infancia - con las reformas que, seguro, los años le fueron imponiendo, ha desaparecido definitivamente para dar paso a un nuevo museo adaptado a las nuevas concepciones de la actividad museística. Acompañados por Roger, que es el responsable de esta transformación desde su puesto de director, un grupo de privilegiados pudimos visitar los edificios de las Drassanes Reials i ver el estado de las obras. Hay entusiasmo en las explicaciones que Roger hace del proyecto que, aunque todavía falta mucho, empieza a tomar forma. Viéndolo hablar del nuevo museo, no puedo dejar de pensar en ese John  Hammond que - interpretado por Richard Attenborough  en Jurassic Park - explica su proyecto a los primeros visitantes del parque. Pasear por las naves - ahora vacías de contenido a excepción de la réplica de la Galera  Real de Juan de Austria que sigue en su sitio - de las Drassanes Reials tiene algo de mágico. Bajo su suelo se ha encontrado una necrópolis y, seguro, aún encierra nuevas sorpresas que las obras seguirán revelando. Espero con  impaciencia la reapertura del Museo. Faltan dos años.



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