09 julio 2006

DIARIO DE UN OCIOSO
Sábado, 08 de julio de 2006


Música new age y la conversación de una pareja en la otra punta del local. Tomo café tras una buena comida en el la soledad del comedor del fondoAngus Beef” (c/Aragon, 67 Barcelona. Tel 932264267). Estoy sólo. María José celebra su segundo fin de semana de hermanas con Lidu y – pese a las ofertas para que me quedara a comer con ellas – he decidido dejarlas solas, seguro que tienen muchas cosas que contarse.
He callejeado escuchando a Pitingo (su “Pitingo con Habichuelas” es grande pese a su sencillez) y a Rufus Wainwright (otro monstruo, diferente, pero también grande. Si nada se tuerce la semana que viene lo podré ver en directo) por una ciudad que – supongo que por el calor – parece desierta. Al pasar por delante del restaurante he decidido regalarme un buen trozo de carne.
Comer solo tiene algo de urgente. La falta de conversación convierte la comida – aunque uno intente alargarla demorándose en el placer que esta provoca – en algo fugaz. Se echa de menos la palabra, el oído que escucha, tener en quien depositar la mirada.
Sin lectura sería mucho más difícil: “Berlín” para la espera y algo mas ligero (el rockdelux) para acompañar el jugoso solomillo.

De nuevo en la calle, camino – esta vez acompañado por “The Doors” – hasta el “Caixa Fórum”. Poca gente. Veo la selección que ha hecho Soledad Sevilla de la colección de arte contemporáneo de la Fundación La Caixa y, pese a que hay alguna obra que me gusta mucho, no son las obras que yo hubiera escogido – cuestión de gustos.Dan Perjovschi

En cambio disfruto mucho con “First Class” la intervención que ha hecho el artista rumano Dan Perjovschi en el Espai Montcada. Sus dibujos están llenos de fuerza, de inteligencia y de sentido del humor.

Sigo caminando y llego a casa. Siesta interrumpida por los gritos de María José y Lidu que están jugando con la maquina. Me apunto y también juego un poco.

Por la noche cenamos en el “Hanagin” (a Lidu le apetecía cenar japonés) y damos un paseo por la playa con parada en un chiringo de la playa del Bogatell. Nos estiramos en una hamaca frente al mar y disfrutamos de una noche no demasiado calurosa. La música – algo alta – se mezcla con el sonido de las olas. No nos sirven, pero no importa, se está de miedo.

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