29 marzo 2005

DIARIO DE UN OCIOSO
Viernes, 25 de marzo de 2005


Me despierto en S’Agaro. Silencio. Ayer llegamos a última hora sin tiempo para nada. Preparamos el desayuno y lo tomamos en el balcón. Ha llegado la hora de dejar el ocio contemplativo y adentrarse en el mundo del deporte. Camino del club nos encontramos, junto a un contenedor de basura, una vieja nevera de Coca-cola. No nos podemos resistir y el primer ejercicio del día consiste en arrastrar (por etapas) la nevera hasta casa. ¿Funcionará? Decidimos descubrirlo más tarde y volvemos al Club. Peloteamos en la pista de tenis y después llega el momento de jugar un “21” que, naturalmente, pierdo debido a mi poca habilidad desde la línea de tiros libres.
En el camino a casa pasamos por casa de Albert, saludamos a toda la familia y quedamos para cenar. Mientras María José se ducha aprovecho para escribir y leer (he empezado “Vaig creure que el meu pare era Déu” de Paul Auster). Se está muy bien, la sensación de vacaciones es total.

Cuando estás de vacaciones incluso las actividades más habituales se convierten en pequeños placeres. El resto del día se reparte entre estos pequeños placeres y algunas actividades necesarias.
La nota triste del día la pone el próximo cierre de “Utopics”. La tienda era una alternativa gironina a “Fnac” y, como tal, contenía las mismas maravillas que los locales de la cadena francesa. En la que probablemente será nuestra última visita vemos como los libros languidecen en semi vacías estanterías mientras una multitud de familias andan a la caza del videojuego rebajado. Triste final para un local en el que pasamos buenos momentos eligiendo el libro para devorar en un fin de semana. La nota alegre del día se la apunta el sol, que tras sernos esquivo durante todo el día, ha tenido a bien hacer acto de presencia justo antes de retirarse hasta mañana. Ha sido un momento efímero, pero ha sido un gran momento.

Hora de cenar. Primero hay que acostar a las pequeñas (Laura y María) y dar de comer a Nakuru. Preparamos la cena y nos sentamos los seis (Albert, Esther, Marta, Miquel, María José y yo) a la mesa. Es como estar en familia y un poco familia, después de tantos años, si que somos.

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