01 agosto 2007

DIARIO DE UN OCIOSO
Lunes, 30 de julio de 2007


Vacaciones, día 1

Estaba deseando empezar con esta maravillosa frase que, año tras año, acompaña a este Diario de un Ocioso durante el mes en el que se me permite ser dueño de la mayor parte de mi tiempo. Ponerlo al inicio de mis crónicas es un arma de doble filo. Por un lado es un recordatorio diario de que estoy de vacaciones y, a la vez, un triste cartel luminoso que me anuncia que el tiempo pasa y que la limitada cuenta de 30 días, poco a poco, se va acabando.

Amanece en S’Agaro. El gallo del vecino, desaparecido últimamente, nos lo anuncia y se une a Cass en la campaña en contra de la pereza matinal. Es hora de salir, y de Paseo matinal
bajar hasta el cruce a por un par de esos memorables panecillos de pan de Viena que preparan en “La Ibicenca”. La excursión no es corta, pero el paisaje, la calma que a esta hora todavía se disfruta y el botín final hacen que el esfuerzo merezca la pena.

De nuevo en casa desayunamos en el balcón aprovechando el fresco de la mañana. Es hora de ejercer de veraneante. ¿Y que hace exactamente un veraneante? Nada, o mejor, nada que reporte en un beneficio de la sociedad. Y toda la actividad que protagoniza lo hace ataviado con un pantalón corto o un bañador.

Aquí tenéis el resumen de un día estándar de rutina estival (intentaré no repetirla cada día – la explicación, no la rutina, ya que entonces dejaría de serlo - ): tras el desayuno vamos al Club para jugar un rato con Cass y después damos un paseo por el bosque. Cass, suelta, no para de oler cosas – no siempre agradables para nuestroNo soy el único que se lo pasa en grande
gusto -. Cass cansadísima, momento de dejarla durmiendo en casa y de huir a la playa. Poca gente en “La Conca”, baño y “snorquel”. Vuelta a casa, aperitivo en el patio de los apartamentos y lectura de “El País” hasta la hora de comer. Comida y siesta. Ducha y vuelta por x (en este caso Sant Feliu). Vuelta a casa, nueva sesión de lectura en el patio mientras Cass corre sin parar. Cena, un rato de escribir (o de ver la tele, o de leer), paseo y se acabó.

Las variables son infinitas pero no se salen mucho de este esquema por lo que, para no repetirme, sólo contaré por aquí que se salga de la cansadísima rutina estival.

Hoy nos hemos encontrado a Martina y Esteve en Sant Feliu. Hace mucho que no nos veíamos y ha sido una sorpresa encontrarnos. Hemos estado hablando un rato e intentaremos quedar un día de estos para hacer una cena.

En un ataque de nostalgia veraniega inexplicable, he puesto una banda sonora de viejos hits que marcaron veranos pasados para acompañarme mientras escribo esto junto a la ventana del apartamento: “I like Chopin” de Gazebo, “It’s just an ilusion” de Imagination, el “born to be alive” de Patrick Hernández y, para acabar esta crónica de manera festiva y justo cuando estoy escribiendo esto, suena la trompeta que marca el inicio del “Fiesta” de The Pogues.

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