18 mayo 2010

“El vio con claridad que toda su vida conducía a este único momento y todo lo posterior no conducía a ninguna parte. Se sintió penetrado por algo frío y sin alma, como otro ser, e imaginó que sonreía malignamente y no tenía razones para creer que se marcharía alguna vez”
Cormac McCarthy. Todos los hermosos caballos


DIARIO DE UN OCIOSO
Martes, 18 de mayo de 2010


En el reparto tácito que María José y yo hicimos al tomar posesión de Graceland, me tocó una pequeña mesa (lo de pequeña, he de reconocerlo, es una imagen literaria que poco tiene que ver con la realidad) en la parte más profunda y alejada de la superficie (a veces es difícil sustraerse a las imágenes literarias). Cuando desaparecieron las cajas de la mudanza, el espacio que rodeaba a la mesa se fue llenando de estanterías y estas de libros, discos, cómics, maquinas variadas y otros objetos que tienen como misión rescatarme del aburrimiento.

Es en esta mesa, iluminado por un pequeño flexo que Albert nos regaló hace casi 15 años, donde me siento a escribir, donde navego, donde suelo escuchar música, donde hago planes. Encima de la mesa – y de la mesa supletoria que a los pocos días le creció por necesidad y de la mesa redonda que tenía un futuro más prometedor pero que nunca vio cumplidos sus sueños – se acumulan objetos, papeles, libros, discos... reclamando mi atención. El caos está a un paso de devorarme y, como sé que en algún momento, este monumento al desorden desaparecerá sin dejar rastro he decidido hacer un inventario tan inútil como prescindible.

Un ordenador portátil (lo de portátil es un decir ya que está permanentemente anclado en este sotano), el libro que acabo de leer (Todos los hermosos caballos de Cormac McCarthy) esperando a que hable – muy bien – de él en este diario, una hoja con las tareas pendientes que se rescribe día a día hasta que desaparecerá uno de estos días dando paso a una nueva lista, el libro que hoy he empezado a leer (Contes de John Cheever), dos pendrives (uno de ellos, labioforme, regalo de una marca de güisqui), un cómic que he cogido hoy en la biblioteca del barrio (Epiléptico, La Ascensión del Gran Mal de David B.), mi vieja agenda (un regalo de María José que me gusta tener siempre cerca), un mapa de mi ciudad, una taza que compramos en Euro Disney llena de bolígrafos (y una lupa, dos abrecartas de naranjito y del Mundial del 82, un calidoscopio y una varita mágica), una pequeña libreta donde anoto cosas importantes y otras que no lo son tanto, un viejo teléfono que nunca ha funcionado demasiado bien (y que me gusta conservar por motivos estéticos), treinta y tres cuartillas a medio escribir con pistas para futuros posts en el blog que escribo sobre mi ciudad, un bloc de dibujo que me dejó María José para un proyecto que se aparcó el mismo día que arrancó y que espero que un día vuelva a aparecer en mi horizonte, la goma y el lápiz que acompañan al bloc, el programa del cine en versión original (hoy hacen Los Condenados de Isaki Lacuesta pero estoy algo resfriado y prefiero quedarme en casa para ver un poco de televisión), la cámara de fotos, el Rockdelux de este mes (el 284 para amantes de los datos inútiles), un pequeño bloc que ya rodaba en nuestra anterior casa, la flauta que un día quiero aprender a tocar, los libros de inglés, el rollo de celo en el portacelos, un libro que debería haber leído ya (British and American Short Stories), el Culturas 412, el viejo ordenador que espera su reconversión en el nuevo corazón de una recreativa, dos bandejas llenas de papeles variados que seguirán adquiriendo polvo durante un tiempo, un carrete de fotos que no sé si revelaré algún día, una bandeja con objetos variados (unos cascos con auricular, gafas, tarjetas variadas, cables, un cd con miles de juegos de Spectrum ...), cinco discos (Surfing Sirles, Momentos 2009 volumen 3, Wichita loves Rockdelux, un sampler del sello Spark y Rufus Wainwright), una hucha recientemente saqueada, un diccionario ingles rodeado por varios libros imprescindibles, siete cuartillas con listas variadas (de descargas de series, de libros...), dos bandejas verticales llenas de papeles (algunos de ellos llevan aquí mas tiempo que yo), una revista publicitaria de mi ciudad (bastante mala), un disco duro lleno de música y recuerdos, una impresora, un ordenador que está haciendo cosas ilegales, cajas con cosas variadas (creo que en una hay facturas y tiquets y en las otras dos quien sabe), un libro de recetas, un librito – editado por el Ayuntamiento de l’Hospitalet de Llobregat – con los restaurantes de mi ciudad, el globo terráqueo que me regalaron Olivia y Roberto, un montón de revistas (con 4 Babelia a medio leer, tres Cultura/s – el 409, 406 y el 405 -, dos Rockdelux – uno de ellos el especial 25 aniversario – y dos Historia), un cómic (el Serie B de los Deamo Bros), un libro que necesito algo de tiempo y calma para leer (Extremely loud & Incredibly Close de Jonathan Safran Foer) y una tele que me da la espalda.

Y todo esto es lo que está a la vista, el contenido de los 16 cajones que me rodean daría para unos cuantos listados como este. Pero por hoy ya os he aburrido lo suficiente con el caos que me rodea. No ha servido para ordenar nada, pero me lo he pasado bien.

3 comentarios:

maría josé dijo...

Estoy entre imprimir este post como defensa para cuando te metas con mis piletas o entre hacer el mismo inventario de mi rincón...Claro que entonces además de aburrir y adormecer a todos los que te leen descubririas los secretos que allí se esconden y creo que eso no me interesa. :).

performance dijo...

Pues a mi me ha encantadio el post. Me recuerda a los inventarios de Georges Perec. De hecho, creo que este listado es un autoretrato en toda regla.

maria jose dijo...

Uf, entonces no describiré mi rincón que ya sabriais demasiado :)