14 noviembre 2009

DIARIO DE UN OCIOSO
Sábado, 14 de noviembre de 2009


Tengo hambre de conciertos. El Primavera Club aún no ha llegado – ya falta poco - y ya empiezan a confirmar nombres para el Primavera Sound del 2010. El hecho de que los dos nombres confirmados – Pavement y Pixies – me gusten mucho, sólo hace que mi hambre aumente. Y mientras espero a Yann Tiersen, me conformo leyendo el Rockdelux de este mes, un estupendo repaso a una década que – esta si – ha sido prodigiosa.

Existe un espacio incierto entre la verdad y la ficción, y siempre me han apasionado los viajes a ese extraño territorio. Joan Fontcuberta – fotógrafo y, sobretodo, artista conceptual – visita con asiduidad este espacio consiguiendo que los demás fijemos nuestros ojos en él. Su último trabajo se llama “Santa Inocencia”. Todos hemos recibido uno de esos mails firmados por un afligido soldado americano (banquero nigeriano, ex-secretario de un rico terrateniente, viuda afligida, hijo de dictador derrocado...) que con nuestra - no del todo desinteresada- ayuda, pretende recuperar su dinero. Fontcuberta recoge en su libro, su correspondencia con uno de estos estafadores cibernéticos. Durante el intercambio de correos electrónicos, el camaleónico artista, asumió la personalidad de un párroco de la Sagrada Familia que, con el dinero prometido por el presunto soldado americano, vislumbra la manera de acabar – por fin - las obras del templo expiatorio.
El juego de imposturas está servido. El timador, timado (es el único que desconoce la verdad en el juego que propone Fontcuberta). Lo que es divertido en el trabajo de Fontcuberta es su amor por los detalles. No contento con asumir una personalidad ficticia, la adorna con todo tipo de detalles tanto literarios como fotográficos. Parte del trabajo son las fotografías del artista – caracterizado de sacerdote – delante de su templo o en un viaje a Albarracín para asistir a un ciclo de conferencias. La fotografía está siempre en ese terreno alejado de la realidad y más si Fontcuberta está delante y detrás del objetivo de la cámara.
Joan Fontcuberta en Albarracín

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