22 octubre 2004

“El viejo miró a Ignatius y luego miró aquella enorme olla, el hornillo de gas, los carros abollados. Al fin, dijo:
- Yo puedo darle trabajo aquí.
- Muchísimas gracias – dijo Ignatius en tono condescendiente-. Pero aquí no podría trabajar. Este garaje es muy húmedo y yo soy propenso a las afecciones respiratorias, entre varias otras.”
John Kennedy Toole. La Conjura de los necios.


DIARIO DE UN OCIOSO
Jueves, 21 de octubre de 2004


Hoy he ido a una entrevista en las oficinas de una empresa del país vecino (a la que llamaremos Vendedores Paraíso Incorporated) que pretende incorporar a su plantilla a una persona con conocimientos sobre el mundo de la moda. Seguramente el proceso de selección quedará aparcado – en lo que a mí se refiere - tras esta primera entrevista, pero la ubicación de la sede de la empresa en uno de los edificios más altos de la ciudad me ha proporcionado, mientras esperaba, una visión diferente de Barcelona. Sólo por esta nueva sensación ha valido la pena el tiempo invertido.

Salgo de la entrevista con sensaciones encontradas: por un lado no me importaría dejar el cerrado mundo de la confección de pantalones y por otro la posibilidad de un cambio -aunque no llegará- siempre asusta un poco. En la calle el día de sol ha dejado paso a una lluvia ligera que refresca más que molesta.

Vuelvo a casa y, mientras espero a María José, preparo la cena. Entregado a las tareas culinarias escucho el primer disco de los mallorquines “Amarillo” . Una primera escucha - no demasiado atenta- me ha dejado un buenísimo regusto.
Ya en compañía de María José, caigo en una nueva sesión de televisión (un solo capítulo de “Friends” y el recuperado esta semana “Gran Hermano”).

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