26 octubre 2007

DIARIO DE UN OCIOSO
Viernes, 26 de octubre de 2007


El miércoles Albert, durante la cena, nos propuso una cata a ciegas. Dos botellas (una de ellas con un coste diez veces superior a la otra). Como era de esperar - ninguno de los dos vinos era malo - unos eligieron una botella y otros elegimos la otra. Y es que, aunque el precio de una botella suele notarse también en el paladar, al final lo que manda son los gustos personales (un vino puede parecerte redondo pero gustarte más uno menos conseguido pero más acorde a tus preferencias).
No entiendo demasiado de vinos (de otras cosas tampoco) pero empiezo a saber lo que me gusta. Y una de las cosas que no me gusta es pagar los precios abusivos de algunos vinos (por desgracia, cada vez más). Una etiqueta bonita, una botella distintiva y puedo doblar el precio de mi vino... me parece un abuso.
Y lo que más me indigna es el sobreprecio que aplican algunos restaurantes (motivo, creo que justificado, para que un restaurante caiga en mi particular lista negra). Me he encontrado con restaurantes que triplican el precio en tienda (que ya tiene un margen de beneficio para el vendedor).

El experimento de Albert, a parte de su lado lúdico me ha hecho reflexionar sobre el vino. Por cierto a mí me gustó – y mucho – la botella que no me quiero permitir.

Hoy por fin es viernes.

2 comentarios:

Xavi dijo...

Estic d'acord. Fa ràbia el preu dels vins a determinats restaurants. Jo crec que estaria bé quan anem a algun restaurant que té una llista amb preus multiplicats per 2,5 o 3 vegades el preu de bodega fer-ho saber als responsables perque s'adonin que la gent no és tonta. Això i no tornar.

Anónimo dijo...

Lo de los vinos caros en restaurantes es un abuso pero con tendencia a la baja. Me parece mucho más preocupante la licencia que se toman muchos bodegueros para fijar sus vinos a precios indecentes; y eso si que es una tendencia al alza. Hay que rechazarlos radicalmente; afortunadamente todavía hay montones de buenos vinos a precios asequibles.