09 noviembre 2008

DIARIO DE UN OCIOSO
Martes, 4 de noviembre de 2008
CRÓNICAS MEXICANAS XII


Último día en Guadalajara y último día de nuestro viaje (no llegaremos a casa hasta el jueves pero todo lo que nos queda después de hoy es viaje). Queremos apurar hasta el último momento y hoy nos han recomendado que nos dejemos llevar por el Tapatío Tour (el bus turístico de la ciudad).

Antes nos despedimos de los generosos desayunos mexicanos en un Toks que hay delante del hotel. El Toks pertenece a una cadena de restaurantes con un innegable toque estadounidense, pero la comida es típica mexicana. Me decanto por unos molletes (de rajas y de tocino) muy buenos. Echaré de menos estos desayunos cuando vuelva a nuestro espartano régimen europeo.
autofoto con sombreros, el sol aprieta

La parada del bus está junto al hotel y tenemos que correr para llegar (después se pasará diez minutos en la parada sin salir con lo que podíamos haber caminado tranquilamente). El Tapatío hace dos recorridos por la ciudad: uno por Guadalajara y otro por Tlaquepaque (una antigua población vecina ahora asimilada por la ciudad). Nuestra parada está en el primer recorrido pero con el billete podremos subir y bajar del autobús en las paradas que queramos y hacer las dos rutas (como en le bus turístico de nuestra ciudad).

La primera parte del recorrido no es especialmente interesante (al final llegaremos a la conclusión de que lo más interesante de Guadalajara puede hacerse a pie en el centro). Bajamos en el Museo de Arte Moderno “Raúl Anguiano”. El edificio es lo más interesante y las dos instalaciones no nos interesan demasiado. En pocos minutos hemos completado la visita y el bus tarda mucho más de lo previsto (40 minutos) en llegar.

La siguiente parada es en el centro. Aprovechamos para visitar el impresionante mercado de San Juan de Dios.(laberíntico, inmenso, imprescindible... tres pisos de estrechos pasillos con mercancías de todo tipo. Ideal para regatear, comprar y comer en uno de sus muchos puestos de comida). Nueva larga espera al bus que ha de llevarnos hasta Tlaquepaque.

Cuando llegamos – después de otro anodino recorrido – nos arrepentimos de no haber venido ayer o con más tiempo. Tlaquepaque
El barrio es una maravilla: calles peatonales, restaurantes en patios interiores sombreados, bares de copas, tiendas de artesanía... en su perfección parece un decorado puesto para deleite de turistas, pero pasear por él es una gozada y nos dejamos llevar.

Vuelta al centro. Visitamos el decepcionante Museo Regional de Guadalajara que responde a un modelo de museo decimonónico en el que los objetos de exposición se acumulan sin demasiada lógica: el esqueleto de un mamut, arte colonial, armas de los conquistadores españoles, unos carros del XIX, una máquina de escribir... un despropósito.

Volvemos a nuestro punto de partida. Cerca del hotel hemos visto un restaurante argentino y mi necesidad cárnica aprieta. El restaurante se llama Parrilla Argentina (Fernando Celada 176. Guadalajara) y su elección es un acierto. Local confortable, servicio amabilísimo y muchos detalles. Ante nuestra duda con los nombres de los cortes (que algunos curiosamente difieren de los argentinos de aquí) nos traen una bandeja con las piezas y nos explican lo que vamos a comer.
Mi carne está deliciosa y tanto la calidad como la cantidad son más que satisfactorias. No es comida mexicana pero es una buena despedida para unos días en los que no he parado de comer bien.

Ya sólo queda recoger las maletas en el hotel e iniciar el largo regreso: taxi hasta el aeropuerto, vuelo con Interjet (compañía de bajo coste que resulta mucho mejor – en el vuelo nos dan patatas fritas y bebidas alcohólicas – que muchas compañías europeas) a México D.F. y Hotel en el mismo aeropuerto (cruzando una pasarela) ya que mañana nuestro vuelo sale a las 7:30.

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