05 julio 2004

DIARIO DE UN OCIOSO
Lunes, 5 de julio de 2004


Me he dado cuenta que, estos últimos días, me repito bastante. La llegada del verano en todo su esplendor, el sol y la calma que rodea mi placentera vida, me han llevado a un círculo vicioso del que no soy capaz de salir. No se si debería seguir explicando mis hedonistas rutinas mañaneras o si, por el contrario, debería zanjar el asunto – como tuve a bien hacer la semana pasada – con un “mañana standard”. Rutinas como levantarme cada día pronto (aunque no tengo necesidad de madrugar), desayunar con María José (mientras hablamos del día que nos espera y hacemos planes de futuro), coger la bicicleta y bajar hasta el club (un rápido paseo por un barrio que empieza a despertar), nadar (ejercicio en mi vida después de muchos años de largas jornadas de deporte de sofá) y tomar el sol (los que me conocen saben que siempre he tenido un déficit en esta materia) mientras leo (que gozada) y disfruto del mar (¿puede haber mejor vista?), se han convertido en placeres a los que ahora me sería muy difícil renunciar. Y es por ello que me gusta contarlos cada vez que los disfruto con la intención de que vosotros, los que leéis este Diario, los podáis disfrutar conmigo.
Pues eso... que hoy lo he vuelto a hacer.
Al volver a casa miro la nevera y me doy cuenta de que – en un pasado no muy lejano – conoció tiempos mejores y que con una pequeña ayuda volverá a ser el útil electrodoméstico que un día fue. Compro fruta a la señora Carmen que anda, como cada día, con sus dos pares de cerezas colgando de las orejas y después sigo comprando en las pequeñas tiendas del barrio.
Después de comer me acerco a La Pedrera y visito la exposición “Cuerpo y cosmos. Arte escultórico del méxico precolombino”. La exposición es una muestra notable de las representaciones escultóricas humanas en varias culturas mesoamericanas. Me parece muy interesante y, en algunos momentos, incluso divertida (hay piezas fantásticas, tremendamente cotidianas y llenas de sentido del humor). Me entristece pero, ver lo poco que sabemos de todas estas culturas con las que los conquistadores del “nuevo mundo” no quisieron convivir.
María José vuelve a casa con Alejandro. Alejandro es nuestro sobrino, tiene siete años y sufre un terrible ataque de incontinencia verbal. Juntos vamos al “Yume” (c/Via Laietana, 13 Tel. 932681813), un restaurante japonés con buffet libre giratorio. Aprender a utilizar los palillos, atreverse a probar el pescado crudo, poder decidir que comer... todo son sensaciones nuevas. Nos lo pasamos bien y volvemos a casa caminando bajo la lluvia (cuatro gotas mal contadas).
Ahora, mientras escribo esto, Alejandro y María José están concentrados en el noble arte de hacer pulseras de cuerda.

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