30 agosto 2005

DIARIO DE UN OCIOSO
Sábado, 27 de agosto de 2005


Viernes en Graceland y, pese a que el sótano - lleno de cajas - parece el decorado preparado para la escena final de "Ciudadano Kane", pese a la hora que empleo para desplazarme de Graceland a Levi Pants o viceversa - accidentado viaje cortesía de TMB (la entidad que regula el transporte en el area metropolitana de Barcelona) - y pese a que ya no vivimos en el centro de Barcelona, nuestra nueva casa nos encanta. El espacio, la luz... creo que hemos acertado.
Una casa, una buena casa se ha hecho para disfrutarla y para compartirla con los que quieres. María José se encarga de organizar la quinta cena en Graceland. Cuando llego - cansado pero contento (es viernes)- las luces están apagadas porque Martina está durmiendo en el comedor. En el patio están Olivia, Roberto y María José.
La temperatura es ideal, la sobremesa se alarga hasta que Martina se despierta.

Sábado. Despertar en Graceland, la luz entra en la habitación, es tarde pero no importa. Está nublado, mientras desayunamos decidimos aparcar la playa para una ocasión mejor y nos vamos a cazar muebles. Pero el plan alternativo también fracasa ya que el coto está cerrado por vacaciones. Improvisamos y acabamos en el Cosmocaixa. Durante algo más de cuatro horas competimos con un montón de niños (y casi siempre ganan ellos) en la carrera consistente en apretar el máximo número de botones en el mínimo tiempo posible. El museo es fabuloso y acabamos nuestra visita, tras zamparnos un bocata en la terraza, en el planetario.
Ya es casi de noche cuando llegamos a nuestra antigua casa para recoger los últimos trastos (todavía tenemos para un par de viajes más).
Hace un par de años el equipo del "Ugarit" de Gracia (el pequeño, nuestro restaurante libanes favorito) montó un "Ugarit" en un centro comercial de Cornellà.
Necesitamos recuperar fuerzas y nos decidimos a visitarlo. Oscar, Firas y el resto del equipo nos reciben con el cariño con el que siempre nos han tratado. El centro comercial es horroroso, no tengo palabras para describir la larga serie de despropositos que lo convierten en una zona intransitable, pero la comida es tan buena (incluso comparado con los otros Ugarit) que volveremos pronto.

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