26 septiembre 2006

DIARIO DE UN OCIOSO
Sábado, 23 de septiembre de 2006


Últimos preparativos antes de la partida. La bolsa, un poco de ropa, baterías para la cámara, las guías de la ciudad, un par de libros y ya tenemos todo para pasar el fin de semana en Lisboa (que es el fantástico regalo que María José me hizo por mi cumpleaños).
Antes de salir aburrimos a Eli – que se queda en casa con Cesc para cuidar a Cass - con miles de instrucciones. Pepe y Lidu nos acercan al aeropuerto y después de los controles habituales – mañana descubriré que, por accidente, he subido al avión con una navaja de considerables dimensiones que ha pasado los aparentemente concienzudos controles de seguridad que me obligan, entre otras cosas, a quitarme el cinturón – subimos al avión con una hora de retraso (al volver Tap – línea aérea portuguesa – nos robará también parte de nuestro tiempo con un retraso considerable).
Llegamos a Lisboa sin más percances y, poco después, ya estamos en la puerta de nuestra pensión. La “Pensao Residencial Florescente” (Rua das Portas de Santo Antao 99 Lisboa. Telf 213426609) es sencilla pero tiene la ventaja de ser muy céntrica. Hice la reserva por teléfono y sólo les figura un día de reserva, lo intentarán solucionar. Mientras subimos a la habitación que nos han asignado, un cuartucho infame que María José conseguirá que nos cambien por una habitación tremendamente mejor. Por fin en nuestra habitación – en la quinta planta, luminosa, abuhardillada, sencilla pero muy bonita – dejamos los trastos y salimos con la intención de comer algo. El primer paseo por Lisboa es agradable. Los olores son diferentes, la zona es peatonal y todo nos sorprende. Queremos llamar a Víctor “Mans blaves” (nuestro hombre en Lisboa) y no conseguimos encontrar una cabina que funcione, ya lo haremos desde el Hotel a la vuelta.
La hora de comer hace mucho que ha pasado pero en el bar de al lado del Hotel, “Cervejaria Brilhante”, comemos un par de tapas para distraer el hambre.

Hemos quedado con Víctor a las 20:30, tenemos ganas de visitar la ciudad pero hemos dormido muy poco y es mejor recuperar fuerzas con una siesta antes de empezar a patear.
Bajamos a la calle, ha refrescado y María José sube a por las chaquetas mientras yo descubro junto a la puerta del Hotel, un viejo salón recreativo abandonado con sus máquinas en el interior. Mi espíritu friqui se despierta y empiezo a planificar un rescate imposible. Víctor y Antonia, puntuales, me despiertan de mi ensoñación y me devuelven – por suerte – a la realidad.
Cerca del Hotel nos tomamos una Ginjinha – licor de guindas, dulce y muy fuerte – y cruzamos “la Baixa” con destino al río. Allí Víctor y Antonia nos hacen subir a un lisboa al otro lado del Tajotrasbordador que nos lleva al otro lado desde donde tenemos una perspectiva nocturna de la ciudad.
Nuestro destino es “El Faro” (Largo Alfredo Dinis Alex, 1 Cacilhas (Almada)Telf. 212765248) un restaurante popular. Las mesas están a tope, mientras esperamos turno nos comemos una tapa de gambas en la barra y nos bebemos unas cervezas mientras Víctor y Antonia nos cuentan las costumbres locales. Los platos –inmensos, llenos a rebosar de pescado y marisco fresco - no paran de pasar por delante nuestro recordándonos que tenemos mucha hambre.
Al final nos sentamos y disfrutamos de una parrillada de pescado impresionante (dorada, pez espada, salmón, sepia, sardinas...) que empujamos abajo con un Vinho verde muy bueno. El ambiente es genial y todo sigue sorprendiéndome. Por suerte las explicaciones que nos dan nos ayudan a entender mejor este nuevo país que, al final, no es tan diferente del nuestro.
El café, tras atravesar muelles abandonados - a los que no nos acercaríamos si estuviéramos solos –, lo hacemos en una terracita junto al mar con música brasileña – tocada en directo – de fondo.
Volvemos al hotel caminando, con trasbordador y finalmente con un taxi que cruza la ciudad a una velocidad impresionante y aparentemente saltándose las normas de circulación (quizás aquí son distintas). Contentos de seguir con vida, nos vamos a dormir.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Los taxistas de Lisboa... jejejje... qué recuerdos de mi año de beca.