12 enero 2006

DIARIO DE UN OCIOSO
jueves, 12 de enero de 2006


Miércoles. Me levanto pronto, preparo el desayuno y – después de la ducha – despierto a María José. Desayunamos, escribo un rato y María José me lleva al cole.
Hoy es mi primer día de clase. El título del seminario es “Cuina tradicional hivern –quaresma”. A los 37 años, ser el benjamín de la clase es un gustazo. Entre mis compañeras de clase (todo son mujeres menos uno) hay jubiladas, pre- jubiladas y algunas un poco mas jóvenes. Algunas son veteranas en estos cursos y, cuchillo en mano, dan miedo (su velocidad de corte es alucinante).
Pese al sueño y al delicioso olor de los platos que hoy nos enseñan a preparar consigo mantenerme despierto. Espero que los conocimientos adquiridos sirvan para engordar el recetario tradicional en las cenas con amigos.

Al salir me encuentro con María José – que viene de nadar en el Club-. Juntos vamos a cambiar la fantástica camisa fashion total que me regalo mi hermana por una de una talla mas racional y un poco menos extremada (pese a que la camisa es menos extremada no cabe ningún tipo de duda: ningún heterosexual en su sano juicio se pondría una camisa así para salir por la noche).

Café en la barra del “Cuines de Santa Caterina” y paseo por nuestro viejo barrio que, en estos cuatro meses, ha experimentado un cambio espectacular. Tiendas nuevas, calles asfaltadas...

El barrio está mucho mejor que hace poco pero ha perdido carácter. No volverá a ser aquella maravilla de pequeñas tiendas que conocimos cuando llegamos hace algo más de diez años y que nos cautivó. La especulación y la dejadez del ayuntamiento hicieron que las pequeñas tiendas fueran ahogadas por una situación insostenible (obras faraónicas del mercado, calles en mal estado, suciedad, delincuencia...) que alejo a sus clientes. Ahora las nuevas son franquicias de grandes marcas que igualan el barrio a tantos otros. Se ha ganado en funcionalidad y se ha perdido especificidad, y – es mi discutible opinión – es una lástima.

El paseo resulta genial. Hemos entrado en nuestra vieja escalera – ligero pinchazo de nostalgia – y hemos recuperado un par de cartas del buzón.
Pero lo bueno se acaba, me despido de María José y – recorriendo el camino que hace unos meses era habitual para mí – vuelo a Levi Pants.

Al salir voy a casa de Roberto y Olivia ya que hoy nos dejan hacer de “papas por un día” de Martina. Cuando llego Martina ya está durmiendo y la cena (unos macarrones buenísimos) ya está servida. Así da gusto hacer canguros.

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