10 mayo 2004

DIARIO DE UN OCIOSO
Domingo, 9 de mayo de 2004


Nos levantamos tarde y, tanto María José como yo, nos lanzamos vorazmente hacia las actividades que nos han mantenido ocupados de manera obsesiva durante todo el fin de semana (María José está pintando una caja y yo estoy terminando mi primera web).
Conseguimos, a duras penas, desengancharnos del vicio que nos consume y salimos con destino a El Masnou. Allí hemos quedado con Ángela y César con los que hace mas de un año que no nos vemos. Viaje tranquilo en tren y, en la estación, nos recoge César.
En el parque nos espera Ángela con Alex, Mar y Alba (a las dos gemelas yo todavía no las conocía). Mañana familiar, Mar descubre las piedras y empieza a investigar – como si de Ferrán Adrià se tratase – sus posibilidades gastronómicas. Tras zamparse, con no poco deleite, cuatro deliciosas piedras de un diámetro considerable, obtiene una prohibición por parte de las autoridades sanitarias competentes (en este caso su madre).
Dejamos a las gemelas con la familia y bajamos al puerto para comer. Comemos en el chino y rellenamos los vacíos que este prolongado periodo sin vernos ha dejado. Seguimos en una terracita del puerto con un café y buena conversación, hace sol y se está muy bien.
Vuelta a casa en tren sin entender muy bien como es posible que no nos veamos con más frecuencia.
Al llegar a casa, de nuevo las obsesiones aparecen entre nosotros.

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